En el marco de la conmemoración del Año Montessori UPN 2022, hemos elegido como pieza del mes, el mobiliario de la colección del material didáctico Montessori del Museo Pedagógico Colombiano –MPC–. Consta de algunas piezas que fueron donadas por la profesora Nelly Mendoza en el año 2015, y fabricadas en la década de los 30. El mobiliario es una pieza representativa, y tal vez la más adoptada en todo el mundo, de la médica italiana María Montessori (1870–1952). A partir de sus trabajos de psicología experimental con niños denominados “anormales”, y de los estudios médicos aplicados a esta población –catalogada en ese entonces como “retrasada” o “deficiente”–, Montessori fundamentó un método de enseñanza para todos los infantes, que se consolidó como un enfoque pedagógico de vanguardia; en este año (2022) conmemoramos los 70 años de su fallecimiento.
El mobiliario Montessori se considera una revolución respecto al cuerpo del niño en la escuela. No podemos evitar hacer un contraste entre las pequeñas sillas y mesas coloridas, móviles y fáciles de transportar por los niños, con los largos y pesados pupitres de la escuela Lancasteriana. Reconocida por tener un gran número de estudiantes en las aulas, sus pupitres apilaban a varios niños, con el fin de cumplir el propósito de masificación de la educación, para el cual fue fundada.
Sin embargo, los inicios del siglo XX marcarían otras formas de trabajo con los niños. María Montessori está relacionada con el surgimiento del ‘Kindergarten’, o jardines de niños, de la mano con los saberes modernos que ayudaron a constituir la escuela en Colombia.
Este suceso dio lugar a la pedagogía activa en Colombia, empleada en las instituciones educativas para la formación de la educación inicial. En este nuevo surgimiento, Montessori revolucionó los parámetros educativos existentes, situando a los niños como los auténticos protagonistas del proceso educativo, para ello, hubo un cambio significativo en el ambiente y los materiales construidos para la enseñanza. En sus postulados, la adaptación de la escuela al mundo infantil tenía un valor pedagógico, asunto relacionado directamente con la nueva mirada sobre la infancia.
Montessori (1909) tuvo en cuenta “las necesidades del niño y satisfacerlas para que su vida pueda desenvolverse plenamente, es el fundamento de una nueva educación” (p. 35). En sus planteamientos, uno de los principios fundamentales fue disponer la escuela al alcance y tamaño del niño, entre tantas trasformaciones:
«La principal modificación que ha hecho sufrir al mobiliario escolar, es la supresión de los bancos. He hecho construir pequeñas mesas de solidas patas de forma rectangular, donde pueden sentarse cómodamente dos niños, que pueden ser fácilmente transportadas por los mismos. He hecho fabricar sillas de madera […] de formas elegantes, y pequeños sillones de mimbre. […] Encima de las pizarras cuelgan cuadros que representan niños, escenas de familia, escenas campestres, animales domésticos, en forma simple y graciosa”. Montessori, M. (1909). El Método de la Pedagogía Científica, Aplicado a la Educación de la infancia en las “Case dei bambini”. pp. 88. Editorial Araluce.
Los cambios eran trasversales para el aprendizaje, debido a que el ambiente debía ser flexible, versátil y adecuado para que cada niño adoptara una postura acorde a su desarrollo a través del descubrimiento de su entorno.
En este sentido, preparar un ambiente adaptado al niño activo, se convirtió en una necesidad. Las clases fueron amuebladas con objetos al tamaño y fuerza de los niños, “con pequeñas sillas, mesitas, minúsculos objetos de tocador, tapetitos, toallas y vajillas” (Montessori, 1909, p.17). Estos objetos no eran solo pequeños, sino también ligeros para permitir a los niños moverlos, alzarlos, cambiarlos de sitio, o simplemente para adaptarse, al cuerpo y la mente infantil.
Asimismo, el ambiente poseía unas características físicas significativas para que el niño se sintiera en su mundo, entre ellas, la proporcionalidad del espacio, donde se tenía en cuenta la estética del lugar y los mobiliarios. Los objetos debían estar limpios, ordenados y al alcance de los niños; además los materiales propuestos por Montessori y objetos naturales como flores y plantas, eran organizados de forma armoniosa. En consecuencia, el objetivo era generar un ambiente de independencia en los niños, para que pudieran tener una libre elección y el control del error durante la manipulación de objetos.
En Colombia, con la inauguración de la Escuela Montessori y el Jardín Infantil en 1934, los ideales liberales del presidente Alfonso López Pumarejo, afectaron el funcionamiento del Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas –IPN–, cambiando el rol de las maestras en formación, ya que, cuando la institución fue fundada en 1927, la labor de maestras se entendía como una extensión de la maternidad. Sin embargo, en el siglo XX con la fundación del Kindergarten se pensó que la formación de docentes mujeres era un asunto de vital importancia para el rumbo de la nación, en ese sentido, se trataba de una labor cualificada y organizada desde el saber y la experimentación pedagógica.
Así, uno de los propósitos del Jardín Infantil fue la creación de la carrera de institutriz para niños, enfocada a la formación de maestras y dirigida principalmente a mujeres de clase media, capacitadas para enseñar en el Kindergarten, decisión que, reconocía la fuerza política de cambiar el rol femenino en la educación como sujeto político y activo, garantizando su acceso a la educación formal. Oportunidad, que permitió su reivindicación como mujer ciudadana, el desarrollo de su pensamiento crítico y el acceso a otras disciplinas del conocimiento.
En consecuencia, dicha apuesta posibilitó la instalación de más jardines en la ciudad y posteriormente en el país; la formación de estas mujeres se pensó para consolidar en ellas una racionalidad sobre el niño, su cuidado y educación, por consiguiente, se acabaron las múltiples suposiciones existentes sobre la infancia y su desarrollo en la vida. La fundación del Kindergarten adscrito al IPN para Señoritas remite por un lado a la educación de los más pequeños bajo los postulados de la Escuela Activa y por el otro, a la formación de mujeres educadoras creativas, participativas e innovadoras.
Resaltamos la importancia y vigencia del trabajo realizado por María Montessori, como también del conjunto de materiales multisensoriales y pequeños mobiliarios adaptados al entorno infantil, creados con base en sus postulados. Producidos masivamente a partir de años de experimentación, cada uno cuidadosamente diseñado, con una función específica y un porqué en la búsqueda de cumplir con un propósito educativo, tanto directo como indirecto, acorde con las necesidades, capacidades y el desarrollo consciente del niño.
Para conocer el mobiliario modelo Montessori, otros materiales didácticos de esta misma colección, los objetos e implementos escolares de la historia, la memoria y la práctica educativa y pedagógica; y los archivos, textos y manuales pertenecientes a los fondos documentales que salvaguardamos y exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 5:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Palabras clave: Mobiliario; Ambiente; María Montessori; Material Didáctico; Escuela Activa; Infancia; Formación de Maestras; Museo Pedagógico Colombiano.
Montessori, M. (1909). El Método de la Pedagogía Científica, Aplicado a la Educación de la infancia en las “Case dei bambini”. Editorial Araluce. Barcelona.
Proyecto Educativo Institucional IPN. (2019). Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional.
Sáenz, J., Saldarriaga, O., Ospina, A. (1997). Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia, 1903-1946. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia.
En el marco de actividades por la conmemoración del Año Montessori UPN, hemos elegido como pieza del mes, el juego de Bastidores de Vestir de la colección de material didáctico Montessori del Museo Pedagógico Colombiano. Elemento donado al Museo en el año 2015, por la profesora Nelly Mendoza, y que de acuerdo a sus memorias como docente fue utilizado entre 1970 y 1980 en la sección de básica primaria del Instituto Pedagógico Nacional –IPN–. Materiales que llegaron a Colombia como parte de los elementos traídos por recomendación del equipo de la Segunda Misión Pedagógica Alemana desarrollada entre 1924 y 1926, cuyos objetivos fueron guiar las labores académicas del Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas; dotarlo con los recursos humanos, equipándolo con las herramientas pedagógicas y demás mobiliarios necesarios para su funcionamiento; y, –entre otras cosas– transformar el rol de la mujer en la educación colombiana del siglo XX.
Gracias a las experiencias desarrolladas en las ‘Casas dei Bambini’ desde 1907, María Montessori revolucionó los parámetros pedagógicos de la época, situando al niño como el auténtico protagonista del proceso educativo. Allí inició la revolución en las prácticas de la educación infantil y la transformación de la concepción ‘social’ de la infancia, procesos en los que el trabajo de la pedagoga italiana, fue fundamental, puesto que, significo un vuelco total para las escuelas y sus actividades; de tal forma, la escuela se adaptaría al mundo infantil; convirtiendo al niño en el centro del sistema escolar.
Así, el método de enseñanza Montessori, se fundamentó en tres principios:
“El ambiente adecuado, el maestro humilde y el material científico” (Montessori, 1950, p. 15).
Sobre el último, el énfasis estaba en su poder de activación sensorial, para que de esta manera el niño al utilizarlo pudiera desarrollar diferentes destrezas, ejercitando su propia sensorialidad e inteligencia. En consecuencia, el objeto no solo debía ser atractivo, sino también una herramienta poderosa de exploración, trabajo, conquista y posibilidades, ya que, para saber exactamente como emplearlo, primero el niño debía proceder a manipularlo.
“Sólo el trabajo y la concentración que dan primero el conocimiento y luego el amor pueden llevarlo a una transformación que es la revelación del hombre espiritual”. (Montessori, La Mente del Niño, pág. 219, Garzanti)
Es importante señalar, ciertos aspectos del material didáctico ‘montessoriano’, el cual fue creado según la clasificación sistemática de las cualidades sensoriales de cada uno de estos objetos, para luego, a partir de ellos explorar las bases del conocimiento (escritura, lectura, matemáticas, etc.). En ese orden de ideas, todos los materiales se diseñaron como herramientas de progreso personal; por tanto, corresponden al proceso de desarrollo de cada niño, quien experimentará en base a su propia autonomía, libertad e identidad; además, recordemos que de acuerdo con el ‘Método Montessori’ el aprendizaje se obtiene a través de los sentidos, luego se transportaba hasta la mente y permanece allí.
Como dato curioso, la mayoría de objetos de la colección de material Montessori de nuestro Museo, hacen parte del área para el aprendizaje de las Matemáticas; sin embargo, como ya hemos establecido en otras publicaciones, su método, estudios, publicaciones y materiales didácticos, corresponden también con otras cuatro áreas de enseñanza: Sensorial, Lenguaje, Cultura y Vida Práctica, las cuales sirven para que el niño desarrolle distintas habilidades, como lo son: percepción y desarrollo de los sentidos; desarrollo del lenguaje escrito y verbal; descubrimiento y comprensión del mundo, el universo, las ciencias y las artes; y por último, discriminación visual, motricidad, desarrollo de reglas y relaciones sociales, cuidado del ambiente, vida cotidiana, higiene, cuidado del ambiente y control del propio cuerpo. Estas últimas, enmarcadas al área deVida Práctica, de la cual hacen parte los Bastidores que estamos reseñando como pieza del mes.
“En el cuidado de la persona, el primer paso es saber vestirse, desnudarse, ir al baño y lavarse las manos”. (Casa dei Bambini, Currículo. Tomado de: https://scuolamariamontessorict.com/ptof/)
Con este propósito, María Montessori incluyó entre su material didáctico, un conjunto de marcos cuadrados de madera de 28 cm por 28 cm (no deben superar los 30 cm), que sujetan en su interior dos fragmentos de tela, los cuales están unidos con diferentes sistemas de cierre –de los más usados en nuestra cotidianidad–: botones grandes o pequeños, botones de presión, cremalleras, cordones, velcros, hebillas metálicas o plásticas, y lazos, como es el caso de los ejemplares que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano.
En ese sentido, desde los 3 años y hasta los 6 años de edad, por medio del contacto con los Bastidores, se busca que los niños desarrollen y refuercen su coordinación, su capacidad de concentración, su motricidad fina; perfeccionen sus movimientos, y desarrollen las habilidades de independencia y autonomía necesarias para vestirse y desvestirse solos, para así comenzar a tomar sus propias decisiones. Es decir, actividades de la vida cotidiana, de la vida real o del día a día, tareas que de la misma manera tienen que ver con el pensamiento ordenado, la autodisciplina, la higiene, la limpieza en general, el propio aseo personal, el (auto) cuidado y la adaptación a la sociedad.
Entonces, a partir de la necesidad de aprender a abotonar y desabotonar, abrir y cerrar cremalleras, hacer y soltar nudos; y con la repetición de ese tipo de movimientos a través de la interacción con este material didáctico, se entrenan las manos y los dedos, se fortalecen los músculos de las extremidades superiores, se practica la postura de pinza que se usará posteriormente para coger el lápiz, y a su vez se desarrolla la coordinación mano–ojo, además que, resultan muy cómodos de utilizar por su tamaño.
Nuevamente en la conmemoración del Año Montessori en la UPN, resaltamos la importancia y vigencia del trabajo realizado por María Montessori como también del conjunto de materiales creados a partir de sus postulados, los cuales se elaboraron y produjeron masivamente a partir de años de observación y experimentación, por lo que cada uno está cuidadosamente diseñado, con una función específica y un porqué en la búsqueda de cumplir con un propósito educativo, tanto directo como indirecto. Y ciertamente por la profunda transformación que sus aportes han tenido en el enfoque de la Escuela, visibilizando y resignificando la importancia de la infancia y sus procesos de aprendizaje a nivel mundial. Al respecto, es fundamental recordar, que el ‘Universo Montessori’ es mucho más que un conjunto de materiales, incluso se le podría considerar toda una filosofía, en virtud de que se le reconoce como una forma de ver, entender y sentir al niño y a la vida.
Para conocer el juego de Bastidores de Vestir, la colección de otros Materiales Didácticos Montessori, otros objetos e implementos escolares de la historia, la memoria y la práctica educativa y pedagógica; y los archivos, textos y manuales pertenecientes a los fondos documentales que salvaguardamos y exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 5:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Palabras clave: Bastidores de vestir; María Montessori; Material Didáctico; Vida Práctica; Escuela Activa; Segunda Misión Pedagógica Alemana; Infancia; Maestros; Museo Pedagógico Colombiano.
Referencias
Catálogo general del Museo Pedagógico Colombiano. (2017). Sin publicar
De Stefano, C. (2020). El niño es el maestro. Vida de María Montessori. Barcelona. Editorial Lumen.
Montessori, M. (1950). El método de la pedagogía científica aplicado a la educación de la infancia. Barcelona: Biblioteca Nueva.
BBC News Mundo. (2020). La paradójica vida de María Montessori, la creadora de un método educativo para niños desfavorecidos que terminó convertido en un sistema para ricos. Fecha de consulta: 6 Jun. 2022. Desde: https://www.bbc.com/mundo/noticias-53949706
Como pieza del mes, hemos elegido la Máquina de Escribir ‘Olympia Progress’ que pertenece a la colección de artefactos mecánicos para la enseñanza y aprendizaje de la lectoescritura. Herramienta de uso masivo empleada en oficinas y, otros ámbitos en donde fuera necesaria la escritura mecánica, como, por ejemplo, la literatura, el cine, el periodismo, el teatro, la redacción de documentos, y cualquier otra actividad relacionada desde finales del siglo XIX y durante casi todo el siglo XX.
Nuestro ejemplar que posee el número de serie 167691, fue fabricado por la marca Olympia, aproximadamente a finales de la década de 1930, y sobre la cual, presumimos, llegó a nuestro país a inicios de los años 40’s, esto basado en la inscripción litografiada en la parte frontal de la Máquina de escribir, que indica: “Wilhelm A. Romberg Distribuidor General, Bogotá Colombia, Apartado 138”; puesto que, para la época, tal como como consta en la página 3565 de los Registros Federales de Comercio Internacional de los Estados Unidos de América proclamado el 19 de julio de 1941 (volumen 6, número 140), Wilhem A. Romberg, estaba registrada como una de las empresas colombianas con licencia de importación y exportación de diferentes insumos, elementos y otros aparatos, desde los Estados Unidos.
Olympia, es el nombre de una fábrica establecida en la región alemana de Roffhausen a partir de 1903, por la Compañía General de Electricidad Alemana – AEG (‘Allgemeine Elektricitäts-Gesellschaft – AEG’) empresa fundada en 1883 por Emil Rathenau, que tenía la licencia de uso y producción de las patentes de Thomas Alva Edison en toda Alemania.
A raíz del éxito comercial que las máquinas de escribir fabricadas en Estados Unidos estaban experimentando en Europa, la Compañía AEG, a inicios del siglo XX, decidió sumarse a este mercado e iniciar producción de estas en Alemania. Así, se le encargó al ingeniero, Friedrich von Hefner-Alteneck, que desarrollara un dispositivo de este tipo, presentando el modelo Mignon, primer modelo de máquina de escribir de la empresa, que además destacó por su economía, ya que, no solo resultó asequible para las grandes empresas, sino también para artesanos y particulares.
La introducción del primer modelo, marcaría para AEG el inicio de una importante producción de máquinas de escribir. Entonces, desde 1903, la distribución fue transferida a la ‘Union Schreibmaschinen-Gesellschaft m.b.H.’ (Sociedad de Máquinas de Escribir), donde posteriormente surgió Olympia. Luego, a partir de 1930, toda la producción se fabricó con el nombre comercial y la marca internacional ‘Olympia’, que se convirtió en todo un gigante de la industria de este tipo de herramientas.
A pesar de sufrir las dificultades propias a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial (1939–1945), como la destrucción de la planta de la ciudad de Erfurt. Una vez finalizada la Guerra, se abrió una nueva planta de producción en el territorio occidental de Alemania, donde la marca empezó a crecer considerablemente alcanzando un gran éxito en los años posteriores. De este modo, en la década de 1950, las ventas, ganancias y el número de empleados aumentaron continuamente, teniendo a finales de ese periodo, más de 12.000 empleados, diferentes puntos para la fabricación y el suministro de piezas para producción, y la construcción de una nueva planta en la ciudad de Leer, en la que también comenzó la fabricación de máquinas de escribir de viaje y otras de menor tamaño.
A inicios de 1960, la marca dio principio a la construcción de máquinas de escribir eléctricas, y a mediados esta década, también fabricaban máquinas de cálculo mecánicas y electrónicas. En aquel momento, la expansión de la marca era tan notable, que una de cada dos máquinas producidas en Alemania procedía de Olympia. Progresivamente en 1969, adquirieron fábricas de otras marcas alemanas del mismo tipo, ampliaron las instalaciones de la planta principal de Roffhausen, e inició una relevante expansión internacional, estableciendo sedes de producción en Belfast (Irlanda del Norte), Ciudad de México y Santiago de Chile, así como en Toronto.
Para 1970, el número total de empleados nivel mundial, superaba los 20.000. En aquella época, Olympia no solo era el fabricante de máquinas para oficina número uno en Alemania, sino que también era uno de los tres mayores fabricantes de máquinas de oficina del mundo; destacando –como hito histórico– por su participación como expositor en la inauguración del primer pabellón de la Feria Comercial de Hannover CeBIT 1970 – ‘Centros de Oficina y Tecnologías de la Información’ (Centrum der Büro- und Informationstechnik – CeBIT), donde presentó el Olympia Multiplex 80, un nuevo sistema de adquisición de datos controlado por computadora, que contaba con un sistema informático, para aplicaciones comerciales del sector bancario y las cajas de ahorro, y para la adquisición de datos operativos en otros sectores.
Pero en los años 80’s, comenzaría el declive de la empresa por falta de innovación de los productos, temas de costos, materiales, nuevos métodos de producción, que no lograban competir con los nuevos sistemas del campo tecnológico, y especialmente, por el declive emergente de la tecnología de oficina clásica y el desarrollo de las nuevas computadoras pequeñas, situaciones que marcaron el final de AEG Olympia Werke AG.
Ante tal panorama y después de años de pérdidas económicas, finalmente a finales de 1991, las sedes corporativas de las empresas matrices decidieron retirarse del mercado, cerrar las plantas principales, y convertir partes de Olympia en empresas económicas más pequeñas para la distribución de cajas registradoras, máquinas y equipos de oficina localmente en Alemania. Actualmente, solo existen los derechos de la marca, los cuales son propiedad del empresario Heinz Prygoda, quién fundó Olympia Business Systems Vertriebs GmbH (OBS), dándole continuidad al negocio, pero a menor escala.
Ahora bien, en relación a la historia de las máquinas de escribir, podemos identificar su existencia desde varios periodos puntuales, sin que los mismos, representen la aparición exacta de esta herramienta en la historia de la humanidad, puesto que, fueron diferentes personas quienes contribuyeron con su evolución, a cuenta de aportes y patentes las cuales, terminaron llevando a la construcción de las primeras máquinas de este tipo comercializadas con éxito. En este sentido, es importante mencionar los siguientes momentos:
En 1714, se testimonió en Inglaterra el prototipo de una ‘máquina para imprimir letras’, creado por Henry Mill; luego en 1808, se registra un artefacto que combinaba el papel carbón de calco –tipo de papel utilizado en la escritura con máquina para reproducir un dibujo o un conjunto de letras, obteniendo así un trazo idéntico– con un sistema de teclas, inventado por el italiano Giuseppe Pellegrino Turri (curiosamente algunas de aquellas máquinas primitivas, fueron concebidas con una función filantrópica para permitir escribir a personas con discapacidad visual); y, posteriormente en 1829, el norteamericano William Austin Burt presentó una máquina llamada tipógrafo, que se ha documentado como la “primera” máquina de escribir, al respecto, el Museo de Ciencias de Londres la describe simplemente como «el primer mecanismo de escritura cuya invención fue documentada».
Particularmente entre 1829 y 1870 se patentaron en Europa y América muchos modelos de máquinas de imprimir o escribir, pero ninguna de estas llegó a comercializarse. Fue hasta 1872, cuando apareció el primer dispositivo de este tipo que tuvo éxito comercial, inventada en 1872 por Carlos Glidden, Samuel W. Soulé y Christopher Sholes; patente que fue comercializada en aquel momento por la empresa norteamericana E. Remington and Sons, siendo conocida como la Máquina de escribir Sholes and Glidden (C. L. Sholes). Entonces en 1873, Remington iniciaba la producción de la primera máquina de escribir comercial en su planta fundada en la región de Ilion (Nueva York).
Fue hasta 1920 cuando, estas máquinas alcanzaron su diseño estándar, con pequeñas variaciones según cada fabricante, pero en su mayoría teniendo el siguiente diseño: El mecanismo de cada tecla en su otro extremo se unía a una pieza conocida como tipo la cual tenía el correspondiente carácter (letra, número o símbolo) en relieve en su otro extremo. Así, cuando se presionaba una tecla con fuerza y firmeza, el tipo golpeaba una cinta de tela entintada extendida frente a un cilindro sobre el cual se enrollaba y sujetaba el papel, cuando se alcanzaba el final de cada línea, por medio del accionar de una palanca, el cilindro rotaba y el papel subía para continuar con el ejercicio de escritura.
Aunque el éxito y masificación de las máquinas de escribir a nivel mundial, fue determinante en variados oficios durante casi todo el siglo XX, incluso “abriendo” el camino a lo que consideramos otras formas de evolución del dispositivo: –en orden de aparición– las máquinas de escribir eléctricas, los diseños híbridos que combinaban las características de una impresora y una máquina de escribir y, por consiguiente, los computadores. A partir de la década de 1980, los avances técnicos y tecnológicos en los programas de procesadores de texto para las computadoras y ordenadores personales, reemplazaron progresivamente a las máquinas de escribir en algunos países, mientras que en otras regiones su uso se vio afectado hasta entrado el siglo XXI.
En ese orden de ideas, no podemos olvidar las amplias ventajas que la escritura en computador, tiene en comparación con la antigua forma de hacerlo mediante las máquinas de escribir, como lo son: facilidad para la corrección de errores, muchísimas posibilidades para el tipo de fuente, y también, la capacidad de personalización de los textos, en colores, negrita, cursiva, resaltado de los mismos, entre otras opciones, que seguramente todos hemos explorado.
Entre las compañías más exitosas que manufacturaron este tipo de máquinas y sus accesorios, sobresalen marcas como: Adler-Royal, Brother, Smith-Corona, Olivetti, Canon y por supuesto Olympia, precisamente la marca de nuestra pieza del mes. Y, en relación con el fin de su producción, la última máquina de escribir fue fabricada en Europa, por la empresa Brother en el año 2012, herramienta que ahora hace parte de la colección del Museo de Ciencia de Londres.
Sin embargo, existe un aspecto muy interesante, que vale la pena recordar en cuanto al diseño de las máquinas de escribir, y es la distribución ‘QWERTY (d-f-g-h-j-k-l)’ del teclado, en particular por la vigencia que aún tiene, ya que, fue inicialmente establecida con el lanzamiento de las máquinas Sholes and Glidden de 1874, y aunque existen otras variantes, la dispuesta a finales del siglo XIX, se convirtió en la forma estándar de organización para los teclados de máquinas de escribir y computadores, en los diferentes países de lengua inglesa y española.
De acuerdo a reseñas encontradas en la web, las Máquinas de escribir de tipo mecánico fabricadas por Olympia se destacaban por tener una calidad superior a la de sus competidoras, al incorporar ingeniería alemana de la mayor precisión y avanzada tecnología –de la época– y materiales duraderos de la mejor calidad, como el acero y el cromo. Características que han contribuido a que un número considerable de las máquinas antiguas de esta marca hayan sobrevivido a nuestros días en excelentes condiciones. Y para la muestra, el ejemplar que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, la cual posee un buen estado de conservación, representando un vestigio de la tecnificación de los procesos para la escritura.
Hay que tener en cuenta que, durante buena parte del siglo XX, la redacción, producción y reproducción de documentos, fue posible gracias al uso de las máquinas de escribir. Es más, es probable que en muchos hogares antes de tener una herramienta para el desarrollo de tareas escolares como el computador, se utilizaran máquinas de escribir como artefactos para el apoyo y elaboración (con mayor eficiencia en cuanto a tiempo se refiere) de algunos de nuestros quehaceres académicos, como pudo ser la redacción de ensayos, cartas, documentos y otros ejercicios de escritura.
Teniendo en cuenta el punto anterior, el uso de la máquina de escribir, dio un carácter impersonal a los escritos –debido a que en varias ocasiones reemplazó la escritura manual–; además, el procedimiento mecánico de la escritura aceleró el ritmo de las comunicaciones, reduciendo los costos y el tiempo de la producción escrita. Igualmente, es importante señalar que la producción de máquinas de escribir a nivel mundial, logró facilitar la lectura de libros, documentos, cartas, y otros textos; y, como dato relevante, permitió a las mujeres ingresar masivamente al mundo laboral como dactilógrafas (mecanógrafas).
En relación con el uso y función pedagógica de las máquinas de escribir, quienes tuvimos la fortuna de utilizarlas, nos familiarizamos con estos dispositivos, a través de asignaturas de Mecanografía, que, hasta inicios del siglo XXI, hicieron parte de los planes escolares en el nivel de secundaria, donde muchos estudiantes aprendimos a introducir caracteres alfanuméricos (letras y números), para construir textos y plasmarlos en papel, por medio de los teclados, que poseen artefactos como las máquinas de escribir, los computadores y las calculadoras. Y también, asuntos como: la postura correcta para sentarse con la espalda totalmente recta; la posición adecuada de los brazos y las manos, y de cada uno de los dedos sobre el teclado; y habilidades de digitación veloz y precisa al tacto.
Para conocer la Máquina de escribir Olympia Progress, otros objetos e implementos escolares de la historia, la memoria y la práctica educativa y pedagógica; y los archivos, textos y manuales pertenecientes a los fondos documentales que salvaguardamos y exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 5:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
En el marco de la conmemoración del Año Montessori UPN, hemos elegido como pieza del mes, la Caja de Husos de la colección de material didáctico Montessori del Museo Pedagógico Colombiano. Elemento donado al Museo en el año 2015, por la profesora Nelly Mendoza, que fue utilizado entre 1970 y 1980 en la sección de básica primaria del Instituto Pedagógico Nacional –IPN–. Sobre el cual (al igual que otros objetos de la colección de material Montessori de nuestro Museo), recientemente descubrimos que llegaron a Colombia como parte de los elementos traídos por recomendación del equipo de la Segunda Misión Pedagógica Alemana que vino a nuestro país entre 1924 y 1926, cuyo objetivo –como ya se ha establecido en diferentes publicaciones relacionadas– fue cambiar el rol de la mujer en la educación, guiar las labores académicas del Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas y, por supuesto dotarlo con los recursos humanos, mobiliarios y demás herramientas necesarias para instalarlo y equiparlo con material didáctico y pedagógico traído directamente del extranjero.
Al respecto Franzisca Radke, señalaba:
“En agosto [de 1927] habían llegado 250 bultos de Alemania y de los Estados Unidos con útiles de enseñanza” (Radke, 1936, p. 14).
Como dato notable, después de examinar el conjunto de materiales Montessori que exhibimos en el Museo Pedagógico, y basados en el sello de fabricación estampado en la parte posterior de estos, identificamos su fabricante: la empresa alemana “P. Johannes Müller. Verlag für Schulhygiene. Buch- u. Lehrmittelverlag” (Editorial P. Johannes Müller para la higiene escolar. Editora de libros y material didáctico), localizada en el área de Charlottenburg en Berlín, la cual desde 1890 se dedicaba a la fabricación de mobiliario escolar y contaba con talleres para el diseño de equipamiento escolar, entre los que se destacaron algunas patentes y licencias de producción de bancos escolares, como el modelo Columbus (que recibió una medalla de oro en la Feria de Inventores de París de 1891); y el modelo Rettig, quizás el más exitoso y de uso masivo en Alemania, en virtud de tener espaldares individuales y un reposapiés elevado que permitía entrar y salir de forma más fácil, y ahorrar espacio.
Así, los trabajos de P. Johannes Müller & Co., fueron reconocidos en algunas exposiciones de diseño internacional, destacándose en 1911 por su participación en la exposición internacional Hygiene Exhibition de Dresde, donde recibió una medalla de oro al presentar un aula equipada con los ya referenciados bancos escolares Rettig; y también, en 1914, luego de presentar una habitación infantil modelo Montessori en la exposición German Werkbund de Colonia, con lo que se consolidó como el único fabricante y primer distribuidor de material Montessori en Alemania, recibiendo incluso el permiso directo de ella para la fabricación de sus mobiliarios y herramientas didácticas. De esta forma entre 1913 y 1935, la empresa, tuvo el derecho exclusivo de exponer, manufacturar y comercializar muebles y material didáctico Montessori en territorio alemán.
Folleto publicitario de 1914 para la exposición del Werkbund alemán en Colonia. P. Johannes Müller: único fabricante en Alemania de materiales Montessori. “Material didáctico alemán Montessori. Para la educación independiente en la primera infancia. Según los principios de la pedagogía científica de la Dra. M. Montessori”. [Imagen]. Fuente: http://www.vs-furniture.ae/media/cache/9e/ca/9ecaeb2f45cbfec319a9ba50ecba953f/vs_25866_02_1.jpg
Por consiguiente, de acuerdo al rastreo histórico y la trayectoria de la empresa P. Johannes Müller, se presume que la llegada a Colombia de la Caja de Husos que hace parte de la colección del Museo Pedagógico sucedió a mediados de los años 30, y puntualmente después de 1934, año en que se abrió en el Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas, el grado de Kindergarten en los locales de la nueva casa donde igualmente se alojaba la Escuela Montessori para niños de grado primero.
Como ya se ha señalado, la Caja de Husos que reseñamos, es una herramienta representativa del legado y trabajo realizado por María Tecla Artemisia Montessori (1870–1952), –que, en el año 2022 cumple 70 años de fallecida–, y quien, a partir de trabajos de psicología experimental y estudios médicos aplicados a niños denominados como “anormales”, fundamentó un método de enseñanza para todos los infantes, el cual se consolidó como un verdadero método pedagógico de vanguardia, fundamentado en tres principios:
“El ambiente adecuado, el maestro humilde y el material científico” (Montessori, 1950, p. 15).
El Ambiente hacía referencia a un espacio adecuado para que el niño creciera y se descubriera a sí mismo en medio de su mundo; mientras que, los Maestros tenían la responsabilidad de conocer y respetar la personalidad de cada niño y su grado de desarrollo; y al mismo tiempo el Material, debía ser sensorialmente atractivo para que, por medio de su manipulación el niño, desarrollara distintas habilidades. Por ejemplo: desarrollo de los sentidos, desarrollo del lenguaje escrito y verbal, aptitudes en matemáticas, descubrimiento y comprensión del mundo, discriminación visual, motricidad, desarrollo de las relaciones sociales, vida cotidiana (higiene y cuidado de sí mismo), entre otras.
Se trataba entonces de un conjunto de materiales de enseñanza que correspondían a cinco áreas de aprendizaje: Sensorial, Matemáticas, Lenguaje, Cultura y Vida Práctica; además, recordemos que para Montessori el aprendizaje se obtenía a través de los sentidos, luego se transportaba hasta la mente y permanecía allí.
Así pues, en 1898, María Montessori conocería el manicomio de Roma, quedando sorprendida ante el despiadado trato que brindaban a los niños considerados como “retrasados”, “deficientes” o “idiotas”; posteriormente, visitaría otros barrios marginados y un reformatorio, donde nuevamente evidenció el abandono de los infantes. Situaciones que la motivaron a intervenir y transformar el proceso pedagógico de los niños, concluyendo que este debería estar fundamentado sobre el respeto y el amor, con relación a esto, mencionaba:
“el niño es fuente de amor; cuando lo tocas, tocas el amor” (Montessori, 1948, La mente del Bambino).
Por tanto, el 6 de enero de 1907, abrió su primera escuela, la ‘Casa dei Bambini’, para niños de 3 a 6 años, donde asistieron niños de escasos recursos económicos, en su mayoría hijos de analfabetas. A través de aquella experiencia educativa, revolucionó los parámetros educativos existentes hasta esa época, situando a los Niños como los auténticos protagonistas del proceso educativo. Fue allí donde inició la revolución en la educación infantil; los inicios del siglo XX marcarían la transformación radical de las prácticas que se aplicaban en la Educación Infantil y, para tal proceso, su trabajo y los materiales que inventó fueron fundamentales.
Para ella, el niño era el protagonista de su propio aprendizaje, por lo que creó una serie de materiales con el propósito de fortalecer el carácter autónomo de la educación en ellos, dando un vuelco total a las escuelas y sus actividades, adaptando incluso los espacios del centro educativo a la medida de los niños, ya que el cambio correspondía a la escuela y sus métodos, no a los niños. Poner la Escuela al alcance y al tamaño del Niño, significó que esta se adaptara al mundo infantil, y desde ese momento la infancia se convirtió en el centro del sistema escolar.
De la experiencia sobre dichos objetos en las Casas dei Bambini, resaltaba:
“[…] hice fabricar un material científico exactamente igual al que yo usaba en una institución de niños con discapacidad mental, el cual por haber sido utilizado para ese objeto nadie pensó que pudiera llegar a ser un material escolar” (Montessori, 1907, p.1).
En ese orden de ideas, nuestra pieza del mes pertenece al área de Matemáticas, la cual busca desarrollar el reconocimiento de números y cantidades; y cuyos materiales didácticos, tienen diferentes grados de dificultad a las que el niño accede progresivamente a medida que adquiere habilidades.
«Los objetos matemáticos no están dispersos en el ambiente como los árboles, las flores o los animales. Por ello, en la edad infantil no hay ocasión de desarrollar espontáneamente la mente matemática, lo que determina un obstáculo para el posterior desarrollo mental. Por esto a los materiales sensoriales los llamamos abstracciones materializadas” (Montessori, 1949, La Mente Absorbente del Niño).
Las matemáticas son de las áreas más interesantes para desarrollar desde la perspectiva de la pedagogía Montessoriana, puesto que, cuando nos hablan de estas, pareciera que únicamente dichos conceptos se asocian a operaciones como la suma, la resta, la multiplicación, la división y la resolución de problemas a través de ecuaciones o procedimientos que pueden parecer aislados para la mayoría de las personas del común. Sin embargo, están presentes en nuestro día a día, y asimismo van mucho más allá de aquellas operaciones, dado que la vida cotidiana está llena de particularidades matemáticas o relacionadas con ellas. En este sentido, funciones como mantener la concentración y el equilibrio, hacen parte del desenvolvimiento del niño, y en consecuencia implican el desarrollo de conceptos lógicos.
Sobre este punto, Montessori advertía:
“Los resultados que se constatan en nuestros niños contrastan bastante con el hecho de que en general, en las escuelas, las matemáticas son un escollo en vez de una materia atractiva y que a este respecto en la mayor parte de las personas son frecuentes las barreras mentales” (Montessori, 1949, La Mente Absorbente del Niño).
En relación con el punto anterior, el aprendizaje de las matemáticas busca el desarrollo de conceptos lógico-matemáticos de suma importancia como la numeración, el conteo y la cantidad, los cuales son abordados desde su propuesta pedagógica, con el apoyo de materiales de entre los que se destacan otros como: los Números de Lija, las Perlas doradas, el Material Multibase y las Tablas de Séguin.
Ahora bien, la Caja de Husos, es un material utilizado en la segunda etapa de educación infantil (entre los 3 y 6 años) que busca la asociación del signo, símbolo o grafía de los números con la cantidad que estos representan en la realidad, a la vez que refuerza la numeración y más importante aún, busca la interpretación del concepto del cero como una cantidad nula, noción de relevancia dentro del proceso de aprendizaje matemático del niño.
Generalmente, está compuesta por una caja rectangular de madera dividida en diez compartimientos numerados entre el 0 y el 9, con 45 husos de madera (palitos de madera) y un cesto pequeño. Aunque también puede encontrarse dividida en dos secciones de cinco compartimientos cada una, como es el caso del ejemplar que reposa en el Museo Pedagógico Colombiano, que está marcado con los números entre el 6 y el 10.
A continuación, se muestra el modelo más conocido de este tipo de material:
Entre los propósitos educativos de la Caja de Husos, destacamos los siguientes: interpretar y aprender la secuencia de símbolos entre el 0 y el 9, a través de la observación; asociar a cada uno de los diez símbolos una cantidad que pueda manipularse manualmente; identificar que además de esos diez no existen más símbolos para representar cantidades; apropiar el concepto del número cero alejándose un poco de lo concreto hacia lo abstracto, buscando que el niño comprenda que el cero no demarca ninguna cantidad; e interiorizar el primer grupo de números decimales, correspondiente a una cifra, entre el 0 y el 9.
En relación con el uso y función pedagógica del material didáctico que comprende nuestra pieza del mes, esta puede resumirse de la siguiente manera: 1) invitar al niño a sentarse junto al adulto frente al material que preferiblemente debe estar en el suelo; 2) sacar los husos de la caja y depositarlos en el cesto; 3) iniciar el acercamiento al material con el concepto del número cero, señalando al niño varias veces su nombre y símbolo, e indicando que para este número no hay husos, para lo cual, el niño tocará con su mano el espacio destinado para el cero y notar que dicho lugar está vacío; 4) posteriormente, se pasa a la zona del número uno, preguntándole si conoce el nombre del símbolo; si no lo conoce, se le explicará, pidiéndole que tome con fuerza un solo huso en sus manos, lo sienta y lo coloque en el lugar correspondiente; 5) se continuará realizando el procedimiento anterior con el resto de los números hasta que la mecánica sea evidente para el niño, y él siga haciéndolo autónomamente; 6) para terminar, al momento de guardar el material y devolver los husos desde cada compartimiento al cesto, es importante indicarle que vuelva a contar desde el número uno hasta el final, verificando que no haya sobrado ni faltado ningún huso.
Al igual que otros materiales didácticos Montessori, el elemento reseñado, tiene un carácter autocorrectivo, de esta manera el niño podrá percatarse si comete algún error, sin la necesidad de que un adulto se lo haga notar. Sobre este aspecto, con la Caja de Husos la autocorrección se evidencia hasta finalizar el ejercicio, donde él mismo podrá advertir, si hicieron falta husos para completar los espacios o si por el contario sobraron, notando de este modo, si alguno de los compartimientos no tiene el número correcto de husos. Herramientas como estas, permiten a los niños convertirse en sus propios maestros, orientando el desarrollo de todas y cada una de sus capacidades, creando conciencia y sentido de autonomía, iniciativa e independencia para sus procesos de aprendizaje.
Como información curiosa, paradójicamente hoy en día, los ambientes y materiales Montessori tienen un costo realmente elevado, siendo una contradicción para el origen ‘social’ del método y sus diferentes materiales, que surgieron ante el interés y la necesidad de acceso a la educación de los niños pobres y en condición de discapacidad de Roma.
Nuevamente en la conmemoración del Año Montessori en la UPN, resaltamos la importancia y vigencia del trabajo realizado por María Montessori como también del conjunto de materiales creados a partir de sus postulados, los cuales se elaboraron y produjeron masivamente a partir de años de observación, por lo que cada uno está cuidadosamente diseñado, con una función específica y un porqué en la búsqueda de cumplir con un propósito educativo, tanto directo como indirecto. Y ciertamente por la profunda transformación que sus aportes han tenido en el enfoque de la Escuela, visibilizando y resignificando la importancia de la infancia y sus procesos de aprendizaje a nivel mundial.
Para conocer la Caja de Husos, la colección de otros Materiales Didácticos Montessori, otros objetos e implementos escolares de la historia, la memoria y la práctica educativa y pedagógica; y los archivos, textos y manuales pertenecientes a los fondos documentales que salvaguardamos y exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 5:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Palabras clave: Cajas de Husos; María Montessori; Material Didáctico; P. Johannes Müller; Escuela Activa; Segunda Misión Pedagógica Alemana; Matemáticas; Infancia; Maestros; Museo Pedagógico Colombiano.
Referencias
Catálogo general del Museo Pedagógico Colombiano. (2017). Sin publicar
De Stefano, C. (2020). El niño es el maestro. Vida de María Montessori. Barcelona. Editorial Lumen.
Montessori, M. (1950). El método de la pedagogía científica aplicado a la educación de la infancia. Barcelona: Biblioteca Nueva.
BBC News Mundo. (2020). La paradójica vida de María Montessori, la creadora de un método educativo para niños desfavorecidos que terminó convertido en un sistema para ricos. Fecha de consulta: 6 Jun. 2022. Desde: https://www.bbc.com/mundo/noticias-53949706
vsamerica.com. (sin fecha). VS | Chronicle | School furniture and office furniture direct from the manufacturer. (Crónica | Mobiliario escolar y mobiliario de oficina directo del fabricante). Fecha de consulta: 13 Jun. 2022. Desde: https://vsamerica.com/chronik
vs.de/en/. (sin fecha). VS | The School Museum | Historic school furniture | Montessori | Furniture and learning materials for a different kind of school. VS and Montessori education. (El Museo Escolar | Mobiliario escolar histórico | Montessori | Mobiliario y material didáctico para una escuela diferente. VS y educación Montessori). Fecha de consulta: 13 Jun. 2022. Desde: https://www.vs.de/montessori/en/
Como pieza del mes, hemos elegido el ‘Examen de Admisión del Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas, que hace parte de la colección de archivos y documentos que pertenecen al Fondo IPN del Museo Pedagógico Colombiano, el cual fue aplicado inicialmente en 1927 como uno de los requisitos para el ingreso del primer grupo de mujeres aspirantes a obtener el grado de maestras de escuela inferior, superior y normal, en el marco del inicio de labores académicas del Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas –IPN para Señoritas–. En este orden de ideas: ¿tuviste que presentar algún examen de admisión para el colegio o universidad?, ¿cómo era su estructura y cuáles eran algunas de las preguntas? y, ¿en qué área tu desempeño era mejor?
Para entender el lugar que ocupó el examen en el marco de la estructura misional y de funcionamiento del antiguo IPN para Señoritas, es fundamental establecer su contexto, que se ubica en las disposiciones gubernamentales del Artículo 1° de la Ley 25 de 1917 “sobre Institutos Pedagógicos Nacionales”:
“Habrá en la capital de la República un Instituto Pedagógico Nacional para Institutores y otro para Institutoras, donde se eduquen en la ciencia pedagógica maestros y maestras de escuela inferior, superior y normal, y profesores aptos para la enseñanza didáctica y para la dirección e inspección de la enseñanza pública nacional” (Ley 25 de 1917. Sobre Institutos Pedagógicos Nacionales. Diario Oficial. Año LIII. No. 16239. 9, noviembre, 1917).
Las cuales se materializaron con la construcción del edificio y la apertura de la institución femenina el 9 de marzo de 1927 en la ciudad de Bogotá, y por supuesto la presencia de la Segunda Misión Pedagógica Alemana (1924–1926), en cuyo seno se estableció la estructura académica, el pensum y el reglamento del IPN para Señoritas, redactados por el equipo de docentes y educadores liderados por Franzisca Radke, primera rectora del Instituto; quienes con apoyo del Gobierno Conservador de la época posibilitaron al conocimiento y ciencias de la educación otras formas de aplicación en los métodos de enseñanza y aprendizaje, que apuntaban a la modernización de las prácticas de formación de maestras de Colombia.
Establecida la necesidad de crear dos Institutos Pedagógicos Nacionales para institutores en Bogotá, uno masculino y otro femenino con el objetivo de formar maestros y maestras en las lógicas de la modernidad y el contexto. Fue hasta el 29 de abril de 1929 con la instalación de la luz por parte de la empresa de energía, cuando el grupo de docentes alemanes y maestros colombianos lograron implementar en condiciones realmente dignas y de comodidad, las propuestas y recomendaciones de la Misión, para que la educación colombiana estuviera en diálogo con su contexto desde la práctica como experiencia, evitando los procesos memorísticos, y cambiando el rol de la mujer en la educación, dándole la posibilidad para que se educaran en asignaturas a las que anteriormente por su género no podían acceder.
Al respecto, Radke mencionaba sobre la apertura del IPN para Señoritas:
“[…] se abrió el 9 de marzo de 1927, sin luz, sin agua, ni mobiliario. Se dormía sobre colchones colocados en el suelo; la noche se alumbraba con esperma y más tarde con lámparas de petróleo; la Avenida Chile estaba sin urbanizar, y el mismo barrio de Chapinero tan lejos de Bogotá, como cualquier otra ciudad. Un arca de piedra con las puertas abiertas, sin tapia, reja ni protección […]fue el principio del Instituto Pedagógico, por cierto, principio poco lujoso […]” (Radke, 1936, p.13)[1].
[1] Radke, F. (1936). Historia del Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas, desde 1927 hasta 1935. pág. 13
La participación de la Segunda Misión Alemana aporto al sistema educativo colombiano, la profesionalización de maestros, profesores y la fundación de la carrera docente a nivel universitario; sus contribuciones fueron significativas para la historia de la formación docente y la construcción de la memoria pedagógica del país.
“La intervención del equipo alemán en Colombia durante la Segunda Misión Pedagógica en el marco político del final de la ‘Hegemonía Conservadora’ (1900–1930) se enfocó en el carácter político de las ideas impartidas en la escuela, reformulando la Ley de Instrucción Pública existente hasta la época, para reformar la educación normalista y reestructurar la formación de maestros”[2].
El Instituto iniciaría actividades académicas, con 69 estudiantes de diferentes regiones del país (Boyacá, Cundinamarca, Huila, Meta, Norte de Santander, Santander del Sur y Tolima) repartidas en 3 cursos, de este grupo, 31 fueron trasladadas directamente desde la Escuela Normal del Estado de Cundinamarca y, las 38 (futuras maestras) restantes, fueron las elegidas después de la presentación del examen de admisión que comprende nuestra pieza del mes.
En consecuencia, entre diciembre de 1926 y marzo de 1927, se presentaron 131 candidatas quienes presentaron el primer examen de admisión de manera escrita, el cual incluyó diferentes áreas del conocimiento, y varios tests de la Colección Termán, una herramienta creada por los psicólogos estadounidenses Lewis Madison Terman (1877–1956) y Maud Amanda Merril (1888–1978) en 1916, orientada a medir el coeficiente intelectual y el grado de aprendizaje de sujetos que tenían un mínimo nivel escolar, su estructura permitió analizar distintas áreas del conocimiento para determinar en qué nivel estaba la memoria a largo plazo, el sentido común, el vocabulario, la síntesis o selección lógica, la aritmética o concentración, el análisis, abstracción, planeación y organización de la información.
El examen quiso incluir todas las áreas del conocimiento sin importar la categoría: Redacción, Dictado Ortográfico, Matemáticas, Historia Patria, Geografía Patria, y religión. En ese orden de ideas, los cuestionarios de aquel examen divididos por áreas fueron los siguientes:
Un Dictado Ortográfico sobre el vuelo de un aeroplano; en Redacción se proponía redactar un texto que hablara sobre la experiencia de desplazamiento de las estudiantes a la ciudad, llamado: “Mi viaje a Bogotá”; en Religión eran varias preguntas sobre los misterios y verdades del catolicismo, los mandamientos, figuras religiosas representativas, la Oración y sus usos; en Aritmética se formulaban 8 ejercicios de suma, resta, multiplicación, división, fraccionarios, conversión de unidades y algunos problemas de lógica matemática; en Geografía las preguntas estaban orientadas al territorio colombiano, el dibujo del croquis, el reconocimiento de las áreas de producción industrial, nombrar los ríos de un departamento específico, describir la región (ya separada desde 1903) de Panamá y mencionar las características de diversas regiones como Florencia, Quibdó, la Sierra Nevada de Santa Marta y el Orinoco; y por último, en el área de Historia, había que describir personajes históricos como los Chibchas, Cristóbal Colón, Francisco de Paula Santander, Antonio José de Sucre, Policarpa Salavarrieta, Tomás Cipriano Mosquera, y el periodo de la Colonia.
Esta era la descripción del examen de admisión que las candidatas a Institutoras tuvieron que presentar en aquella época; que incluso, a la luz de la formación académica que se recibe actualmente en primaria y secundaria, se podría concebir como una prueba de conocimiento que no debería tener mayor dificultad. No obstante, como ya se enunció anteriormente, solo 38 aspirantes pasaron la prueba, pero con puntajes realmente bajos a los esperados, resultados que representaron un antecedente en la historia de la educación del país, ya que, si bien el Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas, simbolizó la oportunidad para muchas mujeres de acceder a la educación formal, por otro lado, expuso con preocupación otra realidad, los niveles de escolaridad e intelecto en comparación con los hombres.
Ante este panorama, los resultados generales de los puntajes no superaron los 440 puntos, cuando el resultado ideal obtenido por miles de alumnos adolescentes entre los 13 y 14 años, era de 1400. Pese a dicha realidad, se aceptaron los mejores puntajes considerando que los resultados no se debían a la falta de capacidad intelectual de las candidatas, sino que por el contrario no estaban acostumbradas a este tipo de exámenes. Justamente sobre este asunto, Francisca Radke comentaba sus apreciaciones sobre las entrevistas a las aspirantes:
“se podía dar cuenta que las candidatas venían de un sistema educativo deficiente, pues a su juicio, se habían formado en escuelas con locales inadecuados, que carecían de materiales didácticos aptos para su enseñanza y con unos métodos que enfatizaban en la memorización” (Prieto, 1997, p. 5).
Ahora bien, es importante precisar algunos aspectos sobre la implementación y transformación del examen en Colombia en la primera mitad del siglo XX, para comprender bajo que parámetros se realizaban y con qué objetivos.
En este sentido, de acuerdo la investigación de maestría: “De hombre memorable a sujeto calculable: aproximación a una historia del examen escolar en Colombia 1870-1930”, realizada por Ania Quintero, se exponen dos premisas importantes en relación con nuestra pieza del mes, la primera está planteada en la tesis doctoral: “El peso de la tradición: evaluación educativa y cultura en Colombia. 1900–1968”, desarrollada por José Guillermo Ortiz (2012) donde la revisión sobre el examen se articula a los conceptos de clasificación social, evolucionismo y positivismo, como antecedente de la evaluación en Colombia; y la segunda es la correlación entre el desarrollo de la clase media en Colombia y la función selectiva que surge al diseñar y aplicar un examen de selección para el ingreso a la educación superior en una institución que apenas estaba iniciando labores; indudablemente el examen parecía estar articulado con la clasificación social.
Por otra parte, en el Capítulo III. Exámenes – Exámenes de Admisión del documento redactado por Radke en 1932: “Pensum – Programa y Reglamento del Instituto Pedagógico Nacional Para Señoritas”, se describía el proceso de propuesta y calificación del examen de admisión, las materias a evaluar de forma escrita y oral, los tiempos de presentación, y también, las advertencias frente a las trampas, así se enunciaba en el Artículo 12 del documento:
“Los catedráticos presentarán a la Directora tres temas o problemas de sus asignaturas respectivas. Estos temas o problemas deben dirigirse principalmente a la inteligencia, y evitar todo aquello que sea exclusivamente de memoria. De estos la Directora escogerá el que le parezca más conveniente y lo dará al catedrático inmediatamente antes del examen, a fin de que él lo presente a las alumnas” (Radke, 1932, p. 126).
Entonces, una vez presentado el examen y luego de las tareas propias de revisión y calificación, el Jurado Calificador –que era nombrado de acuerdo con el Ministerio de Educación y presidido por el Instituto–, escogía tres grupos de acuerdo con los puntajes: 1. ° Aspirantes que pueden ser admitidas, 2. ° Regulares, y 3. ° Condicionales, refiriéndose a aquellas aspirantes que en unas materias no estaban suficientemente preparadas, pero que en otras eran muy buenas.
Sobre la metodología, el examen tenía dos partes, la aplicación escrita que comprendía: redacción, dictado ortográfico, matemáticas, religión, historia patria y geografía patria; y la que se presentaba de forma oral: sobre castellano y matemáticas, que solo se presentaba cuando las calificaciones en redacción, dictado y matemáticas fueran dudosas. De esta manera, la prueba escrita duraba 160 minutos, mientras que el examen oral, 7 minutos por cada materia.
Por último, el reglamento manifestaba en el Artículo 18 – Parágrafo IV, aspectos concernientes a ‘la copia’:
“Las alumnas que durante el examen se comuniquen mutuamente sus conocimientos, o que de alguna u otra forma perjudiquen la severidad y rectitud que se debe guardar en él, serán castigadas con el retiro inmediato del examen en esta asignatura. Si la falta fuere de tal naturaleza que merezca un castigo mayor, no podrán presentar el resto de los exámenes o serán retiradas definitivamente del Instituto” (Radke, 1932, p. 129).
Como dato notable, de las 69 alumnas aspirantes que ingresaron en el año de apertura del Instituto, únicamente 15 de ellas obtuvieron el título como maestras el 5 de noviembre de 1929, representando escasamente el 21.7% de mujeres graduadas en la primera promoción.
Además, en una nota de prensa publicada por el periódico El Tiempo el 12 de marzo de 1977, sobre la conmemoración de los 50 años de la inauguración del Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas, su autora Gloria Helena Rey[3], curiosamente la titulaba: “¡Se ‘rajaron’ casi todas!”, haciendo alusión al ‘fracaso colectivo’ que representaron los resultados ‘casi vergonzosos’ del primer examen de admisión realizado; igualmente, destacaba los tímidos pasos con que la mujer iniciaba en aquella época su devenir por la igualdad de oportunidades para el acceso a la educación, la forma en que la formación y los contenidos que se impartían en ese momento marcaban la brecha entre mujeres y hombre, y como esta realidad establecía una barrera cultural entre los dos géneros.
[3] Primera mujer ganadora de un Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en 1978 con el artículo “La otra cara de Bogotá”.
Y por supuesto, recordaba algunos aspectos sobre el contexto, la planta docente inicial, el vínculo con Alemania, su primera rectora, el pasado histórico, la trayectoria hasta la fecha, la vida escolar y las prácticas pedagógicas (algunas pioneras) que se desarrollaban al interior del IPN para Señoritas; y, por último, recogía algunas memorias, experiencias y percepciones de estudiantes, docentes y directores del Instituto acerca de la conmemoración de los 50 años de la institución, que se celebraban a finales de la década de los 70’s.
Para finalizar, destacamos el legado del primer Examen de Admisión del IPN para Señoritas, como parte de los archivos históricos del antiguo Instituto Pedagógico Nacional, puesto que, conforman una de las fuentes primarias y documentales que nos ayudan a comprender la historia y trayectoria de la Universidad Pedagógica Nacional en el ámbito educativo colombiano; a rastrear la historia del examen escolar dentro del sistema escolar del país; y evidentemente, a comprender y esclarecer los procesos de lucha de la mujer que garantizaron su acceso a otras oportunidades educativas y académicas para la formación pedagógica cualificada como maestras, que, entre otras cosas, permitió la reivindicación de la mujer –ciudadana– como sujeto político y activo, el desarrollo de su pensamiento crítico, y el acceso a otras disciplinas del conocimiento, que antes se consideraban vedadas para ellas.
Por otra parte, resaltamos la importancia de los Fondos Documentales Bibliográficos (archivos periodísticos, manuales y libros), en razón de que su conservación, cuidado y difusión, es clave para la reconstrucción y preservación de las memorias que entretejen la historia de la educación en Colombia y el papel fundamental que en esta evolución ha tenido la Universidad Pedagógica Nacional y su precedente anterior, el IPN para Señoritas.
Para conocer y consultar el Examen de Admisión del Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas, otros documentos sobre la historia del IPN; otros textos, manuales de alfabetización y demás archivos pertenecientes al fondo documental; y también los objetos e implementos escolares de la historia y la práctica pedagógica que salvaguardamos y exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 5:00 p.m. en las del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Palabras clave: Examen de Admisión; Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas; Franzisca Radke; Segunda Misión Pedagógica Alemana; Formación de Maestras; Mujer e Historia de la Educación; Maestras; Museo Pedagógico Colombiano.
Referencias:
Radke, F. (1936). Historia del Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas, desde 1927 hasta 1935. Bogotá: Editorial El Gráfico.
Quintero. A. (2017). De hombre memorable a sujeto calculable: aproximación a una historia del examen escolar en Colombia 1870–1930. Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá.
Antes de comenzar, te invitamos a escuchar nuestro Pódcast sobre el Catecismo Republicano para Instrucción Popular, realizado por estudiantes de Práctica del Museo Pedagógico Colombiano del programa en Pedagogía 2021-2 de la Universidad Pedagógica Nacional:
Como pieza del mes, hemos elegido el “Catecismo Republicano para instrucción popular” redactado por Cerbeleón Pinzón en 1865, que hace parte de la colección de Manuales de Disciplinas Escolares en la sección de catecismos religiosos, políticos y laicos que pertenecen al Fondo Documental Bibliográfico del Museo Pedagógico Colombiano, el cual fue destinado especialmente para las escuelas de los cuerpos de la guardia colombiana, creadas por el Decreto del 1.º de septiembre de 1864, promulgado por el entonces presidente de los Estados Unidos de Colombia (1863–1886), Manuel Murillo Toro.
Para esta oportunidad, es importante precisar que cuando hablamos de catecismos, nos referimos a textos que contienen la exposición breve de alguna doctrina, ciencia o arte, temáticas que se formulaban con base en el método catequístico, que fue utilizado como una técnica de instrucción popular, sencilla y práctica, en otros términos un instrumento didáctico, educativo y pedagógico, para transmitir enseñanza a los alumnos y fijar en su memoria diferentes conceptos concretos, que consistía en la organización de temas, capítulos y fragmentos en forma de preguntas, con sus respectivas respuestas. En particular culturalmente estamos más familiarizados y reconocemos en los catecismos, una herramienta básica para el adoctrinamiento en el cristianismo, puesto que en un inicio su énfasis era religioso. De este modo, los primeros catecismos aparecen por primera vez en el siglo VIII en forma de ‘’compendios históricos’’ que incluían la concepción cristiana de la creación del mundo y la explicación de las oraciones más populares como el padre nuestro y el credo.
Posteriormente, entre 1750 y 1850 al plantearse nuevas necesidades dentro de la sociedad en la búsqueda de aspiraciones de igualdad y fraternidad en todos los pueblos del mundo, se utilizó el método catequístico para enseñar nuevas doctrinas políticas a los sectores populares y alcanzar los propósitos ya enunciados, siendo este el contexto en el que nuestro Catecismo toma relevancia, pues el tipo de obra que representa nuestra pieza del mes se interesó en manifestar las bases de la Independencia y las nuevas formas de gobierno, y en general sus páginas presentaban un método orientado a la formación política y constitucional de los militares de la época, que se enfocó en la divulgación y enseñanza de los ideales, planteamientos y las bases ideológicas –tan necesarias– para la formación y consolidación colectiva de la nación colombiana, República que estaba naciendo en nuestro territorio después de los movimientos y guerras de independencia.
Por lo tanto, ya expuestas las diferencias principales entre los tipos de catecismos más importantes que han hecho parte activa de nuestra memoria e historia, podemos afirmar que en los contenidos del Catecismo Republicano se ubica de manera clara una concepción política, que, en función de su método de escritura, educaba la consciencia en los aspectos más importantes del conocimiento de la patria, procurando difundir en mayor medida ideas sobre libertad, democracia, y justicia social con el fin de promocionar y formar la ciudadanía colombiana a través del método más usado por las religiones cristianas y dentro de sí, para la construcción política del pueblo con el objetivo de alcanzar los planteamientos de la modernidad.
Así, los objetivos principales de este Catecismo que se circunscribió a la pedagogía constitucional del gobierno del liberalismo radical (1863–1885), fueron popularizar ‘sin exageración’: los principios fundamentales y el rumbo de la organización política conforme con la adopción del republicanismo, las condiciones favorables del país, y los hechos más notables de la historia patria hasta la época. De esta manera, el autor daba inicio con una reseña histórica acerca del descubrimiento y la colonización de América, y sobre la fundación del Estado en el tiempo del régimen colonial; progresivamente y de forma cronológica, presentaba diferentes momentos políticos del país, los cuales daban una breve idea de la organización política a los ciudadanos que se constituirían con la lectura del texto. Asimismo, se discutía el papel de los derechos individuales entendiendo que estos nacen en las necesidades de los habitantes, exigiendo su reivindicación y garantía en aras del cumplimiento constitucional del estado para con los mismos.
El Catecismo Republicano, en principio nació para el uso en las escuelas de la guardia militar colombiana con el objetivo de inspirar el ardor guerrero del soldado de Esparta, es decir el amor a la bandera de la nación desde sentimientos de dignidad, honor y respeto al poder civil; sin embargo, luego se extendió su uso para todas las escuelas públicas y privadas, y en general para la instrucción popular. Además, se redactó para poner al alcance del pueblo, los aspectos concernientes a las ventajas del Sistema Republicano bajo el que todos los seres humanos habían nacido; así, se contextualizaba (de forma conveniente para el mismo objeto que perseguía la obra) el país, según su ubicación geográfica, la diversidad de los elementos humanos y la riqueza de los recursos naturales del territorio; y de acuerdo con el autor:
“al alto destino que le reserva la Providencia en el mundo” (Pinzón, 1864, p. 5).
Para finalizar el Catecismo, su autor concluía con un capítulo sobre el patriotismo en donde exponía la importancia del establecimiento de las instituciones públicas que eran parte de la Patria y, que, sin estas y sin un gobierno regular no podía concebirse como tal, ya que la carencia de este tipo de instituciones eran el claro reflejo de las condiciones de sometimiento, dominio y opresión, por parte de las clases altas hacia los habitantes en general, en este sentido, las instituciones públicas en su quehacer y compromiso, debían garantizar la dignidad y los derechos del hombre ciudadano, quien a partir de la constitución de la República, se consideraba como la figura y elemento principal de la patria.
Entre otros aspectos, en los contenidos y capítulos del Catecismo, se encuentran temas tales como la división del territorio, de la república y de su población, es decir los departamentos, provincias, estructuras y, la organización política del estado en senadores y representantes. Igualmente debemos destacar que el instrumento de enseñanza que reemplazó a la religión, y que articuló las temáticas del Catecismo en cuestión, fue su centralidad en la historia y desde la historia patria, como nueva fuente de veracidad para aprender y conformar las nuevas consciencias en materia de política, libertad, dignidad y reconocimiento del sistema republicano.
En consecuencia, el Catecismo buscaba promover los principios de la Constitución de 1863, y defender entre otras cosas: al Federalismo como sistema político que pretendía la paz y el orden del territorio; la conformación de la República como ámbito para ejercer libertades políticas y cumplir responsabilidades cívicas; y la paz pública como la única vía segura para, la conservación y correcto funcionamiento de las instituciones, el progreso nacional y la civilización desde la consciencia. Por consiguiente, el texto, creado como un catecismo cívico para la formación del buen ciudadano, deseaba sembrar entre las juventudes colombianas los valores propios de una sociedad republicana y patriótica donde las relaciones civiles de las personas fueran reguladas, inculcando sobre la importancia de cumplir las leyes y acatar la Constitución, exaltando la paz como el camino para el mejoramiento general de la sociedad.
Nacido en el municipio de Vélez, departamento de Santander, Cerbeleón Pinzón (1813–1870) el autor de nuestra pieza del mes fue un destacado abogado, docente de Derecho Constitucional, catedrático de Economía Política, Ciencia Constitucional y Derecho Público, que también desempeñó algunos cargos en la Administración Pública, y en el Poder Ejecutivo Nacional, entre estos en el Ministerio de Gobierno, en el de Guerra, y como canciller en el Ministerio de Relaciones Exteriores en tres períodos: 1854, 1864 y 1866.
Diversos escritos y descripciones de la época lo señalan como un “Hombre de ideas amplias y razonamientos sólidos”, que ganó el reconocimiento y simpatía de la población, por su actitud conciliadora, su transparencia, integridad, caballerosidad y un temperamento modesto, calmo y moderado, entre otras facultades morales. Destacando muy joven por su destreza como orador, lo que incuestionablemente le capacitó para levantar su voz en los espacios públicos dentro de una sociedad en la que ‘la palabra dicha’ se consideraba una habilidad para la vida pública en cualquiera de sus campos, y una aptitud indispensable para hacer parte activa de los círculos letrados y académicos.
Fruto de estas mismas cualidades cívicas, políticas y morales, y a la reputación que fue ganando como profesor y abogado, en 1863 el presidente Manuel Murillo Toro le encargó escribir el Catecismo Republicano, puesto que se le reconocía como un ciudadano con la formación suficiente para:
«[…] vulgarizar (difundir) lo más posible los principios de las ciencias morales y políticas, a fin de formar un pueblo republicano» (Cardona, 2015, p. 38).
Un ‘Hombre Republicano’ que dispuso sus estudios, conocimientos, aptitudes, ideas, visión de la patria y atributos morales para la redacción de diversos textos, que sirvieran a la Colombia de la época mediante la formación de:
«[…] un pueblo que tuviese conciencia clara del derecho y del deber, y se hubiera familiarizado con ideas verdaderamente científicas» (Cardona, 2015, p. 38).
Gracias a esta obra, Pinzón es considerado uno de los principales publicistas y difusores de los principios republicanos y cívicos en Colombia en el siglo XIX, y como el Catecismo se destinó a los organismos de la guardia colombiana –un grupo de la población considerado menos hábil para la lectura y la escritura–, este se caracterizó por un lenguaje sencillo y claro, estrategia que facilitó su apropiación, pues sus contenidos circularon a través de la lectura individual, la lectura colectiva y la memorización de cada uno de los principios ‘adoctrinadores’ que conformaban sus páginas.
En efecto, se trataba de un texto básico, con nombres y fechas que reverenciaban los sucesos más memorables representativos de la grandeza y la historia de la patria, y desde la ‘iluminación’ de un sentimiento nacionalista inculcaba en sus lectores el arraigo y amor absoluto por el territorio en el que vivían, el deseo ferviente de defender su libertad y soberanía; y teniendo en cuenta que se destinó para los miembros de la guardia militar colombiana, el Catecismo, inspiraba la idea que el sacrificio de la vida era un tributo que merecía la defensa de la República.
Ahora bien, intentaremos situarnos desde la primera infancia en perspectiva de lo que cita el Catecismo, ya que, en este, se contempla al niño de acuerdo con una ‘educación’ en la que se le debería imprimir el espíritu de honor, de vergüenza y rectitud, pues así, el infante entendería que era capaz de ser digno y alcanzar a otras clases eliminando el señalamiento de deshonra, incapacidad e ignorancia, porque como lo exponía su autor:
’el rigor mas le exaspera que le corrije’’ (Pinzón, 1864. p. 8).
Por otra parte, en referencia a la labor del profesor (‘director’ en el lenguaje del texto), él debía distinguir a los alumnos que más sobresalían para esmerarse con ellos, obsequiando libros y proponiéndolos a los demás como espíritu al esmero. Además, dentro del espacio escolar y cuando hubiera distractores también estaba en el deber componer el semblante alzando la voz sin usar palabras denigrantes hacia los niños, evitando acciones que vulneraran sus derechos, en caso de que eso sucediera se debía corregir la situación manifestando a la luz de Pinzón:
‘’que este es un abuso indigno de la buena educación’’ (Pinzón, 1864. P. 9).
Otra de las responsabilidades en la labor docente, era la de recibir y despedir al infante desde la empatía con un semblante y expresiones de amor y cariño, de esta forma, el niño entendería que no es un individuo más o un sujeto inexistente y se sentiría como otro hijo más en su escuela. Para finalizar, concerniente al aseo y al orden en el contexto escolar, el Catecismo, en relación con el niño exponía que:
“En el local de la escuela todo debe respirar aseo i buen órden, porque es una parte principal de la educación de los niños el enseñarles la propiedad en todas las cosas, para formales el buen gusto i acostumbrarles a la decencia. Dios es órden: i el hombre en sociedad debe imitarle en lo moral i en lo físico: i así el director de una escuela enseñará a sus niños, no solo aquellas máximas que se dirigen a las buenas acciones, sino también aquellas que tienen por objeto el aseo, la limpieza, la proporción i el buen gusto” (Pinzón, 1864. P. 9).
Respecto al método pregunta/respuesta –ya mencionado anteriormente– usado para esta clase de textos, al momento de presentar la historia del descubrimiento y colonización de América, destacaba el papel de Cristóbal Colón, planteando preguntas y sus respectivas respuestas, por ejemplo:
“P. ¿A quién pertenece la gloria del descubrimiento de la América? R. El descubrimiento de la América estaba en el orden de los tiempos, tendiendo eficazmente a preparar ese acontecimiento el uso de la brújula, los adelantos hechos por los portugueses en la navegacion, i el deseo que se despertó de encontrar un paso por mar a las Indias occidentales, cuyas riquezas conocía i ambicionaba Europa. Cristóval Colon, natural de Jénova i navegante célebre, formado en la escuela de los portugueses, se empeñó en buscar el paso tan deseado hacia la India, navegando al poniente, e inesperadamente encontró la América, la que no tuvo por un nuevo continente, habiendo sostenido siempre que era una porción de las vastas rejiones del Asia, comprendidas entonces bajo el nombre general de India. En virtud de esto se le dio a las rejiones descubiertas el nombre de Indias, i a los habitantes el de indios. Sinembargo, sea como fuere, la gloria del descubrimiento de la América pertenece a Colon, por la intrepidez i la constancia heróicas con que se empeñó en llevar a cabo el proyecto que al fin dió por resultado el hallazgo de este nuevo continente” (Pinzón, 1864. p. 13).
‘’P. ¿Cuál de los gobernantes en tiempo de la colonia merece un recuerdo especial? R. El virei, mariscal de campo, don Sebastian de Eslaba, por el valor i pericia con que en 1741 hizo la defensa de Cartajena, atacada por los ingleses, i el virei don José de Espeleta, que fundó el periodismo, inició la educación primaria i se dedicó hacer caminos’’ (Pinzón, 1864. p. 14).
También enunciaba un capítulo sobre el contexto histórico de la denominada ‘Antigua República de Colombia’, donde el autor, recordaba cuando fue creada la misma y las regiones que conformó dicho territorio; y reconocía a los primeros ciudadanos que fueron presidentes en aquel momento: el General Simón Bolívar, militar y político venezolano al que se le atribuye ser fundador de la Gran Colombia; y después el distinguido orador y escritor público Joaquín Mosquera, quien perteneció a diversas corporaciones científicas y literarias, siendo un entusiasta de la instrucción popular. También nombraba a los vicepresidentes del mismo periodo: Francisco Antonio Zea, científico y diplomático influyente en la Independencia; Antonio Nariño, precursor del pensamiento de ideas, que destacó por realizar la primera traducción y publicación de los Derechos del Hombre, que precedió al movimiento de Independencia; Francisco de Paula Santander, militar y político colombiano, célebre por su participación en el proceso de independencia luchando junto a Bolívar; y, por último, Domingo Caicedo y Sanz, militar y político colombiano, también reconocido por participar en la guerra de independencia.
Como ya lo hemos mencionado, la obra se inspiró en el reconocimiento de la Patria, por lo que es necesario plantear, que se entendía como patria en el contexto de mediados del siglo XIX, según los siguientes referentes: el “Compendio de la Historia de la Nueva Granada” escrito por José Antonio Plaza en 1850, el “Catecismo Republicano” del ya referenciado Cerbeleón Pinzón de 1865; y los libros: “Historia de Colombia contada a los Niños” escrito por José Joaquín Borda en 1870; y el “Compendio de la Historia Patria” escrito por José María Quijano Otero en 1883. En este orden de ideas, la Patria se reconocía como un pueblo libre y soberano distinto de otros, en el cual había que luchar no solo desde una concepción militarizada, sino asumiendo como habitantes los deberes que la existencia en sí ya requería para dar el compromiso de un ‘’todo’’ por la nación. En este sentido ubicamos la noción de patria, desde una perspectiva histórica, como:
“el resultado de la conciencia histórica colectiva que se entiende como única, distinta y en pie de defensa permanente contra los agresores (externos) que pueden mancillar su pasado y poner en riesgo su porvenir” (Cardona, 2015, p. 27).
“La historia patria no es un discurso en abstracto, ni una desviación del saber histórico; es una manera particular de narrar el pasado del país concordante con el ideal de convertir a cada ciudadano en defensor de los valores y principios políticos que sustentan la república”. (Cardona, 2015, p. 30).
Por este motivo, la historia patria, se diferencia de la historia nacional, ya que esta última, se encamina al análisis y reflexión consciente de la realidad que nos apremia, ofreciendo una visión crítica de los hechos que tienen por objetivo narrar procesos históricos desde una función formativa en términos de reconocimiento y respeto por las diferencias culturales y políticas. En contraposición, la historia patria se presenta como un saber ‘estipulado y acordado’ que se repite sin variación, constituyendo un enfoque del ‘conocimiento propio’ en el que poco lugar tienen las voces disidentes, ‘los otros’ y las culturas en disputa. Y en vista de que las tensiones político-ideológicas para la definición del ‘modelo más apropiado de país’, tenían en vilo la institucionalidad y las propias dinámicas sociales durante el siglo XIX, los sucesos y personajes en función del ‘deber ser’ de los términos de la historia patria, se presentaban y estudiaban, en forma que no generaran divisiones, sino que se convirtieran colectivamente en puntos de encuentro e identificación cívica y moral para los ciudadanos del territorio.
Así, en el marco de la construcción de la República de Colombia y la formación de ciudadanía en el devenir de la instrucción pública durante el siglo XIX, resaltamos el legado histórico del Catecismo Republicano para la Instrucción Popular, y reconocemos en esta obra, una de las iniciativas políticas en favor de la libertad y la dignidad del pueblo colombiano, a la luz de los mecanismos utilizados para instruir desde la escuela y educar a los habitantes en general.
Para conocer y consultar el Catecismo Republicano, otros catecismos, textos, manuales escolares y de alfabetización y demás archivos pertenecientes al fondo documental; y también los objetos e implementos escolares de la historia y la práctica pedagógica que salvaguardamos y exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 5:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Palabras clave: Catecismo Republicano; Cerbeleón Pinzón; Catecismos Políticos; República; Proyecto de Nación; Formación de Ciudadanía; Historia Patria; Instrucción Política del Pueblo; Método Pregunta y Respuesta; Museo Pedagógico Colombiano.
Sotés Elizalde, M. (2009). Catecismos políticos e instrucción política y moral de los ciudadanos (siglos XVIII y XIX) en Francia y España. Educación XXI: Revista de la Facultad de Educación, 12, pp. 201-218. Recuperado de: https://revistas.uned.es/index.php/educacionXX1/article/view/293/249
En el marco de la conmemoración del Año Montessori UPN, hemos elegido como pieza del mes, el conjunto de Tablas de Séguin de la colección de material didáctico Montessori del Museo Pedagógico Colombiano –MPC–. Elemento donado por la recordada profesora Nelly Mendoza Zárate en el año 2015, el cual fue utilizado entre 1970 y 1980 en la sección de básica primaria del Instituto Pedagógico Nacional –IPN–. Herramienta muy representativa del trabajo, legado y enfoque pedagógico realizado por la médica italiana con formación en biología y antropología María Tecla Artemisia Montessori (1870–1952), que, a partir de sus trabajos de psicología experimental con niños denominados en la época como “anormales” y de los estudios médicos aplicados a esta población –catalogada en ese entonces como “retrasada” o “deficiente”–, fundamentó un método de enseñanza para todos los infantes, que se consolidó como un verdadero método pedagógico de vanguardia; y de quién al respecto, en el 2022 se conmemoran 70 años de su fallecimiento.
A través de la experiencia educativa desarrollada desde 1907 en las ‘Casas dei Bambini’ o ‘Casas para niños’, Montessori revolucionó los parámetros educativos existentes hasta esa época, situando a los Niños como los auténticos protagonistas de todo el proceso educativo. El comienzo del siglo XX marcaría para siempre a la sociedad transformando radicalmente las maneras en que se aplicaba la Educación Infantil, y en esta ‘revolución’ tuvo mucha incidencia su trabajo, porque creó una serie de materiales –aún vigentes en muchas escuelas– que favorecerían los procesos de autoaprendizaje; y también porque, les dio un vuelco total a las escuelas, sus actividades y su misión. Poner la Escuela al alcance y al tamaño del Niño, significó que ésta se adaptara al mundo infantil, y desde ese momento la infancia –a pesar de ser universal y atemporal– se convirtió en el centro del sistema escolar.
Su método de enseñanza se fundamenta en tres principios:
“El ambiente adecuado, el maestro humilde y el material científico” (Montessori, 1950, p. 15).
Al respecto, el Ambiente hace referencia a un espacio adecuado por el adulto para que el niño crezca y se descubra a sí mismo en medio de su mundo, en consecuencia, los maestros deben conocer y respetar la personalidad de cada niño y su grado de desarrollo. Referente al material, este, debe ser sensorialmente atractivo y puede tener un poder de atracción, reclamando la actividad del niño para que desarrolle habilidades mediante su manipulación, uso adecuado y ‘vivencia’ educativa. Es por ello que resaltaba la experiencia de las Casas dei Bambini con dichos objetos:
“Al mismo tiempo, hice fabricar un material científico exactamente igual al que yo usaba en una institución de niños con discapacidad mental, el cual por haber sido utilizado para ese objeto nadie pensó que pudiera llegar a ser un material escolar. No hay que imaginar que el “ambiente” de la primera Casa de los niños fuera amable y gracioso como el que presentan en la actualidad estos colegios” (Montessori, 1907, p.1).
Así, su método, hace referencia a un conjunto de materiales de enseñanza que corresponden a cinco áreas de aprendizaje: Sensorial, Matemáticas, Lenguaje, Cultura y Vida Práctica, y cada una sirve para que el niño desarrolle de diferentes habilidades, como lo son: percepción y desarrollo de los sentidos, desarrollo el lenguaje escrito y verbal, aptitudes en matemáticas, descubrimiento y comprensión del mundo y el universo, discriminación visual, motricidad, desarrollo de las relaciones sociales, cuidado del ambiente y vida cotidiana (higiene y cuidado de sí mismo), entre otras.
En ese orden de ideas, nuestro ejemplar hace parte del área de Matemáticas, la cual busca desarrollar el reconocimiento de números y cantidades; y los materiales didácticos para este campo, tienen diferentes grados de dificultad a las que el niño accede progresivamente a medida que adquiere dichas habilidades. Pero, para entender la historia de las Tablas de Séguin, debemos rememorar una parte de la historia de vida del médico y psiquiatra francés Édouard Séguin (1812–1880), quien a la vez de María Montessori tuvo un acercamiento al mundo pedagógico a través de la medicina, el trabajo con niños, y de la creación de diferentes establecimientos educativos (gracias a la autorización del Real Consejo de Instrucción Pública de Francia en 1840, y posteriormente en los Estados Unidos desde 1849), escuelas que se dedicaron a la educación y entrenamiento de niños “retrasados” con necesidades especiales, y deficiencias o discapacidades mentales.
Producto del trabajo con esta clase de infantes, publicaría desde 1839 una serie de textos científicos sobre sus experiencias, entre estos uno muy importante aún reconocido como el primer tratado y uno muy fundamental sobre el análisis de las necesidades especiales de niños con discapacidades mentales, que en su primera edición de 1846, se publicaría en idioma francés titulado: “Traitement moral, hygiène et éducation des idiots”,(«The Moral Treatment, Hygiene, and Education of Idiots and Other Backward Children”), traducido al español como “El trato moral, la higiene y la educación de los idiotas y otros niños atrasados”.
En sus investigaciones, él enfatizaba que la condición de «idiotez» era un problema de índole educativo, que consideraba una enfermedad del sistema nervioso, la cual afectaba el funcionamiento de los órganos, el buen control y la voluntad, por lo que desde el punto de vista médico eran necesarias acciones fisiológicas básicas para adquirir control muscular, e intentar corregir la incapacidad intelectual. Además, de proponer el fomento de las buenas condiciones de higiene, alimentación, vestido y un régimen de vida personalizado; los conceptos que acercaron su obra a los trabajos que más adelante desarrollaría Montessori, tenían que ver con la percepción, en cuanto a la temperatura del ambiente, la consistencia, el volumen y la dimensión de las cosas; el entrenamiento de la visión y la observación; la sensibilidad a los sonidos de los instrumentos musicales y algunos métodos para entrenar el gusto y el olfato.
Así, por medio de la experiencia, es que los niños desarrollan su inteligencia por medio de una serie de actividades. En sus aportes, encontramos que Séguin le daba importancia fundamental a la imitación, a las actividades relacionadas con el juego, y a las oportunidades de experimentar lo que ellos habían aprendido; esto con el objetivo de despertar y estimular la capacidad de conocer las cosas y acercarlas a sus vivencias, lo que, además posibilitaba el desarrollo de la voluntad. Resultado de sus intereses y pasión con la educación de aquellos infantes, creó un Método educativo que comenzaba por el adiestramiento de los sentidos para luego, pasar al desarrollo de ideas y conceptos abstractos, es decir, guiar a los niños desde el reconocimiento de los conceptos más simples a los más complejos.
Con su método, primero enseñaba a los niños a estar quietos y en silencio, y seguidamente a moverse de modo coordinado. Entonces, dicha experimentación sumada a su entusiasmo y creatividad, le llevo a elaborar una serie de materiales que servían para desarrollar la motricidad, por ejemplo: orientar los pies en los primeros pasos, aprender a levantarse y sentarse, educar el movimiento de los brazos, entre otros. De esta forma, hacía trabajar a los niños con su cuerpo y su cerebro, en su concepto “moverse entre tantas dificultades era pensar”.
Después de lograr el control del cuerpo, –Séguin, estaba convencido de que las manos son las mejores ayudantes, y las mejores traductoras del pensamiento del hombre– el método, pasaba a actividades manuales para percibir la temperatura con plumas sumergidas en líquidos calientes y fríos; y posteriormente, vendándoles los ojos a los niños, trabajaba el sentido del tacto con bolsas llenas de harina, canicas, conchas, semillas, etc., para que ellos con sus manos fueran reconociendo diferentes texturas, formas y tamaños. Además, les hacía manipular piezas geométricas, varillas de varias dimensiones, torres de cubos, letras móviles, entre otros artefactos, para los fines mismos que su método educativo establecía, el cual también propuso se aplicara a los niños normales o sin discapacidades.
Tomando en cuenta la reseña anterior, comprendemos el impacto que la vida, el legado y los estudios de Édouard Séguin con discapacitados mentales, tuvo para la doctora, psiquiatra, filósofa y pedagoga María Montessori, quién rescató y retomó el trabajo de las experiencias del médico francés, ya que, los materiales estaban olvidados en unos almacenes. De esta manera, resultado de su revisión, estudio e investigación, elaboró la «pedagogía científica«, que más tarde derivó en el Método Montessori.
Respecto a las características físicas de las Tablas de Séguin, en total son cuatro y cada una tiene unas dimensiones de 39 cm x 9,5 cm, en ese orden de ideas la primera contiene el número 10 cuatro veces; mientras que la segunda lo tiene cinco veces, estas dos tablas se acompañan de nueve tarjetas de madera numeradas del 1 al 9; en la tercera encontramos los números de 10 en 10, así: 10, 20, 30, 40 y 50; y en la cuarta asimismo los encontramos de 10 en 10, pero en el siguiente orden: 60, 70, 80 y 90, a su vez estas dos tablas, se acompañan de nueve tarjetas de madera nuevamente numeradas del 1 al 9.
En relación con el uso y función pedagógica del material didáctico que comprende nuestra pieza del mes (Tablas que ella incorporó a su Método Pedagógico –por eso mantuvieron el nombre de Séguin–), estas se utilizan para asimilar conceptos del área de las matemáticas, y en específico en la enseñanza de las decenas del 10 al 99, y en el aprendizaje y conteo de los números del 11 al 99. Con este material los niños de entre 3 y 6 años van observando la formación y estructura de los números, y al activar cada una de ellas junto con las tarjetas, los infantes aprenden los conceptos relacionados con la suma.
Además, las Tablas se complementan con otra serie de materiales didácticos de la pedagogía Montessoriana el Material Multibase (referenciado en la pieza del mes del Museo de mayo de 2021), concretamente las perlas doradas con las que se puede asociar el concepto de símbolo con la cantidad de cada número, y para que de una forma muy visual el niño manipule las Tablas, y entienda que los números de dos cifras están conformados por unidades y decenas. En el siguiente enlace podemos observar un ejemplo claro de cómo se utilizan las Tablas de Séguin para la enseñanza de las matemáticas integradas con los materiales Multibase: https://www.youtube.com/watch?v=lLJRafNhtXw
Resaltamos la importancia y vigencia del trabajo realizado por María Montessori y desde luego de los diferentes materiales que se diseñaron y crearon a partir de sus postulados, no solo por revolucionar el enfoque de la Escuela, sino también por visibilizar y revalorar la importancia de la infancia y de su proceso de aprendizaje a nivel mundial. Así mismo recordamos que en 1933 con la construcción de la ‘casita Montessori’ –hoy “Casa de la Vida”–, y el año siguiente con la puesta en marcha del grado de Kindergarten (Jardín Infantil) su legado hizo parte activa de los fundamentos, prácticas, ambientes y espacios arquitectónicos de la Universidad Pedagógica Nacional, otrora Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas.
Para conocer el conjunto de Tablas de Séguin, la colección de otros Materiales Didácticos Montessori –únicos objetos originales de la colección del Museo que permitimos manipular–, otros objetos e implementos escolares de la historia, la memoria y la práctica educativa y pedagógica; y los archivos, textos y manuales pertenecientes a los fondos documentales que salvaguardamos y exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 5:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Palabras clave: Tablas de Séguin; María Montessori; Édouard Séguin; Material Didáctico; Escuela Activa; Aritmética; Matemáticas; Infancia; Maestros; Educación; Museo Pedagógico Colombiano.
Referencias
Catálogo general del Museo Pedagógico Colombiano. (2017). Sin publicar
Antes de comenzar, te invitamos a escuchar nuestro Pódcast sobre el Manual de Enseñanza Mutua, realizado por estudiantes de Práctica del Museo Pedagógico Colombiano del programa en Pedagogía 2021-2 de la Universidad Pedagógica Nacional:
Como pieza del mes, hemos elegido el ‘Manual deEnseñanza Mutua para las Escuelas de Primeras Letras’, que hace parte de la colección de Cartillas y Manuales de Disciplinas Escolares que pertenecen al Fondo Documental Bibliográfico del Museo Pedagógico Colombiano, el cual fue comisionado especialmente por el Director General de Instrucción Pública de la República de la Nueva Granada en 1845, y redactado por José María Triana, prócer de la independencia y considerado uno de los primeros pedagogos de nuestro país en la época en que inició la conformación y definición de la República en el territorio nacional.
Herencia directa de la pedagogía de la Escuela Lancasteriana, fue el primer método oficial para la enseñanza utilizado en el territorio colombiano, el cual adoptó las prácticas del Sistema de Enseñanza Mutua, ideado e implementado por el pedagogo inglés Joseph Lancaster a finales del siglo XVIII, en el contexto y sociedad marcado por la Revolución Industrial (1760–1840) periodo en que la humanidad vivió el mayor conjunto de profundas transformaciones económicas, tecnológicas, culturales y sociales de la historia.
El proceso de génesis y legitimación de nuestro Estado–Nación, como la ordenación y consolidación de la República, tuvo entre otros fines la formación de la población que habitaba el territorio, como un mecanismo para instruir al pueblo y lograr la conformación de una sociedad más justa y buscar mejor calidad de la existencia humana, para dicho propósito los habitantes debían ser instruidos en el aprendizaje de un conjunto de saberes básicos (lectura y escritura en un principio) y conocimientos a través de las primeras escuelas públicas como concepto y espacio de sociabilidad fundamental, que los llevarían a alcanzar el estatus ciudadanos desde una noción de patriotismo, moralidad y el entendimiento de los derechos y deberes que caracterizan el buen funcionamiento de una sociedad:
[…] lo que necesitaba el Estado eran buenos ciudadanos y estos no brotaban por naturaleza, sino que se formaban por la buena educación que lograría desterrar la ignorancia generada en la Colonia […] (Sánchez, 2006, p. 85).
Por lo cual, para dicha tarea, se tuvo en cuenta la creación de las Escuelas de Primeras Letras que existieron en el país desde 1822, en ese orden de ideas, se decretaron las siguientes leyes relacionadas:
“La ley 8 del 2 de agosto de 1821 establece en Colombia la instrucción pública obligatoria para los niños entre 6 y 12 años de edad, y otros decretos que pretenden la uniformidad de métodos, y de contenidos, agregando el conocimiento de los derechos y deberes del hombre en sociedad y formación de maestros para la difusión del método lancasteriano” (Gutiérrez, 2014, p. 129).
“La ley del 6 de agosto de 1821 establece la creación de escuelas para niñas en los conventos de religiosas, y en lugares con más de 100 habitantes, toda provincia debía tener por lo menos un colegio con fondos locales y si los gastos de la guerra lo permitían con fondos del tesoro nacional, escuelas normales con el método lancasteriano o enseñanza mutua” (Ibíd).
De esta forma, adoptar los principios y prácticas pedagógicas del Sistema de Enseñanza Mutua, implicó pensar por primera vez en la concepción del sistema educativo colombiano, al menos en la época en que nuestro país era conocido como ‘La Gran Colombia’ (1819–1831).
Respecto al Manual, cuando este llegó a La Gran Colombia, tuvo dos traducciones, la primera en 1822 y la que es objeto de nuestro interés hasta 1845, realizada por Don José María Triana (1792-1855) nacido en Zipaquirá, considerado el institutor y pedagogo más antiguo de la República colombiana, quién por pedido directo del General Francisco de Paula Santander, fue encargado de regentar en Bogotá la primera escuela fundada por el sistema de Lancaster, de esta manera, fundó el 1ro. de julio de 1827 el primer colegio de enseñanza privada en Colombia, donde se puso en marcha el sistema de enseñanza mutua hasta entonces desconocido en el país.
Más adelante, a consecuencia de sus preocupaciones y desvelos por la enseñanza, en 1845 la Dirección General de Instrucción Pública le confió la redacción de algunos manuales para los métodos de enseñanza primaria, que posteriormente se publicarían; y también, el Gobernador de la provincia de Bogotá, lo encargó de fundar la Escuela Normal y de dar clases en ella. Además de las actividades de índole pedagógico y disciplina escolar, también desempeñó varios cargos públicos, entre ellos el de la Dirección de la Escuela Normal, para el que fue nombrado en 1849, y donde se mantuvo hasta 1854 –pocos meses antes de su muerte–.
Respecto al legado de su producción literaria de orden pedagógico, cabe resaltar además del Manual de enseñanza mutua para las escuelas de primeras letras, los siguientes:
Manual del sistema de enseñanza mutua aplicada á las escuelas primarias de los niños de 1826.
Lecciones de Gramática Castellana arregladas al método de enseñanza mutua, aprobadas por la Dirección General de Instrucción Pública y mandadas enseñar en las escuelas de la Nueva Granada de 1846.
Manual que deben tener presente los profesores de las escuelas para la enseñanza de gramática castellana, según el método de Pestalozzi de 1846.
Manual para los preceptores de enseñanza primaria ó instrucción moral y religiosa, adoptado por las escuelas de la provincia de Bogotá de 1851.
Para tener en cuenta, los Manuales escolares sirvieron como objeto de la enseñanza desde el siglo XVII, constituyéndose como la exposición de una disciplina escolar de manera ordenada y secuencial, estos estaban dirigidos exclusivamente a los maestros, pues una de sus funciones se fundaba en regular las prácticas de enseñanza y los saberes que circulaban por la escuela, pero también cumplían la tarea de:
“simplificar las escrituras y los lenguajes que existían […]. Este modo de simplificación era concebido como un arte, dado su carácter de reducción de la proliferación de signos y significaciones. El manual debía decir en forma simple lo que era complejo y que los tratados o estudios eruditos no hacían, pues eran dirigidos a un público especializado” (Quiceno, 2001, p. 53).
Para comprender el concepto de Enseñanza Mutua, herencia del ‘Lancasterianismo’, debemos comentar algunas de sus particularidades, desde las cuales se entiende la importancia misma de nuestra pieza del mes, así, los principios del método, lo definían como un sistema de fácil y rápida disciplina escolar, donde primaban el absoluto silencio y el orden exigente, para alcanzar con éxito y en tiempo breve el aprendizaje de los niños y la labor del maestro sin ningún tipo de distractores. Igualmente, en la Escuela Lancasteriana, los estudiantes, dirigidos por el maestro, seguían un curso de instrucción o aprendizaje mutuo, es decir, que la enseñanza se daba de manera compartida, de ese modo, los estudiantes más avanzados o con mayor progreso en el aprendizaje de la lectura, escritura, aritmética, compartían sus conocimientos con los estudiantes menos aventajados colaborando con el maestro en los procesos de aprendizaje, de esta manera, se convertían en monitores dentro del espacio del aula escolar. Entonces, por la dinámica propia de este modelo, también podía enseñar alguien que estaba en proceso de aprender, y gracias a los estudiantes monitores, el maestro tenía la capacidad de atender entre 500 y 1000 niños en una sola Escuela, siendo, además un modelo eficiente y económico de escuela para las masas.
Para finalizar, exponemos algunos aspectos interesantes de los propósitos pedagógicos del Manual escritos por el autor. Así, en la introducción describía:
Sobre, los monitores y la mutualidad como base para la enseñanza según este método, Triana precisaba:
Para concluir, en las observaciones finales del Manual, el autor a modo de hacía una plegaria a modo de anhelo para los objetivos del “proyecto pedagógico” nacional de la época:
Así, resaltamos el legado histórico del Manual de Enseñanza Mutua, por su impacto histórico en el desarrollo de las actividades de instrucción realizadas en las primeras escuelas públicas de enseñanza fundadas en la nación después del periodo colonial, y su aporte en la evolución de los modelos pedagógicos y las primeras reformas educativas que se implantaron en el país dentro del naciente “sistema escolar colombiano” del siglo XIX, donde una incipiente idea de Estado “moderno” y educador, se planteó un proyecto para generalizar los conocimientos más indispensables en provecho de la formación y construcción de ciudadanos para legitimarse como República.
Para conocer y consultar el Manual de Enseñanza Mutua para las Escuelas de Primeras Letras, otros textos, manuales de alfabetización y demás archivos pertenecientes al fondo documental; y también los objetos e implementos escolares de la historia y la práctica pedagógica que salvaguardamos y exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 5:00 p.m. en las nuevas instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Palabras clave: Manual de Enseñanza Mutua; José María Triana; Joseph Lancaster; Manuales Escolares; Educación; Enseñanza Mutua; Monitores; Maestro; Proyecto de Nación; Museo Pedagógico Colombiano.
Referencias
Catálogo general del Museo Pedagógico Colombiano. (2017). Sin publicar
Quiceno, H. (2001). «El Manual Escolar: Pedagogía y Formas Narrativas». En: Revista Educación y Pedagogía. Medellín: Facultad de Educación. Vol. XIII, No. 29-30, (enero-septiembre), pp. 53–67. Recuperado de: https://www.academia.edu/11799932/EL_MANUAL_ESCOLAR_PEDAGOGÍA_Y
Orjuela, L. (1910). José María Triana: Prócer de la Independencia y pedagogo el más antiguo de la República. Biografía tomada «del número extraordinario de la Revista de Instrucción Pública, editado con motivo del Centenario de la Independencia Nacional«. Bogotá, Imprenta Nacional. Recuperado de: https://biblioteca.academiahistoria.org.co/pmb/opac_css/doc_num.php?explnum_id=488
Como pieza del mes, hemos seleccionado la Muñeca de trapo que data del siglo XIX de la colección de juegos y juguetes del Museo Pedagógico Colombiano. Se trata de un objeto de manufactura artesanal, es decir elaborado a mano, pero este en especial se fabricaba al interior de la cotidianidad de los hogares siendo fiel representante de la tradición de un pueblo ya que se caracteriza por tener colores y figuras típicas de un país o región. Este tipo de juguetes fueron construidos a base de materiales como madera, tela o trapo generalmente, por lo que también son conocidos como juguetes tradicionales o populares.
En general los juguetes son objetos constitutivos de la humanidad, que potencialmente son capaces de simbolizar el pensamiento de una época y los rasgos de una cultura. Desde el inicio de los tiempos los juguetes han estado presente en la vida de los niños, en investigaciones realizadas, se han encontrado diversas clases de muñecos en tumbas primitivas, y algunos historiadores relatan en sus escritos como en la Prehistoria los niños hacían uso de juguetes de madera, arcilla o hueso. El más antiguo data de hace 4000 años, y se trata de un sonajero hecho en terracota descubierto en Turquía. En el imperio Romano y Egipto también existieron juguetes en forma de estatuillas que representaban humanos o animales.
Sin embargo, a pesar de la existencia de registros de la antigüedad sobre juguetes como objetos de vida cotidiana, es en la modernidad con el concepto de infancia, cuando este tipo de artefactos constituyeron de manera central la “cultura material utilizada por los niños” (Cárdenas, 2012, p. 31), cultura de la que es posible identificar distinciones de clases sociales y género en la producción y distribución del juguete.
En el contexto latinoamericano, como, por ejemplo, en el Perú, se fabricaban juguetes con fique y cuero de animal en las formas en que su contexto cultural ofrecía o requería, a pesar de ello, no quería decir que, para ser propiamente un juguete, el objeto debía tener una forma específica, pues los niños y niñas que no tenían acceso a juguetes muy elaborados jugaban con cosas que podían encontrar a su alrededor como piedras, hojas, cajas, semillas y otros tantos elementos. Aun así, la dupla niño-juguete no estuvo siempre de la mano pues en la antigüedad los juguetes estaban relacionados con los grupos aristocráticos y sus distintos pasatiempos, como marionetas y diferentes objetos en miniatura.
Referente a la industria del juguete, el historiador estadounidense Gary Cross, ubica sus inicios en el siglo XVI específicamente en diversas ciudades alemanas, así, hay registro de la fabricación de animales en hojalata y madera por los artesanos de la época. No obstante, aunque parece que los juguetes han existido desde el inicio de los tiempos, estos no tomaron tanta importancia sino hasta el siglo XVII cuando apareció la categoría de Infancia y se empezó a estudiar y crear teorías académicas alrededor de ella, a partir de allí es que el juguete comenzó a cobrar importancia, y es en ese momento que otros países como Inglaterra y Francia se integraron a los centros productores de juguetes.
En el contexto colombiano, esta industria, comenzó a cimentarse a través de la importación de juguetes desde países extranjeros, los cuales fueron traídos –en pequeña escala– a partir de 1929 por la Librería, Papelería y Comercializadora de juguetes Búffalo, empresa ubicada en Medellín, la cual comenzaría a fabricar sus propios juguetes a mediados de la década de los 1940, dando origen así a la Fábrica de Muñecas de Medellín, que funcionó aproximadamente cincos años, convirtiéndose desde entonces en Industrias Búffalo, que inició labores con la fabricación de juguetes en madera y metal. En ese orden de ideas, Búffalo fue la compañía insignia de la producción juguetera nacional de mediados del siglo XX.
Ahora bien, en nuestro país antes del siglo XVIII, y aún tiempo después, los niños se relacionaban más con el trabajo que con el juego, y que incluso con la educación, estos
“seguían siendo un grupo social no diferenciado, pues compartían las mismas condiciones que el resto de la población y, sobre todo, las mismas obligaciones en escenarios como el trabajo y la guerra” (Aristizábal, 2013, p. 19),
así, los niños eran vistos como sujetos de deberes que tenían a su cargo responsabilidades, y, por tanto, no podían ni debían dedicar tiempo al juego. En el siglo XIX con la llegada de las ideas de Pestalozzi a Colombia, se estableció también un nuevo imaginario sobre el juego y los beneficios para los niños, no obstante, estas ideas aún no fueron bien vistas por las instituciones que organizaban la Instrucción y la Educación del país, quienes, en la época, recurrentemente hacían recomendaciones frente al juego y como este podía despertar otros vicios en el niño.
En este sentido, los juguetes debían animar las buenas cualidades del hombre, y el juguete se empezó a ver como
“un objeto sobre todo instructivo, una especie de manual del trabajo hecho objeto. Era la vía para entrenarse en los oficios futuros” (Aristizábal, 2013, p. 27),
es decir, la carga simbólica del juguete debía mantener los roles sociales impuestos en el momento, y asimismo las representaciones de las formas de vida que los niños debían interiorizar para llevarlas a la práctica durante su vida adulta. De esta manera, para los niños los juguetes eran martillos, piedras, objetos que en últimas evocaran su oficio y su rol social, mientras que para las niñas eran cocinas, ollas y muñecas, tal como las que se encuentran en la colección del Museo.
Las muñecas podrían considerarse el juguete más antiguo de todos, sin embargo, su origen no se dio en la categoría de juguete, sino que se enmarcó en un contexto en el cual, eran entregadas a las niñas como un objeto divino que les permitía introducirse en el mundo espiritual, y como parte de ritos funerarios antiguos. En cuanto a sus características materiales y formales, al inicio las muñecas eran elementos rígidos sin ninguna clase movimiento, y talladas en algún material como marfil, madera, yeso o cera y otros de origen vegetal, que hacían parte de la cultura de cada lugar, no fue sino hasta el siglo XV y con los avances en el descubrimiento de nuevos materiales que estas se comercializaron, por lo que también fueron adquiriendo movimientos en sus extremidades e incluso se crearon algunas parlantes que reproducían sonidos.
Uno de los materiales con los que se fabricaron las muñecas fue el trapo, este último la RAE lo define como un pedazo de tela desechable o algún paño de uso doméstico. No obstante, en América Latina, el trapo adquirió otro significado, en el pasado las tribus indígenas y las familias campesinas hacían uso de los distintos materiales y fibras vegetales que cultivaban para hacer juguetes, de esta forma, fueron las abuelas, quienes por medio de hojas de maíz, el fique, la enea, y otras plantas elaboraron las muñecas de la mano con sus nietas, no a modo de regalo, sino como un instrumento que les pudiera dar bases sobre el rol que desempeñarían más adelante, y así prepararlas para la vida cotidiana y sus oficios en el hogar y el desarrollo de sus instintos maternales.
Las muñecas y su confección en el contexto familiar, además les permitían seguir en contacto con la madre tierra, con sus raíces, con la naturaleza, con los elementos, con sus dioses, y hasta con su cultura, pues era una costumbre que las muñecas estuvieran vestidas con la ropa tradicional de cada cultura, e incluso desde temprana edad se les enseñaba a las niñas a confeccionar los atuendos para que les dieran una identidad propia a sus muñecas. Al respecto, mientras que las muñecas de las niñas indígenas estaban hechas con materiales recogidos de la naturaleza, las muñecas europeas, eran vestidas con telas y bordados finos que emulaban la aristocracia, lo que da muestra una vez más de la influencia cultural que soportaron este tipo de juguetes.
Con todo lo anterior, es notorio como las muñecas de trapo estaban vinculadas a las artes y oficios manuales, pero también a una herencia cultural en la cual se transmitieron creencias, prácticas y costumbres, que además buscaban despertar en las niñas algunos instintos que se creía nacían con ellas como, por ejemplo, la maternidad.
Para concluir, queremos recordar dos referentes interesantes sobre los juguetes, en este orden de ideas, en la década de 1930 el filósofo alemán Walter Benjamin, los entendía como producciones activas de la cultura; mientras que en 1914, el poeta francés Charles Baudelaire, los comprendía como representaciones o copias materiales de múltiples formas de vida de acuerdo con tiempos y contextos específicos, según él los juguetes eran una reproducción de la vida real en miniatura, y entenderlos integralmente, implicaba comprender ¿Cómo eran? y explorar no solo sus características físicas, sino también sus usos y relaciones; de manera que así podemos identificar y comprender diversos aspectos de una cultura, conductas de un grupo social determinado o una época concreta. Para Baudelaire, “los juguetes son generadores de costumbres y definidores de gustos”.
¿Y, ustedes con cuáles juguetes jugaron?, ¿Cómo estos definieron su identidad?, y ¿En el aula de clases, de cuáles se apoyan para ayudar a mejorar la capacidades y habilidades perceptivas, imaginativas, creativas, motoras; y también contar la historia de la humanidad a los niños?
Para conocer la Muñeca de trapo, la colección de otros juegos y juguetes de diferentes materiales y periodos históricos, otros objetos de la historia y la práctica pedagógica, y los archivos pertenecientes a los fondos documentales que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las nuevas instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Aristizábal, D. (2015). Juguetes e infancias. La consolidación de una sensibilidad moderna sobre los niños en Colombia (1840 – 1950). Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia: Facultad de ciencias sociales.
Cárdenas, Y. (2012). Infancia, juegos y juguetes: contribuciones a un análisis histórico cultural de la educación en Colombia (1930 – 1960). Pedagogía y saberes, (37), 25 – 36.
Jiménez, A. (2008). Historia de la infancia en Colombia: crianza, juego y socialización, 1968-1984. Anuario colombiano de historia social y de la cultura, (35),155-188.
Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23a ed.).