El programa Huellas en la Escuela invita a participar de la I Jornada de Museos Escolares, que se realizará el jueves 05 de Noviembre a las 10:30 a.m. (8:30 a.m. hora colombiana*) por la plataformaGoogle Meet.
Adjunto compartimos el programa con el formulario de inscripción y las instrucciones para el ingreso.
Con el fin de entablar un diálogo con la comunidad escolar y académica, el Grupo de Investigación HISTORIA Y MEMORIA DE LA EDUCACIÓN (GRUPEHME), invita al VI Coloquio sobre Historia y Memoria de la Educación, que tendrá como objetivo construir un diálogo con investigadores, docentes, directivos y estudiantes sobre los impactos de la(s) pandemia(s) a lo largo del historia en la educación.
¡LA INSCRIPCIÓN ESTÁ ABIERTA!
Programación:
Mesa redonda 1: Vida diaria, educación y pandemia.
26/11/2020 (jueves) – 7:00 p.m.
Mesa redonda 2: Espacios y condiciones de investigación en tiempos de pandemia.
27/11/2020 (viernes) – 2:00 p.m.
Fecha límite de inscripción: 26/11/2020 (para los que deseen un certificado se cobrará R $10,00)
El Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla (España), comparte su nueva exposición temporal: «Nosotras hacemos Ciencia«. Una exposición que corresponde a una investigación biográfica de mujeres científicas. Los contenidos y paneles de esta muestra expositiva se pueden conocer a través de la infografía adjunta.
Este proyecto de innovación de carácter divulgativo se podrá explorar entre el 3 y el 15 de noviembre de 2020.
Sinopnis: Este libro está organizado en cuatro partes: Instituciones escolares y escuelas de inmigrantes, Grupos escolares y educación primaria, Escuelas aisladas y prácticas docentes, y Escuelas normales y formación del profesorado. El esfuerzo por componer la historia de las instituciones de educación primaria en Rio Grande do Sul se debe al trabajo dedicado y comprometido de un grupo de treinta autores en veinte capítulos, que presentan el resultado de este proyecto y sus desarrollos.
Como pieza del mes, hemos seleccionado la lonchera o caja de almuerzo de hojalata marca ‘Aladdin’ de la colección de implementos escolares del Museo Pedagógico Colombiano. Objeto de producción industrial, empleado básicamente como un recipiente para llevar alimentos, el cual es muy representativo de la época escolar de generaciones enteras de estudiantes a nivel mundial; fabricado en 1979, por la compañía estadounidense ‘Aladdin Industries Incorporated’ con sede en la ciudad de Nashville, estado de Tennessee; la cual en sus inicios se dedicaba a la fabricación de lámparas de queroseno, estufas, recipientes térmicos (platos y frascos) para almacenar alimentos, loncheras, y hoy en día es una marca de productos de alimentación y bebidas .
Destacada por su línea de loncheras escolares que incluían personajes famosos de la televisión (aún recordados), por ejemplo, héroes vaqueros estadounidenses, Superman, Mickey Mouse, Los Supersónicos, entre otros; Aladdin Industries Incorporated, es el nombre de una compañía creada por el empresario y hombre de negocios Víctor Samuel Johnson Sr. (1882–1943) quién la fundó en 1908 y comenzó operaciones en la ciudad Chicago; distinguida como una de las marcas más reconocidas en la fabricación y comercialización de lámparas de manto de queroseno, las cuales comienzan a producirse en 1909 superando las expectativas por su funcionalidad y calidad (de las que existían anteriormente en el mercado), produciendo desde entonces y por los 40 años siguientes modelos mejorados de este producto conocido como la “lámpara de Aladino”, de hecho el nombre de la empresa derivó de la denominación de este invento, ya que se inspiraba en la lámpara mágica y el genio que concedía deseos del famoso cuento para niños.
La trayectoria y productos de la empresa se fue expandiendo progresivamente, y para 1917, comenzó a producir recipientes, platos y frascos para cocina que retenían y aislaban el calor y el frío de alimentos o líquidos, de hecho, esta serie de productos conocidos como Aladdin Thermalware, fueron la primera clase de lo que hoy conocemos como termos herméticos, los cuales se usan para guardar alimentos o bebidas calientes o frías; esta clase de productos se vendieron con éxito entre 1919 y 1943; incluso a partir de 1919 fabricó platos aislados y jarras térmicas para el Ejército durante la Primera Guerra Mundial. Cuando el fundador muere en 1943, fue su hijo Víctor S. Johnson, Jr., quién asumió la dirección de la compañía, y en 1949 para centralizar las operaciones, trasladan las oficinas y las instalaciones de fabricación a la sede en Nashville.
Antes de la muerte de Johnson, Sr., la empresa, comenzó a producir en la década de 1940 kits de loncheras escolares, y ya con la dirección de su hijo desde 1950, Aladdin fue la industria líder en la fabricación de productos de esta categoría y lo seguiría siendo hasta la década de 1980; la estrategia que les permitió el dominio desde los años 50 en la comercialización de estas loncheras metálicas para cargar el almuerzo, fue la obtención de licencias para el uso y reproducción de imágenes de diferentes personajes populares de la cultura norteamericana, los cuales aparecían en sus productos; por ejemplo, el primer personaje que apareció con licencia en una de sus loncheras fue la estrella de vaqueros de cine y televisión Hopalong Cassidy, que en su primer año superó las ventas de 50.000 unidades a 600.000 unidades; posteriormente otros personajes y cientos de nuevos diseños fueron incluidos para la fabricación de loncheras.
En 1965, la empresa, expandió su línea de productos, con la fabricación de envases de alimentos y bebidas en acero, por lo que, en 1968, introdujo el sistema de bandejas térmicas aisladas y compartimentadas con la que se podían mantener los alimentos a la temperatura deseada durante largos períodos de tiempo –es decir calientes los alimentos calientes y fríos los alimentos fríos–, producto que revolucionaría la distribución de alimentos en aerolíneas, hospitales y otras instituciones de alimentación masiva; el éxito de este sistema de bandejas conllevó a la creación de la división Aladdin Synergetics, que en 1972 permitió establecer oficinas en Inglaterra, Francia y Alemania, y por supuesto expandir el mercado de la compañía.
Entre 1980 y el año 2002 (cuando finalmente es adquirida por Pacific Market International, LLC. líder mundial en diseño, marketing y fabricación de alimentos y bebidas), Aladdin continuó creciendo y en la década de 1990, su operación permitió aumentar el número de empleados; y sus productos ganaron tal popularidad que se vendieron en cadenas de supermercados de todo Estados Unidos; por su parte, sus loncheras se hicieron tan famosas, que fueron llevadas por casi todos los escolares estadounidenses a partir de mediados del siglo XX.
El tipo de objeto reseñado se trata de recipientes de plástico, tela o metal con cierre hermético y que sirven para almacenar, conservar y llevar alimentos; las loncheras (fiambreras) han sido de uso común y de utilidad tanto para el hombre trabajador, como para los estudiantes de diferentes épocas. En el contexto escolar, las loncheras han tenido una connotación relacionada a la moda, a corrientes de la cultura popular e incluso como un elemento capaz de transmitir visualmente la identidad personal de cada estudiante.
Su origen, se remonta al siglo XIX, alrededor de 1880, no obstante, se consideraban un referente a la falta de estatus social, y la carencia de tiempo y dinero para la adquisición de una comida “decente” y a una temperatura ideal. Los primeros que comenzaron a usarlas fueron miles de trabajadores y obreros de fábricas, minas y factorías de las ciudades en las que se desarrolló el proceso de industrialización, el acelerado avance tecnológico y por supuesto los importantes cambios económicos y sociales que trajo consigo la Segunda Revolución Industrial; inclusive que estas primeras loncheras fueran metálicas, no es fortuito, ya que debían aguantar el nuevo ritmo de vida (propio de este importante período de la historia de la humanidad) y así mismo proteger los alimentos de los peligros del lugar de trabajo.
En el mismo tiempo descrito anteriormente, fueron los escolares hijos de estos obreros, quienes, con el objetivo de emular a sus padres utilizaban recipientes similares a las loncheras hechos con cajas vacías de galletas o tabaco; pero es hasta 1902, cuando aparece la primera creada para los niños, con forma de canasta de picnic, la cual estaba decorada con imágenes de infantes jugando. En 1935 el famoso ratón Mickey Mouse fue el primer personaje popular en aparecer en ellas; sin embargo, la lonchera tal como la concebimos hoy, realmente aparece en el mercado y como parte de la vida e identidad escolar desde la década de 1950, siendo como ya referimos la compañía Aladdin, la pionera en producirlas y a las cuales en 1962 se les estampó por primera vez formas en tercera dimensión sobre el metal; durante estos años se incluirían en los diseños todo tipo de personajes: dibujos animados, atletas, películas, series de TV, entre otros; luego a inicios de los años 70, la hojalata con la que se fabricaban debe ser reemplazada por motivos relacionados a las afectaciones que el plomo contenido en este tipo de material causaba en el organismo humano, por lo tanto, así inició el declive de la lonchera de metal y al mismo tiempo el auge de la lonchera de plástico, de menor costo de producción y sin efectos negativos sobre la salud. Ya a finales del siglo XX, se rediseñan y transforman, con nuevos materiales y formas, al punto que hubo un regreso ‘nostálgico’ a su origen reapareciendo la lonchera metálica; hoy en día, la tecnología ha cambiado la forma de producción de este tipo de objetos, al punto que dejaron de ser simples recipientes para transportar alimentos, convirtiéndose ahora en porta alimentos eléctricos capaces de calentarlos e incluso cocinarlos.
Sobre su importancia, en lo que se refiere a la cotidianidad escolar, se trata de un elemento que ha permitido la interacción entre estudiantes con gustos e intereses comunes, ya que habiendo distintos diseños, formas y personajes, era habitual observar grupos de estudiantes que tuvieran la misma lonchera, por consiguiente la identidad de los estudiantes ha estado vinculada (entre otro tipo de factores) al tipo de lonchera que llevaran, y este objeto básico en la indumentaria y usanza de millones de estudiantes, en muchos casos, reafirmó la personalidad de cada individuo escolar en sus diferentes etapas, siendo protagonista de la experiencia escolar; pero su función más importante, está directamente relacionada al cubrimiento de las necesidades nutricionales de los estudiantes, ya que el contenido balanceado de la lonchera escolar asegura un rendimiento óptimo en aulas y colegios, en consecuencia el aporte de éstas para la recuperación de energía física y mental, igualmente contribuyó a un proceso de aprendizaje y formación adecuado.
“Sin duda las loncheras seguirán siendo instrumento de niños y adultos para obtener una comida sana y una buena nutrición. Actualmente también forman parte de unos de los artículos más preciados por los coleccionistas o amantes de la memorabilia, ya que son una puerta al pasado” (Torreangel, 2010. Recuperado de: https://www.elpoderdelasideas.com/hora-del-recreo-historia-de-la-lonchera/).
Para conocer la Lonchera ‘Aladdin’ de personajes infantiles de la compañía de entrenimiento Disney, otros objetos e implementos escolares de la historia y la práctica pedagógica, y los archivos pertenecientes a los fondos documentales que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 127 Nº 11–20, en el Instituto Pedagógico Nacional.
Como pieza del mes, hemos seleccionado el Reloj de pared antiguo de sistema de engranajes de la colección de mobiliario escolar y otros objetos que hacen parte del aula escolar que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano. Objeto de producción industrial, empleado en los esquemas de la organización espacial interna de las aulas escolares; con el cual los maestros marcaban y controlaban con precisión los tiempos escolares, los cuales se dividían en horas y minutos de acuerdo con las diferentes actividades que se desarrollaban en las escuelas; aproximadamente fue fabricado a mediados de la década de 1920, por la compañía estadounidense ‘Simplex Time Recorder Co.’ que tenía sede en la ciudad de Gardner, estado de Massachusetts; la cual en sus inicios se dedicaba a la fabricación de relojes e instrumentos para el registro preciso del tiempo, y que, posteriormente expandió sus actividades al mercado de sistemas de construcción, sistemas de seguridad y sistemas de alarmas contra incendios.
Simplex Time Recorder Co., es el nombre de una compañía familiar fundada en 1894 por el ingeniero estadounidense Edward Goodrich Watkins (1865–1942), quién centró su ingenio y esfuerzos como director del departamento de ingeniería de Heywood Brothers & Wakefield Co. en la búsqueda de un modo mejor para chequear el tiempo y controlar la asistencia y puntualidad de los empleados de esta empresa dedicada a la fabricación de sillas y mobiliario escolar; fruto de este trabajo, inventó y patentó el reloj (registrador) de tiempo de pulsación de botón (y perforación) Simplex, que fue el primer instrumento preciso y de fácil uso –de hecho el nombre de la compañía se derivó de la simpleza para el empleo de su invento (Simplex: simple)– para el registro de tiempo; y asimismo impulsó la creación de Simplex una compañía de fabricación de relojes, que se le considera, la piedra angular del negocio y la industria internacional de fabricación de este tipo de productos, que fueron muy populares en los lugares de trabajo de todo el mundo desde finales del siglo XIX.
Sobre la trayectoria de Simplex Time Recorder Co., operó durante más de un siglo bajo la propiedad privada de la familia Watkins; desde su fundación y a lo largo de las siguientes décadas fabricó y vendió con éxito muchos modelos de sistemas de control del tiempo. En la década 1950, la compañía, expandió sus negocios al desarrollo de sistemas de construcción y alarmas contra incendios, razón por la cual, en 1958 compró IBM Time Division (la División de equipos de tiempo de IBM) –que incluyó la División de protección contra incendios de IBM–; en 1963, para fortalecer la posición de Simplex en el mercado mundial, amplían sus instalaciones y abren sucursales en todo el mundo; luego en 1964, adquieren la empresa británica Gledhill–Brook, igualmente dedicada a la fabricación de instrumentos para el registro del tiempo, convirtiéndose así en Simplex Time Recorder (UK) Ltd. Hasta la década de 1980, la compañía tuvo el monopolio del mercado de dispositivos de registro de tiempo; y a finales del año 2000, se convierte en SimplexGrinnell, cuando es adquirida por Tyco International plc., empresa líder mundial en las industrias de soluciones de seguridad y protección contra incendios, especializada en sistemas de comunicación y otros servicios; para tener en cuenta la historia de Simplex Time Recorder Co., también narra la historia de tres generaciones de la misma familia.
Otros aportes significativos del ingeniero Watkins, que hicieron que los activos e impacto de la empresa crecieran, fueron el desarrollo del registrador de tiempo de modelo de tarjeta, utilizado por miles de trabajadores quienes por medio de este dispositivo registraban el tiempo de su trabajo insertando «tarjetas de tiempo» individuales; e igualmente, la creación de los sistemas de relojes sincronizados, que hasta hace poco fueron utilizados en muchas escuelas; y que, como nuestra pieza del mes, hicieron parte de una serie de productos conocidos como Master Clocks (Relojes Maestros) los cuales se sincronizaban a relojes ‘esclavos’, es decir se trataba de un reloj de precisión central que proporcionaba señales que ajustaban los tiempos de otro conjunto de relojes, sistema que se conformaba por una red de relojes eléctricos conectados por cableado a un reloj de péndulo principal (maestro).
Dicho sistema, comenzó a utilizarse en instituciones como fábricas, oficinas y escuelas a inicios del siglo XX; de manera que esta clase de relojes son uno de los primeros dispositivos de la tecnología de la información que no solo en el espacio del trabajo, sino también en oficinas y escuelas, registró las idas y venidas tanto de trabajadores como de maestros y estudiantes. Por lo tanto, el reloj que exhibimos en el Museo es de aquellos inventos de la vida industrial que igualmente hicieron parte de la cotidianidad escolar; recordemos que algunas maletas, loncheras de hojalata y otros elementos usados por muchos estudiantes durante una parte del siglo XX estuvieron inspiradas en diseños que usaron de forma masiva las poblaciones de obreros de muchas ciudades de la industrialización.
Sobre la historia de los relojes, debemos señalar que son instrumentos creados con el objetivo de medir, mantener e indicar el tiempo en horas, minutos o segundos, y que por supuesto nos permiten conocer la hora actual; aunque pueden tener otras funciones, esto de acuerdo con la tecnología del reloj que cada uno usemos, ya que con la evolución en su fabricación los nuevos modelos gozan de mayor precisión, funciones complementarias y mejor presentación estética.
Es uno de los instrumentos más populares en cualquier sociedad –y que no pierde vigencia–, debido a que muchas personas disponemos de uno o varios relojes, incluso en muchos hogares y otros espacios pueden coexistir varios tipos de ellos; algunos electrodomésticos los incorporan en formato digital o electrónico, y en cada computadora y teléfono móvil tenemos uno; además de la función práctica que significa el uso de estos en la vida diaria –imaginen por un momento ¿cómo sería nuestra vida sin una forma sencilla de medir el tiempo y sin un instrumento como el reloj?–, muchos modelos se les considera objetos preciados de joyería y otros también símbolos de distinción y valoración a nivel social.
Los primeros dispositivos para la medición del tiempo aparecieron en la antigüedad, al respecto en el siglo I a.C. Vitruvio en sus tratados hablaba del reloj de agua, el de aire, el de fuego, el de sol y de otras categorías desconocidas; mientras que otros modelos, estaban ligados a la observación de los movimientos de los astros del cielo, por ejemplo, el Gnomon un tipo de reloj solar utilizado por los antiguos egipcios. Posteriormente en territorio europeo presuntamente aparecen otros relojes, en el siglo VIII los relojes de arena (que se popularizaron hasta el siglo XIV, por lo que se considera que se originaron en el medievo); y en este mismo territorio, en el siglo X al parecer se inventaron los grandes relojes de pesas y ruedas; otra fuente interesante y precedente sobre los relojes, lo encontramos en La Divina Comedia, obra de la literatura universal escrita por Dante Alighieri, en la que él describió una especie de relojes mecánicos con alarma «cuyas ruedas se mueven unas a otras, y apresuran a la que va delante hasta que se oye tin tin con notas tan dulces«[1]; en el siglo XIV, la historia habla del primer reloj construido sobre principios de mecánica en Inglaterra por Richard de Wallingford y es a partir de ese momento cuando se construyen otros relojes mecánicos en Europa, especialmente para torres de iglesias, catedrales y ayuntamientos; a mediados del siglo XV, en Francia fueron inventados los relojes portátiles o de bolsillo, los cuales eran de precisión deficiente y por demás se les consideraba mecanismos raros y costosos que solamente las clases altas de la sociedad podían adquirir, incluso fue necesario que los relojeros aprendieran orfebrería, ya que en la fabricación de este tipo de relojes con frecuencia se utilizaban materiales preciosos.
Para regular la maquinaria del reloj y hacerlo más exacto, fue el famoso astrónomo, ingeniero y matemático italiano de la Edad Media Galileo Galilei, quién investigó sobre un método y la posibilidad de regularlos mediante el uso del péndulo; sin embargo el procedimiento se desarrolló hasta mediados del siglo XVII, cuando el inventor neerlandés Christiaan Huygens aplicó el péndulo a los relojes de torre o de pared, a él se le atribuye la invención del reloj de péndulo moderno; finalmente, las mejoras realizadas por inventores del mismo siglo impulsaron la existencia de relojes mecánicos más precisos, cómodos y regulares, en este sentido, la reducción del tamaño de las maquinarías permitió que los relojes fuesen portables, de hecho poder consultar la hora en cualquier instante fue uno de los grandes avances de la relojería; pero fue hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando la empresa suiza Patek Philippe & Co. inventó el reloj de pulsera –en un principio diseñado como un objeto de joyería de uso exclusivamente femenino–.
A inicios del siglo XX, el reloj de pulsera se convirtió en un objeto útil para la aviación(a consecuencia de que los pilotos, tomaban sus relojes de bolsillo y con una correa los ataban a sus piernas o brazos, además los aviones de la época carecían de cualquier tipo de instrumentación, por lo tanto estos relojes fueron muy importantes para calcular rumbos, distancias y horas de combustible restantes para continuar en vuelo); pero fue con el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914–1918) cuando el reloj de pulsera, dejó de ser de uso femenino –antes los hombres llevaban relojes de bolsillo y no de pulsera porque se consideraba que “era cosa de mujeres” –; en este conflicto bélico, los ejércitos notaron que era una desventaja que sus soldados se despistaran mirando sus relojes de bolsillo, por este motivo los relojes de pulsera se popularizaron.
Actualmente existen una gran variedad y tipos diferentes de relojes, por ejemplo, los de uso personal en su mayoría son mecánicos y electrónicos, sean analógicos (indican la hora, minutos y segundos en una circunferencia numerada, mediante manecillas o agujas) o digitales (indican la hora mediante números y son de funcionamiento electrónico) ambos funcionan con una pequeña pila eléctrica que mediante impulsos hace girar las agujas o marcar los números; igualmente existen gran cantidad de relojes mecánicos para uso personal (de pulsera o de bolsillo) o de uso general para otros espacios (relojes de pared y antesala), es importante resaltar que los de tipo mecánicos se les considera por los expertos como obras de arte mecánicas.
Sobre su función, en escuelas, colegios y universidades, como reseñamos en un comienzo, generalmente se utilizaban para marcar y controlar de forma precisa el tiempo en las aulas, controlar con exactitud la duración de las sesiones de clase, los tiempos de instrucción de los estudiantes, los descansos, el tiempo libre que pudiera existir y hasta los movimientos de los estudiantes y profesores. Los relojes, fueron y aún son, un objeto primordial para la experiencia educativa, y por lo tanto no están colocados al azar dentro de los salones; incluso no existió un modelo espacial del aula de clase en el que estos instrumentos no fueran un elemento esencial para la organización de estos espacios, y su distribución en las aulas lo hizo protagonista también de la experiencia escolar y la interacción entre profesores y demás estudiantes.
Además, para la formación del hábito de la puntualidad, entendida como una regla o virtud de respeto hacia los demás, en la que nos coordinamos cronológicamente para ejecutar alguna tarea o acción requerida en un tiempo determinado y en un plazo anteriormente comprometido; y por supuesto disciplinar a los estudiantes en el concepto práctico del buen uso del tiempo, el reloj jugó un papel fundamental dentro de la vida escolar, ya que la experiencia del aprendizaje no solo se basaba en adquirir conocimientos e información, también fue, es y será un baluarte para la formación de ciudadanos de buenas prácticas y costumbres socialmente correctas.
Para conocer el Reloj antiguo ‘Simplex’, otros objetos de la historia y la práctica pedagógica, y los archivos pertenecientes a los fondos documentales que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 127 Nº 11–20, en el Instituto Pedagógico Nacional.
Master clock. (2018, 13 de diciembre). Wikipedia, the free enciclopedia (la enciclopedia libre). Fecha de consulta: Septiembre 9 de 2020. Desde: https://en.wikipedia.org/wiki/Master_clock
Simplextime, Technologically advanced products for clock systems (2020) Our History | Simplex Time Australia. (2020). Fecha de consulta: Septiembre 10 de 2020. Desde: https://www.simplextime.com.au/about/our-history
El ámbito del museo escolar es la escuela y su comunidad, particularidades que lo diferencian de otro tipo de museos; responde al complemento de los contenidos curriculares; su accionar involucra docentes, estudiantes y comunidad, pues está vinculado estrechamente con el patrimonio tangible e intangible de la comunidad y genera experiencias creativas de aprendizaje. Su colección se estructura con los objetos aportados por la comunidad educativa, la sede es un espacio de la escuela donde, docentes y alumnos diseñan exposiciones, llevan su registro y a partir de ellas, desarrollan actividades diversas que complementan los contenidos curriculares desarrollados.
Esto favorece el rescate de los valores tradicionales, el conocimiento de la historia local y el vínculo de los aprendizajes con la vida cotidiana. Lanz C. (1996), señala: “a través de la indagación, exploración, investigación de la realidad social y natural de un entorno comunitario los escolares se convierten en investigadores para producir holísticamente conocimientos científicos desde sus propias perspectivas”.
La propuesta de un Museo Escolar puede resultar muy innovadora, sin embargo, no ha tenido un desarrollo muy amplio y son muy pocas las experiencias exitosas debido a entre otras cosas, a que el mismo concepto de Museo en general y de museo escolar en particular son desconocidos. La programación desarrollada en los departamentos de educación de los museos no llega a todas las escuelas de su entorno y en muchas ocasiones se convierten casi exclusivamente, en el desarrollo de una visita guiada que sigue un guion repetitivo, el cual en ocasiones puede resultar aburrido para los estudiantes.
Por otra parte, no existe suficiente y accesible material bibliográfico acerca de los museos nacionales y regionales y mucho menos de material pedagógicamente atractivo sobre las exposiciones en desarrollo.
Estas experiencias en mucho podrían orientar el trabajo de docentes en la escuela, aunado al hecho que muy poco personal de los centros educativos conoce las funciones de un museo y menos sobre los procesos para la implementación de un museo escolar. A pesar de que un alto porcentaje de la población tiene acceso a Internet los Museos Nacionales son prácticamente desconocidos en las regiones de provincia y mucho más sus programas y colecciones.
No obstante, el museo se presenta como una novedosa herramienta de educación no formal que permite fortalecer las experiencias de la escuela formal; pues permite concretar vivencias del estudiante que favorece la integración del conocimiento teórico y experiencial con testimonios tangibles e intangibles de la cultura nacional y local.
Es por ello que los museos cuentan con el área de educación que formula y planifica muestras expositivas y desarrolla estrategias diferenciadas dirigidas al público escolar y extraescolar. en la actualidad el avance de las tecnologías de comunicación ha permitido que los museos desarrollen una infraestructura con dispositivos audiovisuales interactivos que atraen la atención de público de todas las edades y a nivel pedagógico, experiencias que van a permitir a los estudiantes fijar en su memoria por más tiempo objetos, personajes y hechos de su historia y de su cultura. Igualmente, en un Museo Escolar con los recursos propios de la escuela se pueden realizar muchas actividades que van a favorecer el aprendizaje significativo de sus estudiantes.
La escuela posee múltiples espacios para el encuentro de saberes y para la difusión de relatos, y es el Museo Escolar uno de estos tantos espacios donde bien pueden empezar a encontrarse esos elementos que nos permitan convivir con nuestra cultura, con nuestros principios, nuestros valores sin por ello desconectarnos con las tecnologías de información. Por el contrario, incorporar estas para que sean un recurso que nos permita difundir esos elementos que nos identifican dentro de un espacio pluricultural.
El Museo Escolar es entonces una iniciativa que debe partir desde la necesidad de desarrollar un diálogo en torno a los elementos culturales que se hallan en la comunidad y donde la escuela, no debe estar divorciada a estas realidades, sino que por el contrario debe afianzar dichos valores a través de todas las estrategias posibles.
A partir del diagnóstico que bien puede realizar el maestro en función de los elementos patrimoniales deberá establecer las oportunidades para rescatar dicho patrimonio, conservarlo, exhibirlo y desde el mismo generar diversas experiencias pedagógicas y culturales.
Entonces, ¿qué es un Museo Escolar?, un Museo Escolar es un espacio para el encuentro de la comunidad educativa con su patrimonio, con sus valores e identidad. Es un espacio donde el objeto recrea la historia para entablar diálogos con los estudiantes, los profesores y la comunidad en general.
También es una oportunidad para visibilizar la comunidad y la escuela a través de la conservación tomando en cuenta el tipo de colecciones y tipos de propuestas museográficas que se puedan desarrollar en el recinto educativo.
El ámbito del museo escolar es la escuela y su comunidad, particularidades estas que lo diferencian de otro tipo de museos; responde al complemento de los contenidos curriculares; su accionar involucra docentes, estudiantes y comunidad, pues está vinculado estrechamente con el patrimonio tangible e intangible de la comunidad y genera experiencias creativas de aprendizaje.
Su colección se estructura con los objetos aportados por la comunidad educativa, la sede es un espacio de la escuela donde, docentes y alumnos diseñan exposiciones, llevan su registro y a partir de ellas, desarrollan actividades diversas que complementan los contenidos curriculares desarrollados.
Esto favorece el rescate de los valores tradicionales, el conocimiento de la historia local y el vínculo de los aprendizajes con la vida cotidiana. Lanz C. (1996), señala: “a través de la indagación, exploración, investigación de la realidad social y natural de un entorno comunitario los escolares se convierten en investigadores para producir holísticamente conocimientos científicos desde sus propias perspectivas”.
La propuesta de un Museo Escolar puede resultar muy innovadora, sin embargo, no ha tenido un desarrollo muy amplio y son muy pocas las experiencias exitosas debido a entre otras cosas, a que el mismo concepto de Museo en general y de museo escolar en particular son desconocidos.
La programación desarrollada en los departamentos de educación de los museos no llega a todas las escuelas de su entorno y en muchas ocasiones se convierten casi exclusivamente, en el desarrollo de una visita guiada que sigue un guión repetitivo, el cual en ocasiones puede resultar aburrido para los estudiantes.
Por otra parte, no existe suficiente y accesible material bibliográfico acerca de los museos nacionales y regionales y mucho menos de material pedagógicamente atractivo sobre las exposiciones en desarrollo. Estas experiencias en mucho podrían orientar el trabajo de docentes en la escuela, aunado al hecho que muy poco personal de los centros educativos conoce las funciones de un museo y menos sobre los procesos para la implementación de un museo escolar.
A pesar de que un alto porcentaje de la población tiene acceso a Internet los Museos Nacionales son prácticamente desconocidos en las regiones de provincia y mucho más sus programas y colecciones.
No obstante, el museo se presenta como una novedosa herramienta de educación no formal que permite fortalecer las experiencias de la escuela formal; pues permite concretar vivencias del estudiante que favorece la integración del conocimiento teórico y experiencial con testimonios tangibles e intangibles de la cultura nacional y local. Es por ello que los museos cuentan con el área de educación que formula y planifica muestras expositivas y desarrolla estrategias diferenciadas dirigidas al público escolar y extraescolar.
En la actualidad, el avance de las tecnologías de comunicación ha permitido que los museos desarrollen una infraestructura con dispositivos audiovisuales interactivos que atraen la atención de público de todas las edades y a nivel pedagógico, experiencias que van a permitir a los estudiantes fijar en su memoria por más tiempo objetos, personajes y hechos de su historia y de su cultura. Igualmente, en un Museo Escolar con los recursos propios de la escuela se pueden realizar muchas actividades que van a favorecer el aprendizaje significativo de sus estudiantes.
Como pieza del mes, hemos seleccionado el Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para Uso de la Juventud de Ambos Sexos de la colección de Manuales Escolares que pertenece al Fondo Documental del Museo Pedagógico Colombiano. Comúnmente conocido como “Urbanidad de Carreño” –esto por el apellido de su autor a quién reseñaremos posteriormente–, es un manual para la práctica de buenos modales que tuvo gran repercusión a nivel mundial especialmente en el mundo hispanohablante, el cual se inspiró en textos franceses e ingleses de carácter similar, y cuyo origen se remonta a mediados del siglo XIX, específicamente para 1853; sin embargo, la edición que exhibimos en el Museo fue publicada para 1868 en Nueva York por la editorial estadounidense D. Appleton & Company.
De acuerdo con su extenso título: “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para Uso de la Juventud de Ambos Sexos; en el cual se encuentran las Principales Reglas de Civilidad y Etiqueta que deben Observarse en las Diversas Situaciones Sociales”, el objetivo principal de éste fue corregir o “blanquear” el comportamiento de la sociedad de su tiempo –especialmente de quienes no eran considerados cortesanos y cultos– a través de una reglas basadas en la moral cristiana para la formación de ciudadanos con entendimiento de sus deberes, y la capacidad de educarse para imitar o poner práctica un conjunto de conductas (consideradas dignas) fundamentadas en los buenos modales y costumbres para relacionarse con otras personas según diferentes situaciones, contextos y espacios, que abarcaban la vida como individuos y desde luego la vida colectiva en sociedad en paz, respeto, orden, felicidad y virtud; al respecto con el enfoque de este manual, quizás se podría reflexionar de forma crítica a nuestro tiempo sobre el siguiente supuesto: que la condición de pobreza no es motivo para no ser digno, para no ser honesto y para no ser un ciudadano decente, cívico y con modales.
Pero por este mismo motivo, se convirtió rápidamente en una lectura obligatoria para la gente de la época, quienes en general trataban de guiarse y adiestrarse por sus preceptos, al punto que no hubo hogar (por humilde que fuera) donde padres y madres no invocaran las enseñanzas de Carreño a la hora de educar y orientar la formación de sus hijos. Por ejemplo, en la estructura de sus capítulos y secciones, se trataban asuntos como los deberes morales de los hombres con Dios, con la sociedad, con sus padres, con la patria y consigo mismos; se explicaban las normas para el comportamiento a seguir dentro de la casa, en la calle, en la iglesia, en la escuela, en el trabajo; también se dedicaban apartados enteros en la descripción de normas para el comportamiento en la vida familiar, para la correcta higiene personal y el aseo en general, para el desarrollo de conversaciones, y para el comportamiento en la mesa, el modo de actuar en visitas, reuniones, honras fúnebres, bailes, festines, entre otros; e incluso abordaba temas sobre el traje, la correcta vestimenta y la presentación personal, entre otros contenidos, como eran la vida en comunidad, la hospitalidad, el fomento de algunos valores morales y lo que hoy llamaríamos tener ‘don de gente’.
Sobre el concepto de urbanidad, entendido como la expresión e imitación de las virtudes y del conjunto de normas para tener una buena actitud social, las cuales nos ayudarán para la vida en convivencia, éste nace en la Europa del siglo XVIII (a pesar de tener algunos precedentes más antiguos) y en el siguiente contexto histórico que probablemente tiene una perspectiva de exclusión y al parecer posterior ‘inclusión social’, ya que anteriormente lo que hoy conocemos como urbanidad era una manera de proceder que solo la practicaban (y a la que solo podían acceder) un grupo pequeño de personas, evidentemente las que pertenecían a la nobleza o grupos de la alta sociedad, por lo tanto copiar aquellos modales nobles, permitía a los considerados humildes o pobres, ser ‘aceptados’ en las altas esferas de la sociedad. Por lo tanto, así como en América Latina, tuvimos el Manual de Carreño, de forma paralela y con muchos contenidos en común, se publicó un poco antes en 1836 un libro sobre leyes de etiqueta y reglas de buena conducta en sociedad, en Norte América, conocido como: «The Laws of Etiquette or Short Rules and Reflections for Conduct in Society«.
En relación al autor de nuestra pieza del mes, fue escrita por el músico, pedagogo y diplomático venezolano, Manuel Antonio Carreño que nació en Caracas en 1812 y falleció exiliado en Francia en 1874; y quién a nivel pedagógico no solo se destacó –y pasaría a la historia– por escribir el Manual de Urbanidad y Buenas Maneras (que hoy reconocemos con su apellido); ya que también fundó instituciones educativas en su país, y tradujo al castellano obras para la educación como catecismos y métodos para el estudio de la lengua latina. Como dato curioso, Carreño era sobrino del educador Simón Rodríguez que además de haber sido el insigne maestro del Libertador Simón Bolívar; fue una figura fundamental para el pensamiento ilustrado y pedagógico latinoamericano del siglo XIX, pues planteó el fin social de las escuelas y la educación, como fundamentos del saber e instrumentos a través de los cuales todos los pueblos y sus ciudadanos sin exclusión alguna, alcanzarían la modernización, el progreso, la formación para el trabajo y la adquisición de nuevos hábitos para la consolidación de las nacientes repúblicas americanas.
Respecto a los manuales escolares, son obras que tienen como objeto la enseñanza, por lo cual, constituyen una exposición ordenada y secuencial de una disciplina escolar. Las principales particularidades del manual escolar son:
“Intencionalidad por parte del autor, sistematicidad en la exposición de los contenidos, secuencialidad, adecuación para el trabajo pedagógico, estilo textual expositivo, combinación de texto e ilustraciones [en la mayoría de ellos], reglamento de los contenidos, de su extensión y del tratamiento de los mismos e intervención estatal administrativa y política” (Varela, 2010, p. 99).
Otra característica fundamental de los manuales escolares empleados desde el siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XX es que, a diferencia de los libros de texto (producidos a partir de la segunda mitad de siglo XX), estos estaban dirigidos exclusivamente a los maestros ya que una de sus funciones era regular las prácticas de enseñanza y los saberes que circulaban en la Escuela.
Según el centro de investigación MANES y varios autores, los manuales escolares se clasifican, en cuatro principales grupos: Textos de primeras letras [cartillas de lectura, catones, silabarios y citolegias (métodos de lectura rápidos)]; Catecismos (religiosos y laicos); Manuales específicos para disciplinas escolares (matemáticas, historia natural, geografía, historia, entre otras); y como nuestra pieza del mes –en una categoría aparte, pues no estaban destinados únicamente a la Escuela sino, además, a la Familia–, tenemos los Manuales de urbanidad.
Resaltamos el legado de esta joya de la urbanidad hispanoamericana que coadyuvo a corregir muchas conductas y armonizó las relaciones entre sujetos y la vida de la sociedad latinoamericana de ese momento, y que ciertamente fue uno de los pilares documentales para la enseñanza del civismo y los buenos principios sin distinción de género; inclusive para muchos de nuestros abuelos su autor fue considerado ‘la biblia de los buenos modales’, y ¿Cómo no exaltar la memoria de Carreño y los contenidos de este Manual?, si el mismo fue capaz de moldear una sociedad diferente desde mediados del siglo XIX y buena parte del siglo XX, también fue un instrumento clave para la difusión masiva de las buenas costumbres y los comportamientos considerados ‘ideales’ que se transmitieron de generación en generación; y aunque todavía el Manual de Carreño, se sigue publicando, ya no es muy usual su consulta ya que los conceptos de ciudadanía y sociedad han cambiado –y continuarán transformándose– y algunas de sus posturas son descontextualizadas y hasta resultan algo radicales para la actual sociedad; aunque por supuesto, debemos resaltar que temas como los que trataba el manual no pierden vigencia, por lo tanto, muchas de sus normas siguen vigentes, por ejemplo: respetar a los padres, asearse antes de salir de casa, tener buenos modales en la mesa, caminar sobre la acera y saludar.
Para conocer y consultar el Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para Uso de la Juventud de Ambos Sexos, otros textos, manuales de alfabetización y demás archivos pertenecientes al fondo documental; y también los objetos de la historia y la práctica pedagógica que exhibimos, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 127 Nº 11–20, en el Instituto Pedagógico Nacional.
BBC News Mundo. 2020. Manuel Carreño, el Venezolano que le enseñó buenos modales a América Latina (y a España). Fecha de consulta: Agosto 14 de 2020. Desde: https://www.bbc.com/mundo/noticias-46039565
Gotzens (2001) sostiene que existen alternativas a los castigos cuando de procesos formativos se trata, y que la más relevante o adecuada es la sanción directamente relacionada con las consecuencias naturales derivadas del comportamiento de un estudiante o las consecuencias lógicas del mismo. Las primeras, las consecuencias naturales, están directamente relacionadas con aquello que se sigue de manera natural del comportamiento de un niño, por ejemplo, al jugar con la comida y regarla por el piso, no ofrecerle (tener) inmediatamente otro plato de comida, o al llegar tarde a la escuela, encontrar la puerta cerrada y por lo mismo no poder acceder a las clases. Este tipo de consecuencias naturales ocurren sin la intervención del adulto, y en la mayoría de los casos se terminan convirtiendo en una sanción para el niño. Sin embargo, es importante que los adultos puedan parar este “ciclo de consecuencias naturales” en un determinado momento, pues no se puede permitir que ellas vulneren los derechos fundamentales del menor de edad, causándole dolor o sufrimiento.
En el mismo sentido, afirma Gotzens (2001) que otra forma de sanción son las consecuencias lógicas que siguen del comportamiento inadecuado de un estudiante, de tal manera que este puede tomar conciencia de la racionalidad de sus actos y de cómo estos tienen una racionalidad y desencadenan unas consecuencias que son consecuentes con la manera de actuar, lo que a la postre se convierte en una sanción. Este tipo de consecuencias es más coherente con una sanción que con un castigo, y probablemente sirvan para modificar el comportamiento inadecuado del estudiante.
Avanzando un poco más en este tipo de sanciones, se puede seguir lo propuesto por Jean Piaget a este respecto y que tiende a ser una alternativa al castigo que refuerza la heteronomía para ir en dirección de las consecuencias lógicas y probablemente ayude de manera significativa a que el estudiante no refuerce su heteronomía, sino que avance en el desarrollo de su autonomía y en su concepción de justicia.
Piaget propuso una división de los tipos de sanciones que los adultos deberían habitualmente emplear para corregir el comportamiento de los niños. Estas pueden ser: expiatorias o por reciprocidad.
Las sanciones expiatorias se caracterizan por usar la coacción y establecer una relación arbitraria entre la sanción y el acto sancionado, de tal manera que el niño aprende a comportarse de una manera determinada solamente para evitar el castigo. Ejemplos de este tipo de sanciones son la imposición de no comer postre por romper una porcelana, o no poder salir por obtener malas calificaciones. Como puede verse, no existe una relación lógica entre el comportamiento inadecuado y la sanción expiatoria o el castigo recibido (Kamii y De Vries, 1995).
Por otra parte, a las sanciones por reciprocidad las caracteriza una coacción mínima y tienen una relación lógica o natural con el acto sancionado. Por ejemplo, cuando un niño rompe una porcelana, la sanción por reciprocidad es decirle que no se volverán a comprar cosas bonitas o este tipo de adornos para la casa, hasta que él aprenda a cuidarlos (Kamii y De Vries, 1995).
Las sanciones expiatorias también son llamadas negativas y se corresponden con el concepto común de castigo, ya que se impone algo desagradable que motive o estimule un cambio en el comportamiento. Al ser arbitrarias, por no ser lógicas o consecuencias naturales, dificultan la comprensión por parte del niño sobre el porqué de la sanción e incentivan la presencia de una moral heterónoma. En comparación con esto, las sanciones por reciprocidad, también conocidas como positivas, al no exigir comportamientos arbitrarios facilita el entendimiento de la sanción, potencian la aceptación de esta y aumentan la posibilidad que el niño actúe voluntariamente, acercándolo a la autonomía.
Piaget propuso seis clases de sanciones por reciprocidad que no son excluyentes entre sí y mantienen el mismo principio de aplicación de las sanciones lógicas. Él advierte que cualquiera de estas sanciones podría en algún momento llegar a convertirse en expiatoria si el adulto tiene una actitud que tiende hacia el castigo, por lo cual aconseja que para mantener las sanciones por reciprocidad debe procurarse una actitud de cooperación entre el adulto y el niño (Kamii y De Vries, 1995).
Referencias
Gotzens, C. (2001) La disciplina escolar. En cuadernos de educación 2° edición, ICE Barcelona, España: Horsori
Kamii, C. y De-Vries, R. (1982). La teoría de Piaget y la educación preescolar. Madrid, España: Visor.