Compartimos el enlace del Vol. 22 – Número 1 [2021] de la revista Historia de la Educación. Anuario publicado por la Sociedad Argentina de Investigación y Enseñanza en Historia de la Educación.
Producto del trabajo conjunto entre el equipo del Museo Pedagógico Colombiano y el grupo de práctica de la Licenciatura de Artes Visuales 2021-1, ponemos a disposición de nuestros visitantes el Libro Virtual: «Orbis Sensualium Pictus, los Juguetes Antiguos en Imágenes«.
Dicho trabajo, retoma y reinterpreta visual y pedagógicamente el trabajo desarrollado por el ‘Padre de la Pedagogía’ Juan Amós Comenio en su libro «Orbis Sensualium Pictus» de 1658, también conocido como «El Mundo en Imágenes», se planteó como una enciclopedia ilustrada que posibilitara la enseñanza del latín a través de imágenes con descripciones que daban cuenta de las cosas fundamentales del mundo y de las actividades de la vida. Se trata entonces de la primera enciclopedia visual e ilustrada realizada para niños, convirtiéndose en una obra fundamental e influyente dentro de la historia de la pedagogía universal.
Al respecto, a partir de la reinterpretación de la obra de Comenio, nace la propuesta del «Orbis Sensualium Pictus, los Juguetes Antiguos en Imágenes«, la cual, relaciona en orden alfabético y pone en diálogo pedagógico y didáctico diferentes objetos de la colección de juguetes del Museo Pedagógico Colombiano, a través de fotografías, ilustraciones diseñadas por el grupo de practicantes y emociones sensoriales vinculadas a cada una de las piezas. Además, incluye la descripción, la definición poética y un juego de palabras para cada uno de los elementos incluidos en la publicación.
Para consultar el libro virtual dar click en el siguiente enlace:
Antes de comenzar, te invitamos a escuchar nuestro Pódcast sobre el Manual de Enseñanza Mutua, realizado por estudiantes de Práctica del Museo Pedagógico Colombiano del programa en Pedagogía 2021-2 de la Universidad Pedagógica Nacional:
Como pieza del mes, hemos elegido el ‘Manual deEnseñanza Mutua para las Escuelas de Primeras Letras’, que hace parte de la colección de Cartillas y Manuales de Disciplinas Escolares que pertenecen al Fondo Documental Bibliográfico del Museo Pedagógico Colombiano, el cual fue comisionado especialmente por el Director General de Instrucción Pública de la República de la Nueva Granada en 1845, y redactado por José María Triana, prócer de la independencia y considerado uno de los primeros pedagogos de nuestro país en la época en que inició la conformación y definición de la República en el territorio nacional.
Herencia directa de la pedagogía de la Escuela Lancasteriana, fue el primer método oficial para la enseñanza utilizado en el territorio colombiano, el cual adoptó las prácticas del Sistema de Enseñanza Mutua, ideado e implementado por el pedagogo inglés Joseph Lancaster a finales del siglo XVIII, en el contexto y sociedad marcado por la Revolución Industrial (1760–1840) periodo en que la humanidad vivió el mayor conjunto de profundas transformaciones económicas, tecnológicas, culturales y sociales de la historia.
El proceso de génesis y legitimación de nuestro Estado–Nación, como la ordenación y consolidación de la República, tuvo entre otros fines la formación de la población que habitaba el territorio, como un mecanismo para instruir al pueblo y lograr la conformación de una sociedad más justa y buscar mejor calidad de la existencia humana, para dicho propósito los habitantes debían ser instruidos en el aprendizaje de un conjunto de saberes básicos (lectura y escritura en un principio) y conocimientos a través de las primeras escuelas públicas como concepto y espacio de sociabilidad fundamental, que los llevarían a alcanzar el estatus ciudadanos desde una noción de patriotismo, moralidad y el entendimiento de los derechos y deberes que caracterizan el buen funcionamiento de una sociedad:
[…] lo que necesitaba el Estado eran buenos ciudadanos y estos no brotaban por naturaleza, sino que se formaban por la buena educación que lograría desterrar la ignorancia generada en la Colonia […] (Sánchez, 2006, p. 85).
Por lo cual, para dicha tarea, se tuvo en cuenta la creación de las Escuelas de Primeras Letras que existieron en el país desde 1822, en ese orden de ideas, se decretaron las siguientes leyes relacionadas:
“La ley 8 del 2 de agosto de 1821 establece en Colombia la instrucción pública obligatoria para los niños entre 6 y 12 años de edad, y otros decretos que pretenden la uniformidad de métodos, y de contenidos, agregando el conocimiento de los derechos y deberes del hombre en sociedad y formación de maestros para la difusión del método lancasteriano” (Gutiérrez, 2014, p. 129).
“La ley del 6 de agosto de 1821 establece la creación de escuelas para niñas en los conventos de religiosas, y en lugares con más de 100 habitantes, toda provincia debía tener por lo menos un colegio con fondos locales y si los gastos de la guerra lo permitían con fondos del tesoro nacional, escuelas normales con el método lancasteriano o enseñanza mutua” (Ibíd).
De esta forma, adoptar los principios y prácticas pedagógicas del Sistema de Enseñanza Mutua, implicó pensar por primera vez en la concepción del sistema educativo colombiano, al menos en la época en que nuestro país era conocido como ‘La Gran Colombia’ (1819–1831).
Respecto al Manual, cuando este llegó a La Gran Colombia, tuvo dos traducciones, la primera en 1822 y la que es objeto de nuestro interés hasta 1845, realizada por Don José María Triana (1792-1855) nacido en Zipaquirá, considerado el institutor y pedagogo más antiguo de la República colombiana, quién por pedido directo del General Francisco de Paula Santander, fue encargado de regentar en Bogotá la primera escuela fundada por el sistema de Lancaster, de esta manera, fundó el 1ro. de julio de 1827 el primer colegio de enseñanza privada en Colombia, donde se puso en marcha el sistema de enseñanza mutua hasta entonces desconocido en el país.
Más adelante, a consecuencia de sus preocupaciones y desvelos por la enseñanza, en 1845 la Dirección General de Instrucción Pública le confió la redacción de algunos manuales para los métodos de enseñanza primaria, que posteriormente se publicarían; y también, el Gobernador de la provincia de Bogotá, lo encargó de fundar la Escuela Normal y de dar clases en ella. Además de las actividades de índole pedagógico y disciplina escolar, también desempeñó varios cargos públicos, entre ellos el de la Dirección de la Escuela Normal, para el que fue nombrado en 1849, y donde se mantuvo hasta 1854 –pocos meses antes de su muerte–.
Respecto al legado de su producción literaria de orden pedagógico, cabe resaltar además del Manual de enseñanza mutua para las escuelas de primeras letras, los siguientes:
Manual del sistema de enseñanza mutua aplicada á las escuelas primarias de los niños de 1826.
Lecciones de Gramática Castellana arregladas al método de enseñanza mutua, aprobadas por la Dirección General de Instrucción Pública y mandadas enseñar en las escuelas de la Nueva Granada de 1846.
Manual que deben tener presente los profesores de las escuelas para la enseñanza de gramática castellana, según el método de Pestalozzi de 1846.
Manual para los preceptores de enseñanza primaria ó instrucción moral y religiosa, adoptado por las escuelas de la provincia de Bogotá de 1851.
Para tener en cuenta, los Manuales escolares sirvieron como objeto de la enseñanza desde el siglo XVII, constituyéndose como la exposición de una disciplina escolar de manera ordenada y secuencial, estos estaban dirigidos exclusivamente a los maestros, pues una de sus funciones se fundaba en regular las prácticas de enseñanza y los saberes que circulaban por la escuela, pero también cumplían la tarea de:
“simplificar las escrituras y los lenguajes que existían […]. Este modo de simplificación era concebido como un arte, dado su carácter de reducción de la proliferación de signos y significaciones. El manual debía decir en forma simple lo que era complejo y que los tratados o estudios eruditos no hacían, pues eran dirigidos a un público especializado” (Quiceno, 2001, p. 53).
Para comprender el concepto de Enseñanza Mutua, herencia del ‘Lancasterianismo’, debemos comentar algunas de sus particularidades, desde las cuales se entiende la importancia misma de nuestra pieza del mes, así, los principios del método, lo definían como un sistema de fácil y rápida disciplina escolar, donde primaban el absoluto silencio y el orden exigente, para alcanzar con éxito y en tiempo breve el aprendizaje de los niños y la labor del maestro sin ningún tipo de distractores. Igualmente, en la Escuela Lancasteriana, los estudiantes, dirigidos por el maestro, seguían un curso de instrucción o aprendizaje mutuo, es decir, que la enseñanza se daba de manera compartida, de ese modo, los estudiantes más avanzados o con mayor progreso en el aprendizaje de la lectura, escritura, aritmética, compartían sus conocimientos con los estudiantes menos aventajados colaborando con el maestro en los procesos de aprendizaje, de esta manera, se convertían en monitores dentro del espacio del aula escolar. Entonces, por la dinámica propia de este modelo, también podía enseñar alguien que estaba en proceso de aprender, y gracias a los estudiantes monitores, el maestro tenía la capacidad de atender entre 500 y 1000 niños en una sola Escuela, siendo, además un modelo eficiente y económico de escuela para las masas.
Para finalizar, exponemos algunos aspectos interesantes de los propósitos pedagógicos del Manual escritos por el autor. Así, en la introducción describía:
Sobre, los monitores y la mutualidad como base para la enseñanza según este método, Triana precisaba:
Para concluir, en las observaciones finales del Manual, el autor a modo de hacía una plegaria a modo de anhelo para los objetivos del “proyecto pedagógico” nacional de la época:
Así, resaltamos el legado histórico del Manual de Enseñanza Mutua, por su impacto histórico en el desarrollo de las actividades de instrucción realizadas en las primeras escuelas públicas de enseñanza fundadas en la nación después del periodo colonial, y su aporte en la evolución de los modelos pedagógicos y las primeras reformas educativas que se implantaron en el país dentro del naciente “sistema escolar colombiano” del siglo XIX, donde una incipiente idea de Estado “moderno” y educador, se planteó un proyecto para generalizar los conocimientos más indispensables en provecho de la formación y construcción de ciudadanos para legitimarse como República.
Para conocer y consultar el Manual de Enseñanza Mutua para las Escuelas de Primeras Letras, otros textos, manuales de alfabetización y demás archivos pertenecientes al fondo documental; y también los objetos e implementos escolares de la historia y la práctica pedagógica que salvaguardamos y exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 5:00 p.m. en las nuevas instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Palabras clave: Manual de Enseñanza Mutua; José María Triana; Joseph Lancaster; Manuales Escolares; Educación; Enseñanza Mutua; Monitores; Maestro; Proyecto de Nación; Museo Pedagógico Colombiano.
Referencias
Catálogo general del Museo Pedagógico Colombiano. (2017). Sin publicar
Quiceno, H. (2001). «El Manual Escolar: Pedagogía y Formas Narrativas». En: Revista Educación y Pedagogía. Medellín: Facultad de Educación. Vol. XIII, No. 29-30, (enero-septiembre), pp. 53–67. Recuperado de: https://www.academia.edu/11799932/EL_MANUAL_ESCOLAR_PEDAGOGÍA_Y
Orjuela, L. (1910). José María Triana: Prócer de la Independencia y pedagogo el más antiguo de la República. Biografía tomada «del número extraordinario de la Revista de Instrucción Pública, editado con motivo del Centenario de la Independencia Nacional«. Bogotá, Imprenta Nacional. Recuperado de: https://biblioteca.academiahistoria.org.co/pmb/opac_css/doc_num.php?explnum_id=488
Como pieza del mes, hemos seleccionado la Muñeca de trapo que data del siglo XIX de la colección de juegos y juguetes del Museo Pedagógico Colombiano. Se trata de un objeto de manufactura artesanal, es decir elaborado a mano, pero este en especial se fabricaba al interior de la cotidianidad de los hogares siendo fiel representante de la tradición de un pueblo ya que se caracteriza por tener colores y figuras típicas de un país o región. Este tipo de juguetes fueron construidos a base de materiales como madera, tela o trapo generalmente, por lo que también son conocidos como juguetes tradicionales o populares.
En general los juguetes son objetos constitutivos de la humanidad, que potencialmente son capaces de simbolizar el pensamiento de una época y los rasgos de una cultura. Desde el inicio de los tiempos los juguetes han estado presente en la vida de los niños, en investigaciones realizadas, se han encontrado diversas clases de muñecos en tumbas primitivas, y algunos historiadores relatan en sus escritos como en la Prehistoria los niños hacían uso de juguetes de madera, arcilla o hueso. El más antiguo data de hace 4000 años, y se trata de un sonajero hecho en terracota descubierto en Turquía. En el imperio Romano y Egipto también existieron juguetes en forma de estatuillas que representaban humanos o animales.
Sin embargo, a pesar de la existencia de registros de la antigüedad sobre juguetes como objetos de vida cotidiana, es en la modernidad con el concepto de infancia, cuando este tipo de artefactos constituyeron de manera central la “cultura material utilizada por los niños” (Cárdenas, 2012, p. 31), cultura de la que es posible identificar distinciones de clases sociales y género en la producción y distribución del juguete.
En el contexto latinoamericano, como, por ejemplo, en el Perú, se fabricaban juguetes con fique y cuero de animal en las formas en que su contexto cultural ofrecía o requería, a pesar de ello, no quería decir que, para ser propiamente un juguete, el objeto debía tener una forma específica, pues los niños y niñas que no tenían acceso a juguetes muy elaborados jugaban con cosas que podían encontrar a su alrededor como piedras, hojas, cajas, semillas y otros tantos elementos. Aun así, la dupla niño-juguete no estuvo siempre de la mano pues en la antigüedad los juguetes estaban relacionados con los grupos aristocráticos y sus distintos pasatiempos, como marionetas y diferentes objetos en miniatura.
Referente a la industria del juguete, el historiador estadounidense Gary Cross, ubica sus inicios en el siglo XVI específicamente en diversas ciudades alemanas, así, hay registro de la fabricación de animales en hojalata y madera por los artesanos de la época. No obstante, aunque parece que los juguetes han existido desde el inicio de los tiempos, estos no tomaron tanta importancia sino hasta el siglo XVII cuando apareció la categoría de Infancia y se empezó a estudiar y crear teorías académicas alrededor de ella, a partir de allí es que el juguete comenzó a cobrar importancia, y es en ese momento que otros países como Inglaterra y Francia se integraron a los centros productores de juguetes.
En el contexto colombiano, esta industria, comenzó a cimentarse a través de la importación de juguetes desde países extranjeros, los cuales fueron traídos –en pequeña escala– a partir de 1929 por la Librería, Papelería y Comercializadora de juguetes Búffalo, empresa ubicada en Medellín, la cual comenzaría a fabricar sus propios juguetes a mediados de la década de los 1940, dando origen así a la Fábrica de Muñecas de Medellín, que funcionó aproximadamente cincos años, convirtiéndose desde entonces en Industrias Búffalo, que inició labores con la fabricación de juguetes en madera y metal. En ese orden de ideas, Búffalo fue la compañía insignia de la producción juguetera nacional de mediados del siglo XX.
Ahora bien, en nuestro país antes del siglo XVIII, y aún tiempo después, los niños se relacionaban más con el trabajo que con el juego, y que incluso con la educación, estos
“seguían siendo un grupo social no diferenciado, pues compartían las mismas condiciones que el resto de la población y, sobre todo, las mismas obligaciones en escenarios como el trabajo y la guerra” (Aristizábal, 2013, p. 19),
así, los niños eran vistos como sujetos de deberes que tenían a su cargo responsabilidades, y, por tanto, no podían ni debían dedicar tiempo al juego. En el siglo XIX con la llegada de las ideas de Pestalozzi a Colombia, se estableció también un nuevo imaginario sobre el juego y los beneficios para los niños, no obstante, estas ideas aún no fueron bien vistas por las instituciones que organizaban la Instrucción y la Educación del país, quienes, en la época, recurrentemente hacían recomendaciones frente al juego y como este podía despertar otros vicios en el niño.
En este sentido, los juguetes debían animar las buenas cualidades del hombre, y el juguete se empezó a ver como
“un objeto sobre todo instructivo, una especie de manual del trabajo hecho objeto. Era la vía para entrenarse en los oficios futuros” (Aristizábal, 2013, p. 27),
es decir, la carga simbólica del juguete debía mantener los roles sociales impuestos en el momento, y asimismo las representaciones de las formas de vida que los niños debían interiorizar para llevarlas a la práctica durante su vida adulta. De esta manera, para los niños los juguetes eran martillos, piedras, objetos que en últimas evocaran su oficio y su rol social, mientras que para las niñas eran cocinas, ollas y muñecas, tal como las que se encuentran en la colección del Museo.
Las muñecas podrían considerarse el juguete más antiguo de todos, sin embargo, su origen no se dio en la categoría de juguete, sino que se enmarcó en un contexto en el cual, eran entregadas a las niñas como un objeto divino que les permitía introducirse en el mundo espiritual, y como parte de ritos funerarios antiguos. En cuanto a sus características materiales y formales, al inicio las muñecas eran elementos rígidos sin ninguna clase movimiento, y talladas en algún material como marfil, madera, yeso o cera y otros de origen vegetal, que hacían parte de la cultura de cada lugar, no fue sino hasta el siglo XV y con los avances en el descubrimiento de nuevos materiales que estas se comercializaron, por lo que también fueron adquiriendo movimientos en sus extremidades e incluso se crearon algunas parlantes que reproducían sonidos.
Uno de los materiales con los que se fabricaron las muñecas fue el trapo, este último la RAE lo define como un pedazo de tela desechable o algún paño de uso doméstico. No obstante, en América Latina, el trapo adquirió otro significado, en el pasado las tribus indígenas y las familias campesinas hacían uso de los distintos materiales y fibras vegetales que cultivaban para hacer juguetes, de esta forma, fueron las abuelas, quienes por medio de hojas de maíz, el fique, la enea, y otras plantas elaboraron las muñecas de la mano con sus nietas, no a modo de regalo, sino como un instrumento que les pudiera dar bases sobre el rol que desempeñarían más adelante, y así prepararlas para la vida cotidiana y sus oficios en el hogar y el desarrollo de sus instintos maternales.
Las muñecas y su confección en el contexto familiar, además les permitían seguir en contacto con la madre tierra, con sus raíces, con la naturaleza, con los elementos, con sus dioses, y hasta con su cultura, pues era una costumbre que las muñecas estuvieran vestidas con la ropa tradicional de cada cultura, e incluso desde temprana edad se les enseñaba a las niñas a confeccionar los atuendos para que les dieran una identidad propia a sus muñecas. Al respecto, mientras que las muñecas de las niñas indígenas estaban hechas con materiales recogidos de la naturaleza, las muñecas europeas, eran vestidas con telas y bordados finos que emulaban la aristocracia, lo que da muestra una vez más de la influencia cultural que soportaron este tipo de juguetes.
Con todo lo anterior, es notorio como las muñecas de trapo estaban vinculadas a las artes y oficios manuales, pero también a una herencia cultural en la cual se transmitieron creencias, prácticas y costumbres, que además buscaban despertar en las niñas algunos instintos que se creía nacían con ellas como, por ejemplo, la maternidad.
Para concluir, queremos recordar dos referentes interesantes sobre los juguetes, en este orden de ideas, en la década de 1930 el filósofo alemán Walter Benjamin, los entendía como producciones activas de la cultura; mientras que en 1914, el poeta francés Charles Baudelaire, los comprendía como representaciones o copias materiales de múltiples formas de vida de acuerdo con tiempos y contextos específicos, según él los juguetes eran una reproducción de la vida real en miniatura, y entenderlos integralmente, implicaba comprender ¿Cómo eran? y explorar no solo sus características físicas, sino también sus usos y relaciones; de manera que así podemos identificar y comprender diversos aspectos de una cultura, conductas de un grupo social determinado o una época concreta. Para Baudelaire, “los juguetes son generadores de costumbres y definidores de gustos”.
¿Y, ustedes con cuáles juguetes jugaron?, ¿Cómo estos definieron su identidad?, y ¿En el aula de clases, de cuáles se apoyan para ayudar a mejorar la capacidades y habilidades perceptivas, imaginativas, creativas, motoras; y también contar la historia de la humanidad a los niños?
Para conocer la Muñeca de trapo, la colección de otros juegos y juguetes de diferentes materiales y periodos históricos, otros objetos de la historia y la práctica pedagógica, y los archivos pertenecientes a los fondos documentales que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las nuevas instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Aristizábal, D. (2015). Juguetes e infancias. La consolidación de una sensibilidad moderna sobre los niños en Colombia (1840 – 1950). Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia: Facultad de ciencias sociales.
Cárdenas, Y. (2012). Infancia, juegos y juguetes: contribuciones a un análisis histórico cultural de la educación en Colombia (1930 – 1960). Pedagogía y saberes, (37), 25 – 36.
Jiménez, A. (2008). Historia de la infancia en Colombia: crianza, juego y socialización, 1968-1984. Anuario colombiano de historia social y de la cultura, (35),155-188.
Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23a ed.).
Escucha nuestro Pódcast sobre los Manuales de Lecciones de Cosas, realizado por estudiantes de Práctica del Museo Pedagógico Colombiano del programa en Pedagogía 2021-2 de la Universidad Pedagógica Nacional:
Como pieza del mes, hemos elegido los tres tomos de los manuales escolares conocidos como Lecciones de Cosas escritos por el dibujante, artista gráfico y diseñador editorial catalán Carles Barral i Nualart (1879–1936), que hacen parte de la colección de Libros de Escuela, Manuales y Cartillas que pertenecen al Fondo Documental Bibliográfico del Museo Pedagógico Colombiano, los cuales fueron escritos en 1921 y corresponden a la octava edición del texto.
Los tres volúmenes son de carácter instructivo y didáctico, y cuentan con dibujos e ilustraciones a blanco y negro, realizados por el mismo autor y otros tantos pertenecientes a la plantilla de ilustradores de la Editorial Seix y Barral Hermanos, en cuyos talleres litográficos se imprimieron, por ejemplo, carteles, cromos y todo tipo de material gráfico de artistas reconocidos españoles como Apeles Mestres, Ramón Casas, Francisco de Cidón, Joaquim Renart, Cayetano Cornet o Pere Montanyà, entre otros.
La Industria Editorial y Gráfica Seix y Barral Hermanos, fue fundada en Barcelona (España) en 1911, como una empresa de artes gráficas, publicidad y litografía de carteles; aunque sus primeras obras fueron sobre historia y literatura juvenil; también fueron proveedores de catálogos de juguetes para niños, mapas, ejercicios, figuras geométricas, etc. para los estudiantes de la época, a quienes también se dirigió la publicación de libros de texto y numerosas colecciones y obras, de carácter pedagógico del ámbito español.
Los Manuales escolares sirvieron como objeto de la enseñanza del siglo XVII, constituyéndose como la exposición de una disciplina escolar de manera ordenada y secuencial, estos estaban dirigidos exclusivamente a los maestros, pues una de sus funciones se fundaba en regular las prácticas de enseñanza y los saberes que circulaban por la escuela, pero también cumplían la tarea de:
“simplificar las escrituras y los lenguajes que existían […]. Este modo de simplificación era concebido como un arte, dado su carácter de reducción de la proliferación de signos y significaciones. El manual debía decir en forma simple lo que era complejo y que los tratados o estudios eruditos no hacían, pues eran dirigidos a un público especializado” (Quiceno, 2001, p. 53).
Con el inicio de la Escuela Nueva a finales del siglo XIX y su consolidación a inicios del siglo XX, que buscaba superar el modelo Lancasteriano propuesto desde la ‘Escuela Tradicional’ ligada a la Iglesia Católica, en el que la memorización de los contenidos era la estrategia central para la transmisión de los conocimientos o información, nació la implementación de nuevos métodos para la enseñanza, e incluso se modificaron ciertas dinámicas escolares tradicionales, como la centralidad de la educación basada en el profesor.
En este contexto asociado a una propuesta para un nuevo planteamiento de Escuela, tuvo gran influencia la experiencia y aportes del pedagogo suizo Enrique Pestalozzi (1746–1827), pues según su biografía, de acuerdo con una vivencia propia como educador, la enseñanza ocurría de manera oral debido a la falta de textos, valiéndose así de diversos materiales que pudieran despertar la curiosidad del niño.
Entonces, mientras él se encontraba explicando a sus alumnos sobre una escalera portátil, las láminas de apoyo de las que hacía uso no se encontraban disponibles, al darse cuenta, un niño le señaló una escalera que se encontraba en el patio junto a la puerta, y de la cual podía hacer uso para continuar con su labor de enseñanza; a partir de dicha experiencia, Pestalozzi tuvo la idea de que este proceso escolar podía transcurrir de otra manera, a través de la intuición del niño.
Tomando en cuenta la experiencia de la escalera, en adelante Pestalozzi enseñó solo por medio de objetos verdaderos, así, los muebles y los demás elementos de la clase, los animales, las plantas, el cuerpo humano, todo cuanto tenía a su alcance, fue el material de que se valió en los ejercicios de intuición, conformando de este modo la base del “método intuitivo” que tanta fama le diera. Trabajando desde entonces lo que se conoce como la pedagogía “intuitiva” u “objetiva”, en la que define la intuición como:
“fundamento absoluto de todo conocimiento, o, con otras palabras, que todo conocimiento parte de la intuición y a ella tiene que poder ser remitido” (Pestalozzi citado en Klaus Runge, 2008, p.44).
De esta manera, la intuición sería el fundamento general de todo conocimiento, desde donde puede distinguirse un aspecto externo, y uno interno. Lo externo como todo aquello que puede recibirse del exterior con la ayuda de los sentidos; y lo interno, como los juicios que se crean a partir de esas impresiones que se han recibido de afuera. La infancia nació allí como un concepto que puede pensarse entonces a partir de la subjetividad.
En Colombia la apropiación de la pedagogía Pestalozziana se desarrolló por primera vez entre los años de 1845 y 1930, como una manera de dejar atrás el método Lancasteriano. Con el apoyo del presidente Mariano Ospina Rodríguez (fundador del Partido Conservador), fue don José María Triana escritor de manuales para métodos de enseñanza primaria del país –como, por ejemplo, el Manual de enseñanza mutua para las escuelas de primeras letras de 1845–, reconocido como uno de los primeros pedagogos colombianos y fundador del Instituto Normal, quien la introdujo en nuestro país, como un recurso para mejorar la enseñanza en las clases de gramática y aritmética.
Sin embargo, los conservadores no fueron los únicos en poner en marcha la “Pedagogía Objetiva”, pues treinta años después en 1872, bajo el gobierno liberal del Olimpo radical esta perspectiva empezó a difundirse por las normales de las capitales todo el país, de la mano de la Primera Misión Alemana que trajo consigo a los “12 maestros protestantes”, asumiéndose como un sistema pedagógico que debía implementarse en el marco del Primer Proyecto Nacional de Educación laica, gratuita, obligatoria y pública.
“Esta vez, ya no se trataba de un procedimiento auxiliar: fue asumida en su integridad, como un método universal, teórico y práctico, como el sistema pedagógico “más moderno para la reforma de la mente de la niñez colombiana”, frente a la pedagogía llamada tradicional: memorista, verbalista y punitiva, asociada por demás a la Iglesia Católica y a los regímenes conservadores y al sistema de enseñanza mutua utilizado durante los dos primeros tercios del siglo XIX” (Saldarriaga, 2001, p. 46).
Al igual que otras apuestas pedagógicas que buscaban formar un ideal de hombre y ciudadano, la perspectiva propuesta por Pestalozzi implementada en Colombia pretendía participar en la configuración de un nuevo “Hombre moderno; práctico, observador del mundo, positivo y, en lo posible, laico” (Saldarriaga, 2001, p. 46), y por esto mismo, de la estructuración de una nueva sociedad, ya que en esta visión no se trataba de la formación del hombre y sus acciones para un bien individual, sino de que sus acciones y que el resultado de estas tuvieran repercusión colectiva y social. Aun cuando se logró implementar en el país, por desacuerdos con la Iglesia Católica, y el partido de oposición se le puso fin a este proyecto, no obstante, el método de enseñanza se siguió impartiendo durante los dos gobiernos siguientes en los períodos de la Regeneración y la República Conservadora entre 1886 y 1930.
Como resultado de este proceso, se dio la inserción y uso masivo de diferentes manuales y cartillas escolares escritos durante todo el siglo XIX, como materiales de apoyo a la enseñanza, entre los cuales se encontraban los Manuales de las “Lecciones de Cosas” que buscaban aproximar a los estudiantes a las palabras a través de los objetos, y que fueron importados a finales del siglo XIX a precios económicos por la Librería Americana de Bogotá de quien era dueño Miguel Antonio Caro. Además, es de gran relevancia resaltar que la mayoría de los manuales usados para seguir el método de Pestalozzi fueron escritos por pedagogos protestantes pestalozzianos.
Basados en el método Pestalozzi, las ‘Lecciones de Cosas’ fueron manuales que les permitieron a los profesores organizar las cosas para poder dirigir la percepción del niño, de lo singular a lo general y de lo visible a lo abstracto. Aquí el estudiante era un sujeto activo que se involucraba en la enseñanza tanto en su pensamiento, como en las experiencias físicas y sensoriales.
En este sentido, los textos de Lecciones de Cosas inspirados en la apropiación y metodología de Pestalozzi volcaron la mirada hacia la infancia, significando una verdadera evolución de las técnicas de enseñanza en la Escuela “Moderna”. Desde allí la Pedagogía ‘Pestalozziana’ estaría basada en un principio esencial a partir del cual, la enseñanza debería suceder de la cosa a la palabra, y de la palabra a la idea, es decir aproximar a los alumnos a las palabras mediante los objetos. Además, el texto recurrió a la imagen y los dibujos, surgiendo el reino de la imagen en la Pedagogía, por lo tanto, nuestra pieza del mes, entro al sistema escolar gracias a la lectura extensiva y con el objetivo de valorar las experiencias y cultivar la curiosidad por lo nuevo.
Sobre las características físicas de los tomos, su tamaño es de 14,5 x 18,5 cm, su extensión varía entre las 150 y 200 páginas y fueron impresos a blanco y negro. Y aunque cada editorial publicaba un solo libro, al respecto, Seix & Barral Hnos. publicó una colección, en la que los formatos gráficos y editoriales de los tres ejemplares eran los mismos, pero que fueron aumentando en especificidad y actualidad de lecciones sobre todo en aquello que tenía que ver con aspectos científicos o técnicos. De esta manera, los manuales fueron aptos para la enseñanza de la Zoología, la Botánica, las Ciencias Naturales, entre otras. Temáticas que se representaron de forma gráfica, con numerosas ilustraciones realistas muy específicas, y descripciones escritas bien detalladas que permitieron acercar al niño al objeto de conocimiento, al entorno real que muestran las lecturas y lógicamente despertar su curiosidad natural por aprender.
Para este propósito, los manuales de Lecciones de Cosas no contenían temas al azar, sino que trabajaban lecciones articuladas y organizadas mediante una secuencia lógica que le permita a los estudiantes acercarse al conocimiento de las cosas, pero que además abría la posibilidad de conocer aspectos de la vida del hombre social para irse formando como tal. Así, los temas más comunes que incluyeron estos manuales eran:
“1. Cosas de la naturaleza, sobre todo las que se pueden considerar de mucha utilidad o imprescindibles para la vida del hombre como: agua, árbol, vino, arcilla, conejo, raíces, caballo.
2. Cosas útiles e indispensables para la vida: Vestidos, trabajo, higiene, esponjas, zapatos…
3. Materias primas: el carbón, el petróleo, piedras, metales…
4. Factores y elementos del progreso y desarrollo del hombre: tren, barco, motor de explosión, telegrama…” (Sánchez, 2014, p.12).
Para finalizar, exponemos la intención descrita por el autor en el prólogo de cada uno de los tomos:
“Las LECCIONES DE COSAS responden a la necesidad de procurar a los maestros padres y en general a todos los que tienen a su cargo la educación de los niños, una amena, variada e instructiva serie de temas para dialogar con sus hijos o alumnos, mezclando lo útil con lo agradable, despertando en los espíritus juveniles un vivo interés y ejercitándoles en los rudimentos de las ciencias, las artes y las industrias” (Nualart, 1921, p.5).
Para concluir, en la parte final del mismo prólogo, el autor también pretendía:
“Inculcar al niño la afición al estudio de los principales conocimientos humanos, sería un magnífico triunfo. Y nuestras LECCIONES DE COSAS sólo aspiran a ayudar al maestro en esta admirable empresa de iniciación espiritual” (Nualart, 1921, p.6).
Así, resaltamos el legado histórico de este conjunto de Manuales Escolares, por su impacto en la evolución e historia de los modelos pedagógicos y las reformas educativas que se implantaron en el país dentro del naciente “sistema escolar colombiano” de finales del siglo XIX y la puesta en marcha y consolidación de la Escuela Nueva durante el siglo XX en Colombia, ya que la introducción de las ideas pedagógicas del modelo Pestalozziano coadyuvaron a transformación de las mentes de los estudiantes, y a la modernización de las Escuelas y la Educación del país, en lo referido a las metodologías y prácticas que enmarcaron el proceso de enseñanza y aprendizaje, ya que acercó los conocimientos del mundo, la vida y la comprensión del contexto a la infancia a través del desarrollo de la intuición por medio de sus experiencias, y especialmente, desde los objetos del mundo real hacia las palabras y las ideas que aprenderían.
Para conocer y consultar los Manuales de Lecciones de Cosas, otros textos, manuales de alfabetización y demás archivos pertenecientes al fondo documental; y también los objetos e implementos escolares de la historia y la práctica pedagógica que salvaguardamos y exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las nuevas instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Quiceno, H. (2001). «El Manual Escolar: Pedagogía y Formas Narrativas». En: Revista Educación y Pedagogía. Medellín: Facultad de Educación. Vol. XIII, No. 29-30, (enero-septiembre), pp. 53–67. Recuperado de: https://www.academia.edu/11799932/EL_MANUAL_ESCOLAR_PEDAGOGÍA_Y
centromanes.org (2021). Los Manuales de Lecciones de Cosas – CENTRO MANES. Fecha de consulta: Noviembre 12 de 2021. Desde: http://www.centromanes.org/?page_id=756
Klaus, A. (2008). Las dimensiones de la intuición y del arte de la intuición en Johann Heinrich Pestalozzi: acercamientos antropológico-pedagógicos. Pedagogía y Saberes. 28, p 43–53.
Offir, N. (2015). Las pedagogías de la lectura en Colombia: Una revisión de estudios que se enfocan en el texto escolar durante la primera mitad del siglo XX. Lenguaje, p. 85 –110.
Estimados/as colegas y visitantes, el Seminario tiene como principal objetivo reunir a investigadores de instituciones científicas y museológicas que estudian los museos escolares y la cultura material escolar para contribuir a su apreciación, salvaguardia y difusión, especialmente analizando los tránsitos entre Brasil y Francia.
Así, se busca abordar cuestiones relacionadas con los estudios históricos sobre los museos escolares de finales del siglo XIX y primera mitad del XX, en los que la influencia francesa fue casi hegemónica, y, al mismo tiempo, discutir aspectos relacionados con la conservación y extroversión de colecciones de origen francés que aún existen hoy en museos e instituciones educativas, así como su uso en actividades educativas.
El evento es de inscripción gratuita, se desarrollará los días 27, 28 y 29 de septiembre de 2021, contará con la participación de expertos en los temas tratados, se transmitirá en línea, emitirá certificados, y habrá traducción simultánea francés – portugués – francés.
Como pieza del mes, hemos seleccionado la máquina duplicadora de ‘espíritu’ «Banda» que pertenece a la colección de otros de artefactos del Museo Pedagógico Colombiano. Objeto empleado para la reproducción de documentos fabricado en la segundad mitad del S. XX, por la compañía inglesa Block & Anderson.
Block & Anderson LTD., es el nombre de una compañía británica fundada en 1922 que tenía sedes y plantas de fabricación en las ciudades de Londres y Darlington, siendo empresa privada de 1931 a 1948 cuando pasó a ser una empresa pública. De acuerdo al catálogo como expositor de la Feria de Industrias Británicas, organizada entre el 5 y el 16 de mayo de 1947 por el Departamento de Promoción de Exportaciones de la Junta de Comercio, Block & Anderson era una empresa dedicada a la fabricación y distribución de máquinas de control de producción «Simplex«, máquinas portátiles de sumar, restar y enumerar «Victor«, máquinas de sellado de sobres «Velopost«, máquinas de apertura de sobres «Lightning«, máquinas de colocación de sellos «Bandafix«, y como nuestra pieza del mes máquinas duplicadoras de fluido «Banda«, como también de otro tipo de máquinas, equipos y suministros para oficina.
Para 1961, Block & Anderson LTD., contaba con 965 empleados y además de fabricar y distribuir máquinas y equipos de oficina, tenían licencia de la Junta de Comercio Británica para la importación de máquinas de cálculo y suma, como las calculadoras rotativas eléctricas «Facit» fabricadas en Suecia y las estadounidenses «Marchant», entre otras.
La empresa se destacó por patentar dos diferentes procesos relacionados con los métodos de impresión, el primero en 1952, cuando patentó mejoras relacionadas con los métodos y medios para la preparación de copias maestras para la impresión hectográfica; y el segundo en 1962, cuando patentó mejoras relacionadas con las máquinas duplicadoras y las impresoras.
Finalmente en 1964, la producción fue asumida por el grupo británico Ozalid Co., que se dedicaba a la fabricación de papel sensibilizado en seco, paños opacos y de trazado, maquinaria de revelado y revelado fotográfico; equipos de oficina para copiar documentos y materiales, y también materiales y equipos pre-sensibilizados de litoplato[1] y microfilmación.
El método de impresión para los duplicadores ‘de espíritu’, fue inventado en 1923 por Wilhelm Ritzerfeld y se usó durante parte del resto del S. XX.; y como método de reproducción de documentos por transferencia de tinta, coexistió junto a la impresión mimeográfica[2]. Igualmente, se le conoce como “duplicadora de alcohol” o “copiadora al alcohol”, ya que los alcoholes fueron uno de los componentes principales de los solventes y soluciones que se utilizaban como “tintas”.
Existieron varias marcas de fabricantes de este instrumento reconocidas a nivel mundial. Por ejemplo, Ditto Corporation en los Estados Unidos y el mundo; o en el Reino Unido producido por Associated Automation Ltd.; Londres NW10; y por supuesto Block & Anderson y su marca «Banda», la cual se convirtió en el nombre genérico de este tipo de copiadoras y la técnica en sus respectivos mercados.
Para su funcionamiento, utilizaba «maestros de espíritu» u «hojas maestras» de dos capas –de allí su nombre Duplicadores ‘de Espíritu’–. En la primera hoja se puede escribir y dibujar, mientras que la segunda hoja está recubierta con una capa de cera que ha sido impregnada con algún colorante (o tinta). La presión de escribir en la primera hoja transfiere la cera coloreada de la segunda hoja al reverso recubierto de la primera, produciendo una imagen especular[3]. (Este proceso, produce el mismo resultado de una hoja de papel carbón colocada al revés). Luego se separan las dos hojas y la primera se sujeta al tambor de la máquina, con la parte posterior hacia afuera, actuando como una placa de impresión.
Respecto al solvente o “tinta”, la cera transferida al reverso de la primera hoja la contiene y a medida que el papel que se va a imprimir se mueve a través del duplicador, la “tinta” se extiende por cada hoja. Cuando el papel impregnado entra en contacto con el reservo de la primera hoja, disuelve la cantidad suficiente de cera pigmentada para imprimir la imagen en el papel a medida que pasa por debajo del tambor de impresión. Un “maestro” podía producir 40 o 50 copias buenas; después, las copias se volvían más pálidas a medida que la cera coloreada se agotaba, ya que la impresión era de bajo contraste.
El color habitual de la cera y de los documentos duplicados, era púrpura (malva[4]), un pigmento barato y medianamente duradero, pero “las hojas maestras” se fabricaron en rojo, azul, negro, naranja, amarillo, marrón, o verde como en el caso del Duplicador Banda de nuestra colección, ya que tenían la capacidad de imprimir múltiples colores en una sola pasada, cuando se cambiaban las láminas enceradas. La siguiente imagen es un ejemplo del trabajo impreso de un duplicador realizado por una máquina marca Ditto, se trata del periódico escolar de 1978, de la escuela High Valley School, Clinton Cors. de Nueva York.
El solvente duplicador consistía en una mezcla 50/50 de dos alcoholes (de uso industrial que funcionan como disolventes y solventes de tintas) el isopropanol y el metanol los cuales eran económicos y de fácil adquisición, se evaporaban rápidamente y no arrugaban el papel.
El mecanismo de acción de las duplicadoras de ‘espíritu’ era manual, ya que la mezcla de alcoholes descrita era inflamable; pero en 1938 Johan Bjorksten inventó un solvente no inflamable que permitió usarlas eléctricamente, sin preocuparse por la inflamabilidad de la mezcla utilizada. Con la adición del triclorofluorometano, la nueva mezcla tenía un olor agradable, toxicidad reducida y proporcionaba copias tan buenas como la anterior.
Actualmente la durabilidad de estas copias, representa un reto para los responsables de archivos y conservación de documentos históricos y piezas artísticas, ya que la exposición a los rayos UV desvanece lo impreso y por supuesto limita su uso. Además como el papel de reproducción que se utilizaba era de baja calidad, se degradaba y tomaba color amarillo. Finalmente, la duplicación a base de alcohol, se volvió obsoleta con la masificación de las fotocopiadoras y la informatización de los procesos.
De acuerdo al siguiente volante de publicidad del año 1949, la compañía, presentaba, los últimos dispositivos:
“BLOCK & ANDERSON LTD Presenta Su última gama de ayudas comerciales mecanizadas.
Banda El Duplicador de Espíritu ‘Banda’– para una reproducción económica multicolor en una sola operación sin el uso de tinta, plantillas o gelatina. Banda «Line Poster» para contabilización de libros de compras y análisis directo y el «B. & A. Simplex» para control de producción, análisis de ventas, pedidos de compras, pedidos y rutina de facturación.”
En relación a la importancia de este objeto dentro de las aulas de clase, como elemento para la duplicación y reproducción de documentos, entendemos que se inspira en la labor trascendental que cumpliera la imprenta a nivel cultural y mundial –claro está que en otro contexto y a partir de otras mecanismos modernos– y que su particular uso en la escuela, favoreció los procesos colectivos para la circulación de información y especialmente de conocimientos.
Los Duplicadores de espíritu, fueron utilizados principalmente por iglesias, clubes, organizaciones pequeñas y principalmente por escuelas; además facilitó la impresión de fanzines, y a pesar de que la cantidad de copias que se podían hacer de un original (o de una copia maestra) era limitada, tuvo como ventaja un bajo costo y la economía para la elaboración de las reproducciones.
Quienes hayan conocido esta clase de dispositivos o hayan utilizado las copias que se lograban con éstos, recordaran el aroma ligeramente dulce de las páginas y la sensación fría de las nuevas copias recién salidas del duplicador, características de la vida escolar en la era en que los duplicadores de espíritus fueron vigentes.
Nuevamente esta clase de artefacto y su inclusión en el contexto de nuestro Museo, nos permite reflexionar sobre su valor como fuente histórica y a la vez interpretarlo para dialogar sobre diferentes sucesos, para nuestro caso, la evolución de los mecanismos de impresión desde lo tecnológico, o también cómo su uso en las escuelas permitió modernizar las técnicas de reproducción de documentos e imágenes, y lógicamente apoyar y facilitar los procesos de aprendizaje de los alumnos.
Para conocer la máquina Duplicadora de fluido, otros objetos relacionados con la escuela, la historia y la práctica pedagógica, y los archivos pertenecientes al fondo documental que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 127 Nº 11–20, en el Instituto Pedagógico Nacional.
[1]La placa de litio es una lámina delgada de aluminio (endurecido de grano fino) anodizado que se utiliza en la industria de la impresión. La placa de impresión preparada fotográficamente (imagen grabada en el aluminio) se trata químicamente para que la imagen acepte tinta. Se utiliza para la impresión a largo plazo donde se necesita consistencia de imagen. Fuente: https://www.rcgroups.com/forums/showthread.php?680223-What-is-litho-plate
[2]El mimeógrafo es un instrumento utilizado para hacer copias de papel escrito en grandes cantidades (se solía utilizar en colegios). Utiliza en la reproducción un tipo de papel llamado esténcil. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Mime%C3%B3grafo
[3] Una imagen especular es la generada mediante la reflexión de la luz en una superficie especular (por ejemplo la superficie pulida que tiene un espejo), donde los rayos incidentes se reflejan con un ángulo igual al de incidencia (ambos tomados con respecto a la perpendicular al plano en ese punto). Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Imagen_especular