La pedagogía para la paz

Desde los diferentes espacios sociales y desde las diversas instituciones educativas, la pedagogía para la paz, enfocada desde la instancia filosófica axiológica, se torna entonces en un instrumento útil de doble vía.

En primer lugar, la pedagogía como ciencia de la investigación del entorno puede emplearse para elaborar el diagnóstico en cuanto se emplean instrumentos de investigación sobre la realidad a través de la observación empírica.

En segundo lugar, como ejercicio educativo, formativo y que contribuye al aprendizaje de los participantes en un acto pedagógico permanente, una vez sucedida la catástrofe manifestada en la guerra, se transforma en una medicina para su curación, que puede significar desde la solución positiva de los conflictos intrafamiliares, hasta la reconstrucción del tejido social del país. Desde este enfoque la pedagogía, se constituye en una necesidad inaplazable para la construcción de una “cultura de paz”. (Conozca el libro Educación para la paz. Una pedagogía social para consolidar la democracia social y participativa).

De la misma manera y como complementaria a esta labor se requiere la construcción de una sociedad justa, igualitaria, democrática, tolerante, donde el ser humano sea el centro de la atención del Estado y de sus diversos Ministerios, en fin una sociedad en la que han soñado todos los grandes filósofos, sabios y santos para la humanidad, donde se respeten y se cumplan los derechos humanos. En otras palabras: “la cultura de paz”, es la utopía posible por la cual podemos luchar desde la escuela y el sistema educativo.

La pedagogía para la paz, es una pedagogía libertaria y creativa que se basa en los pilares fundamentales del cambio y la transformación del conflicto. Consiste en:

Analizar el mundo en que vivimos, pasarlo por la crítica reflexiva emanada de los valores propios de una cosmovisión pacifista y lanzar a los individuos a un compromiso transformador, liberador de las personas en tanto que movidas por el análisis crítico quedan atrapadas por la fuerza de la verdad y obligados en conciencia a cooperar en la lucha por la emancipación de todos los seres humanos y de sí mismas en primer lugar. Rodríguez, Martín. (1994). p. 366. 

Entendida como valor ético o como derecho humano, nos la planteamos como un acto consciente y deliberado en el que tenemos que saber hacia qué modelo de sociedad y de ser humano apuntamos, comprometiéndonos en este proceso como personas.

Trabajar por un proceso educativo que signifique contribuir al desarrollo de un pensamiento planetario, que implique alejar el peligro de la guerra. Poner fin al expolio de las zonas empobrecidas del país y del planeta. Enseñar desde y para la no violencia, aprender a considerar el conflicto como un vehículo de cambio social, si sabemos resolverlo sin recurrir a la violencia. Integrar al estudiante en un proceso de transformación de la sociedad y del mundo hacia la justicia y el equilibrio del medio ambiente. Este es el compromiso de educar para la paz desde el sistema educativo. 

La educación en consecuencia, no solo debe entregar un sistema de aprendizaje a las personas para conocer el mundo sino también para aprender a ser en el mundo.

No se trata solo de aprender ciencia y teorías sobre la paz, sino también cómo aprender a vivir y relacionarse con los demás, cómo saber vivir en armonía con la naturaleza, y cómo ser mejores seres humanos, más solidarios, fraternales y amorosos con las demás personas con las que compartimos diariamente nuestro lugar en la tierra. Esto tiene un significado muy fuerte en las teorías cognoscitivas, en la axiología y la epistemología.

A pesar de que la gente aprende una profesión, hay elementos básicos que todo sistema educativo debe enseñar a sus estudiantes, y éstos son, aquellos que les ayudan a desarrollarse como mejores seres humanos y que les permiten solucionar los problemas y dificultades que van a encarar en la vida. A los niños se les debe enseñar a distinguir lo correcto de lo incorrecto y a tomar buenas decisiones. Junto con ser capaces de tomar buenas decisiones intelectuales, buenas decisiones físicas, tenemos que aprender a tomar buenas decisiones espirituales. Sant Rajinder Singh. (1994). p. 18.

Mientras no aprendamos acerca del conocernos a nosotros mismos, del cómo funciona nuestro cuerpo, nuestros sistemas sensorios y motores, nuestro cerebro y el sistema de asociaciones neuronales, nuestra estructura mental, nuestros sistemas emocionales, y cómo aprender a controlarlos y regularlos, también será muy difícil el aprendizaje de la paz.

En una investigación sobre la aplicación de los valores éticos en la escuela, realizada en 1998, con docentes afiliados a la Federación Colombiana de Educadores –FECODE–, en más de 300 escuelas y colegios públicos del país, hallamos una identidad común que se puede establecer como una sensibilidad creciente de un gran porcentaje de maestros por ubicar el valor ético de la paz en el primer plano del aprendizaje sobre valores. Rendón, Álvaro – Riveros, Lucy  (1998). p.104.

Esta realidad es altamente significativa para el país en momentos en que se requiere con urgencia la construcción de una cultura de paz permanente. No solamente por la calidad de los actores sobre los cuales se investigó, sino también y además por la relación descubierta entre valor ético, paz y derechos humanos, que por lo general no se tiene en cuenta en el proceso educativo.

La cátedra por la paz, la vida y la libertad recientemente propuesta por las ONGs que trabajan por la paz y apoyada por el Ministerio de Educación Nacional, puede ser uno de los mecanismos que potencien esta nueva cultura. (Conozca la colección Juegos de Paz).

Entendida como un valor, los docentes debieran comenzar a deconstruir dentro de ellos mismos, todo el sistema de pensamiento, los enfoques y las visiones muchas veces confusos sobre el concepto y la práctica de la paz.

Simultáneamente debiera comenzar la construcción interna de la paz a través del reaprendizaje de los valores éticos y humanos para posteriormente reflejarla en el aula con sus estudiantes, en la comunidad educativa, con los demás maestros directivos docentes y padres de familia, en el hogar con sus familias y en las demás esferas sociales donde se relacionan cotidianamente.

Esta es una tarea inaplazable e indelegable. La paz comienza dentro de nosotros mismos y se extiende a nuestro entorno en la medida en que seamos consecuentes con nuestra propia conciencia y ayudemos a instaurarla mediante el ejemplo práctico en la vida cotidiana. (Lea La educación y la construcción de la paz – ¿De qué paz estamos hablando? y Adiós a la guerra. Los colores de la paz).

 

Referencias

Rendón, Alvaro. Lucy Rivera. Escuela valores y derechos humanos. Servigrafic ltda. FECODE. Bogotá 1998.

Rodríguez, Martín. Educar para la paz y la racionalidad comunicativa. Universidad de Granada. 1994. España.

SantRajinder, Singh. Educación para un mundo en paz. Bogotá 1994.

 

Tomado de: El aprendizaje de la paz. Autor:  Rendón Merino, Álvaro.  pp. 76-80

 

Tomado de la web de la Editorial Magisterio de la colección de Pedagogía e Historia para visitar el contenido haga click en el siguiente enlace La pedagogía para la paz

Pieza del mes de mayo de 2020: Maleta A, B, C.

Como pieza del mes, hemos seleccionado la Maleta A, B, C de la colección de implementos escolares del Museo Pedagógico Colombiano. Objeto que se fabrica desde mediados de la década de 1950, que hasta el día de hoy es de producción artesanal y el cual es muy representativo de la época escolar de generaciones enteras de estudiantes colombianos; en consecuencia la reconocemos como una pieza de tradición que no solo hace parte de la memoria escolar del país en el siglo XX, sino también de nuestra memoria colectiva.

Así como existen numerosos objetos que cumplen funciones esenciales para estimular el desarrollo del aprendizaje de los alumnos y la compresión de conocimientos, otros sirven de apoyo para las labores fundamentales y actividades que en general realizan los maestros para el ejercicio de la enseñanza, sin embargo, nuestra pieza del mes, únicamente fue y aún es empleada para guardar y transportar objetos de diferente naturaleza, para nuestro caso, elementos de uso escolar que hoy conocemos como ‘útiles escolares’, por ejemplo: cuadernos, libros y textos escolares, documentos, lápices, bolígrafos, borrador, reglas, entre otros; un conjunto completo de ‘enseres’ que creemos son imprescindibles para cualquier estudiante y sin los cuales el proceso de educación, instrucción y formación podría dificultarse un poco.

Sobre la historia del maletín o Maleta A, B, C, su creador fue el ciudadano colombiano Manuel Moreno Lara que comenzó  el negocio en asocio con Gustavo Cruz (ya fallecido), emprendedores que comienzan a fabricarla desde 1955, en el marco de un pequeño emprendimiento familiar que nunca se ha producido industrialmente, y que afortunadamente a logrado mantener vigencia, a pesar de las lógicas comerciales que actualmente lideran la manufactura de maletas y morrales de todo tipo para escuelas, colegios y universidades.

Recuerda una nota periodística realizada sobre la maleta, que:

Hace 60 años surgió la idea de negocio que llegó a Colombia gracias a un judío de apellido Vosley quien quería comenzar a fabricar maletas similares a las de la Segunda Guerra Mundial, luego el señor Manuel Moreno (padre) compró y tomó las riendas del negocio volviéndolo una marca personal. La maleta de cuero marrón y con las letras ABC con dibujos animados quedó en la memoria de más de un colombiano y lo hace volver a las épocas de escuela.” Caracol Radio (2017). Conozca los 60 años de historia de la legendaria maleta ABC.

2016, Las Maletas A, B, C – Los Puros Criollos. Proceso de producción de la Maleta A, B, C, en la fábrica de producción. Fuente: https://www.flickr.com/photos/135239946@N06/albums/72157664307047092
2016, Las Maletas A, B, C – Los Puros Criollos. Proceso de pintado de las figuras de la Maleta A, B, C. Fuente: https://www.flickr.com/photos/135239946@N06/albums/72157664307047092

Fabricaba totalmente en cuero de color marrón, salvo por las piezas metálicas correspondientes a los cierres, hebillas y herrajes con las cuales se tensionan las correas de la Maleta o se cierra la misma, sus materiales aseguran un producto de alta calidad y larga duración.

El paso a paso detrás de este artículo, se describe en un minucioso procedimiento hecho totalmente a mano, que comienza primero con el corte de las diferentes piezas de cuero a través de los moldes de cada una, luego con el uso de dos planchas de cobre se estampan sobre cada una de las piezas ya cortadas las características figuras que adornan la parte frontal y la parte trasera de la Maleta, posteriormente estás figuras grabadas o repujadas se deben pintar de forma manual, en una técnica que se asemeja a la creación de una obra de arte sobre un lienzo; ya pintadas y retocadas las figuras animadas que se aprecian en estas maletas, se procede al trabajo de costura en máquinas de coser industriales para unir cada una de las piezas (frontal, trasera y laterales) por medio de hilo encerado de alta resistencia. Ya cuando todas las piezas de cuero que dan cuerpo a la maleta están cosidas, se ensamblan y martillan todos los demás elementos de metal para poder colocar la correa y la manija, finalmente se laca la Maleta para darle brillo y un acabado fino, cuidadoso y auténtico.

El recuerdo del periodo de infancia se plasmó en las figuras de personajes animados de grata recordación que compartimos muchas generaciones, grabadas en el lomo de la Maleta (Bugs Bunny, Porky y el Pato Donald), y nos parece una característica importante porque la maleta además de significar ‘Historia Patria’ en todo el término de la palabra, generalmente nos transporta a momentos y recuerdos felices de la vida y del paso por la escuela.

2016, Las Maletas A, B, C – Los Puros Criollos. Diferentes tamaños y Personajes grabados en la Maleta A, B, C. Fuente: https://www.flickr.com/photos/135239946@N06/albums/72157664307047092

Como se trata de un emprendimiento familiar, actualmente la empresa pasó a manos de su hijo también llamado Manuel Moreno, y además de ser los únicos y originales fabricantes de la maleta en todo el país, la empresa, no ha sido ajena a las lógicas contemporáneas y su capacidad de adaptación a las necesidades de todo tipo de clientes, permite y asegura que no pierda vigencia en la actualidad, la maleta mantiene el diseño original ‘minimalista’ y una zona interior sencilla sin divisiones ya que en el tiempo de su creación los alumnos solo necesitaban guardar una cartilla, un cuaderno y un lápiz, sin embargo, como los tiempos, las necesidades y los elementos escolares se han transformado, decidieron entonces, fabricarlas en distintos tamaños, colores y modelos que inclusive incluyen un compartimento para guardar computadores portátiles, tablets y otros elementos tecnológicos que también se usan en la escuela; lógicamente aún nostálgicos de la historia las coleccionan.

Resaltamos la importancia de esta joya de la manufactura artesanal colombiana, no solo como un objeto de valor estético y de colección –que a pesar de su antigüedad y su proceso de fabricación no pasa de moda–, sino también, como una reliquia cuyo valor histórico la convierte en un símbolo que nos transporta al pasado y quizás a muchos a su periodo de infancia escolar, un objeto de recordación capaz de activar las memorias colectivas de una generación entera de colombianos –además el olor característico de ella, transporta a quienes la tienen o la tuvieron hacia parajes de su niñez, su infancia, sus colegios, la vida escolar e incluso los castigos–. Con seguridad se trata de un estimulante para definir nuestra identidad nacional, y teniendo en cuenta que el concepto de identidad muchas veces necesita de héroes y figuras que encarnen o representen épocas y acontecimientos, pensamos en estas maletas como íconos para la redefinición y consolidación de esta.

Para conocer la Maleta A, B, C, otros objetos de la historia y la práctica pedagógica, y los archivos pertenecientes a los fondos documentales que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 127 Nº 11–20, en el Instituto Pedagógico Nacional.

Igualmente los invitamos a seguirnos en nuestras redes sociales https://www.facebook.com/museopedagogicocolombiano/ y a explorar nuestra página web http://museopedagogico.pedagogica.edu.co/ para visualizar y compartir nuestros contenidos.

 

Palabras clave: Maleta ABC; Útiles Escolares; Alumnos; Maestros; Memoria Colectiva; Educación; Fabricación Artesanal; Museo Pedagógico Colombiano.

 

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Referencias

RTVC. (26 de febrero de 2016), Las Maletas A, B, C – Los Puros Criollos. [Archivo de video]. Señal Colombia. Fecha de consulta: 6 May. 2020. Recuperado de: https://www.rtvcplay.co/series/los-puros-criollos/maleta-b-c

Maletas ABC. (2020). ¿Qué es Maletas ABC?. Fecha de consulta: 6 May. 2020. Desde: https://maletasabc.com.co

Caracol Radio. (2017). Conozca los 60 años de historia de la legendaria maleta ABC – Caracol Radio se pone en los zapatos de uno de los trabajadores de la fábrica que hace estas maletas. Fecha de consulta: 6 May. 2020. Recuperado de: https://caracol.com.co/emisora/2017/06/22/bogota/1498131132_222180.html

Pulzo (Online). (2017). ¿Recuerdan la legendaria maleta ABC? Así funciona el negocio (todavía) en Bogotá. Fecha de consulta: 7 May. 2020. Recuperado de: https://www.pulzo.com/economia/maletas-abc-bogota-PP291681

Rescatar la enseñanza y la pedagogía

Es necesario reconsiderar la enseñanza de tal manera que ella ocupe un lugar diferente al de los procedimientos, un lugar favorable para la reconceptualización que permita una comunicación abierta y productiva con otras disciplinas. Es decir, reconocer la capacidad articuladora del concepto de enseñanza y colocar la práctica de la enseñanza como el campo aplicado de la pedagogía en el cual se encuentra la didáctica. 

Pero no hay que confundir la enseñanza como concepto con la práctica de la enseñanza, puesto que juegan un papel diferente en la interioridad del saber pedagógico: el concepto de enseñanza está dotado de una gran movilidad y puede insertarse en muy diferentes disciplinas cuyas elaboraciones se refieran a la enseñanza, en particular en los saberes específicos, por ejemplo: la enseñanza de las matemáticas, la enseñanza de la biología, la enseñanza de la geografía, etc. 

La práctica de la enseñanza como parte del campo aplicado, no debe comprender sólo conceptos operativos. La experimentación debe convertir los conceptos operativos en nuevos frentes de reflexión para articular la relación entre la teoría y la práctica. 

Ahora bien, esta inserción podría dar resultados en tres direcciones: al interior de la didáctica, al interior de los saberes específicos, y al interior de la pedagogía. 

Hacia la interioridad de la pedagogía podría propiciar una reformulación muy enriquecedora del campo aplicado de la pedagogía, que la potenciaría para relacionarse productiva-mente con los saberes específicos objeto de enseñanza. Se puede vislumbrar desde ahora que las paredes del aula quedarán rotas porque el método de enseñanza será plural, con base en las características de cada saber, y el maestro al relacionarse con ellos creará “temas de enseñanza” que estén lejos del estatismo de los manuales, donde el maestro sólo puede repetirlos sin que su discurso en el acto de enseñanza implique una transformación didáctica de los contenidos. 

Hacia la interioridad de los saberes específicos, que se articularán a la pedagogía a través de sus didácticas particulares, que tienen su campo de aplicación y que no se puede confundir con el campo práctico de la pedagogía, el cual no es solamente el acto de enseñanza, sino también la enseñanza en la escuela, que implica una relación entre educación y sociedad; la enseñanza en una cultura particular que implica una relación entre el conocimiento y la tradición; la enseñanza que tiene una historia, y por ello es capaz de reactualizar su memoria de saber; la enseñanza como estrategia del Estado, que materializa las políticas normativas y de adecuación social de los conocimientos.

En suma, habrá procesos de reconceptualización desde la interioridad de la pedagogía hacia otros saberes y hacia ella misma, y desde la interioridad de los otros saberes hacia la didáctica y la pedagogía. 

Hacia la interioridad de la pedagogía, en aquel campo que se relaciona con la psicología, en la cual la pareja enseñanza-aprendizaje se separa, quedando la enseñanza y el aprendizaje como dos conceptos distintos. La enseñanza se articularía a los una diferencia necesaria saberes específicos a través de la didáctica y el campo práctico de la pedagogía. El aprendizaje estaría ligado a las distintas conceptualizaciones psicológicas y epistemológicas que le darían a la noción de aprender una dimensión conceptual. Todo lo anterior significa que la pedagogía debe analizar de qué manera asume los saberes específicos y cómo se adentran en el campo conceptual de la pedagogía, y qué desplazamientos, reformulaciones o rupturas se operarían en el aprendizaje en relación con el conocimiento. 

Todos estos trabajos requieren el reconocimiento de la pedagogía como disciplina, lo que no significa establecer límites a la manera de un cerco. Debemos considerar que los conceptos no conocen fronteras epistemológicas, ellos se relacionan de una teoría a otra adquiriendo en cada una un significado peculiar y un modo diferente de inserción en el conjunto de conceptos que conforman una disciplina. A la luz de este principio asumimos la relación de la pedagogía con otras disciplinas, convencidos desde luego de que las disciplinas avanzan a partir de conceptos y métodos que pueden provenir de otros campos de conocimiento. Pero este mismo principio puede dar cuenta de las consecuencias que acarrea el enrarecimiento de los saberes.

 

Referencia:

Publicado inicialmente en la Revista Educación y Pedagogía no. 13, pp. 10-13, Bogotá, Ceid-fecode, marzo de 1988. 

Título tomado del libro: Pedagogía y Epistemología.  Autor: Olga lucía Zuluaga G. Alberto Echeverri S. Alberto Martínez B. Humberto Quiceno C. Javier Sáenz O. AleJandro Álvarez G. pp: 29-31

Foto de Michael Coghlan. Tomada de Flickr

 

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Genealogía de la figura del maestro

Ciertas condiciones propias de la cultura le asignaron al maestro un conjunto de responsabilidades que lo hicieron apóstol, pedagogo y funcionario.

Se había creado la necesidad de la instrucción de la juventud para construir la patria civilizada y próspera que el mundo reclamaba para las naciones, pero este requerimiento social, había que asignárselo a aquellas personas que reunieran las condiciones necesarias.

Se trataba pues de un encargo de la sociedad; todos los retos a los que se enfrentaba la nación estaban hablando de los deberes que tenía aquel sujeto. No fue solamente un mandato divino, también fue un encargo de los hombres. Al principio no había que definir reglamentariamente sus funciones pues era el espíritu de la época el que reclamaba un hombre con cualidades de apóstol y pedagogo, cualidades que por demás dejaban ver los valores vigentes de aquel siglo.

En cuanto encargo, debía entender su labor como un destino, pues el camino estaría trazado y no habría lugar a desviaciones. Él mismo era parte de ese destino, su vida debía “reglarse” de acuerdo con las pautas de conducta que se le impusieron. Además de ser un hombre capaz y de madura edad, debía ser de muy arreglada conducta y honrados procederes: paciente, constante, perseverante y de buena familia. Su vida: ejemplar y virtuosa, hombre recto, buen súbdito y excelente padre de familia. Su abnegación y absoluta consagración a la patria eran imprescindibles. Se recomendaba que fuera casado y mayor de 18 años y no podía padecer enfermedad crónica o contagiosa.

Con todo, éste debía ser un oficio para ejercer por vocación. Quien no le tuviera amor a la profesión debía abandonar su puesto. Evidentemente se reconocía que era una ardua labor. De allíque se necesitaran apóstoles, hombres que con singular y decidido empeño emprendieran tan ingrata y difícil misión.

El Director de la Escuela, por la importancia de las funciones que ejerce, es uno de los primeros funcionarios del Distrito y tiene el deber de arreglar su conducta de manera que en su vida pública y privada sirva de tipo a todos los ciudadanos […] debe estar sostenido y animado por un profundo sentimiento de la importancia moral de sus funciones y fundar su principal recompensa en la satisfacción de servir a los demás hombres, y de contribuir al bien público […]. Se hará amar y respetar, no solo de sus discípulos, sino de toda la sociedad en que viva; será pundoroso y leal en sus relaciones, benévolo y afable en su trato, cumplido en sus maneras; pero deberá mostrar en todas ocasiones firmeza de carácter, para hacerse obedecer y respetar […] las faltas graves contra la moral, así en su vida pública, como en su vida privada, serán castigadas en un Maestro de Escuela con la destitución del empleo […] le está severamenmte prohibido el roce con personas reputadas como de mala conducta en el lugar, y la entrada a tabernas y casas de juego […]. Las autoridades dispensarán a los Directores de escuela una consideración especial una deferencia respetuosa, en atención al augusto ministerio que desempeña […] no podrá, sin el permiso de la Inspección local, aumentar sus medios de subsistencia con el ejercicio de funciones accesorias, o de una profesión u oficio cualquiera y este permiso se rehusará siempre que el oficio o profesión comprometa la dignidad o moralidad del Institutor, o lo distraiga de sus funciones principales […]”

Señores maestros, la suerte de la Patria ha quedado depositada en vuestras manos […]” 

Obviamente no podía ser menos que ingrata aquella misión y solamente apta para quienes estuvieran dispuestos a sacrificar su vida en servicio a los demás: Un apóstol. A él y al cura -mentores de la moral- se les había confiado el sagrado propósito de velar por el bien.

Pero la vocación no bastaba. No bastaba la buena voluntad y la intachable conducta, no bastaba la paciencia, la tolerancia y la fortaleza de carácter, era necesaria además del cúmulo de conocimientos, una destreza y una capacitación especial en el arte de enseñar.

Al principio era poco lo que se exigía a este nivel:

[…] pericia en leer y escribir, tintura de aritmética y capacidad para imbuir a los jóvenes máximas sanas de moral cristiana y política”.

Pero poco a poco los requerimientos fueron mayores; entonces se hizo necesario atender la cuestión a través del método. Este sería un procedimiento fácil de aprender por el cual la enseñanza se haría efectiva y útil. No era más, ciertamente, pero había que estudiarlo: con el método lancasteriano se ensayó la Escuela Mutua, aquélla donde el maestro perito, a través de monitores, enseñaba el procedimiento a seguir en cada caso.

Algunas de estas escuelas se constituyeron en las primeras Normales cuando expidieron certificados que acreditaban haberse instruido en el método, tener buena conducta en lo político y moral y desempeñarse en su destino, de una forma exacta y cabal.

 

Referencias:

Decreto Número 595 de 1886, por el cual se organiza la Instrucción Pública Primaria. El Boyacense. Tunja, Diciembre 21de 1886, No. 11, pág. 83.

Decreto del Inspector General. El Boyacense. Tunja, Octubre 5 de 1888, No. 145, pág. 1159.65

 

Título tomado del libro: Y la escuela se hizo necesario. En busca del sentido actual de la escuela.  Autor: Alejandro Álvarez Gallego. pp. 62-65

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Educación y pedagogía: una diferencia necesaria

Las Ciencias de la Educación aparecieron a principios del siglo XX, cuando se tuvo la pretensión de convertir la educación en una ciencia. Las ciencias de la educación son un conjunto de disciplinas que tienen en común el estudio de las situaciones y de los hechos educativos tanto a nivel micro como macroeducativo.

En el momento de constitución, dichas disciplinas fueron, entre otras, las siguientes: pedagogía, didáctica, filosofía de la educación, psicología de la educación, antropología de la educación, administración educativa, teorías de la programación, planeación educativa, etc.

El modelo de cientificidad adoptado por las ciencias de la educación está basado en la concepción de las ciencias que piensa el desarrollo del conocimiento desde el método de observación, experimentación y cuantificación. En suma, estas ciencias buscaron dar a la educación el carácter de ciencia experimental, cuyo propósito es el estudio del fenómeno social llamado educación, que hiciera posible, entre otros propósitos, su control y planeación.

La preeminencia dada por las ciencias de la educación al concepto educativo, desplazó el papel articulador que jugaba el concepto de enseñanza en el saber pedagógico.

El concepto educación restringe el significado, la acción y el campo del concepto enseñanza, recortando así su posibilidad de relación con otros conceptos, efecto que hemos llamado enrarecimiento, el cual se expresa en los siguientes problemas:

  • Conceptualización desarticulada

El conjunto de disciplinas que conforman las ciencias de la educación, con excepción de la pedagogía y la didáctica, se ocupan de la educación a su manera, es decir, mediante nociones, conceptos y métodos propios de una disciplina macro. Por ejemplo, la sociología de la educación hace parte de la sociología, la psicología de la educación corresponde al campo de la psicología. En tales ciencias, se operacionalizan nociones y conceptos que tienen otro régimen teórico, en la interioridad de su respectiva disciplina macro. Así, por ejemplo, el concepto de movilidad social, elaborado en la sociología, se incorpora a la sociología de la educación y a las teorías de la educación como factor de desarrollo. Las ciencias de la educación se constituyen como campos de saber en los que las disciplinas macro, despliegan una forma de ser experimental y práctica.

Las conceptualizaciones que tienen lugar en las ciencias de la educación, aportan a las disciplinas macro que las contiene, pero su aporte a la pedagogía es desarticulado: primero, porque consideran la enseñanza como un concepto operativo; segundo, porque no siendo la enseñanza el objeto de las ciencias de la educación, la enseñanza no puede cumplir una función articuladora entre pedagogía y ciencias de la educación.

  • La atomización

El campo de saber de la pedagogía es disgregado y sus criterios de verdad son puestos en crisis por los desplazamientos y la multiplicación de sus objetos en las nuevas disciplinas, como la sociología de la educación, la administración educativa, la psicología educativa. Cada una de estas disciplinas se instala en diferentes elementos de la práctica pedagógica. Unas se apropian del sujeto (maestro-niño), otras de la institución y otras del saber.

Esta disgregación del campo del saber pedagógico se materializa de diversas maneras. De una parte, la psicología educativa toma como su objeto de análisis el aprendizaje, que en adelante va a sustituir la enseñanza en las relaciones del maestro con el niño. De otra parte, la sociología de la educación se refiere a la institución educativa (escuela) para pensarla como relaciones escuela-sociedad en términos de regulación del flujo entre estas instituciones. La administración educativa se apodera de la escuela en términos de empresa, de administración de personal y de recursos. Debemos resaltar que como fruto de esta atomización el maestro es sometido a un proceso de pérdida continua de saber y de desvalorización intelectual, por cuanto las ciencias de la educación hacen del aprendizaje una práctica que coloca en lugar secundario otros saberes sobre la enseñanza y dejan al maestro un papel disciplinario, es decir, de sujeto que realiza, normatiza y supervisa los procesos de aprendizaje que le designa e impone el Estado.

Lo anterior tiene efectos fundamentales sobre la pedagogía: no es que ella haya dejado de existir, sino que las ciencias de la educación le han impuesto una existencia instrumental que hace del maestro un sujeto que aplica teorías producidas en otros saberes y ciencias. Tal condición instrumental explica su posición subalterna frente al Estado docente, expresada en la imposibilidad del magisterio de levantar proyectos alternativos frente a las políticas estatales.

Título tomado del libro: Pedagogía y Epistemología. Autor: Olga Lucía Zuluaga; Alberto Echeverri, Alberto Martinez, Stella Restrepo y Humberto Quinceno. pp. 21-22

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La pedagogía como reflexión educativa subordinada

La pedagogía, por efecto de las ciencias de la educación, no sólo se atomiza, sino que se le asigna un papel subalterno definiéndola como una región, y no la más importante de las ciencias de la educación; al interior de éstas queda reducida a los procesos que se verifican en el salón de clase, atrapando todas sus conceptualizaciones entre las paredes del aula.

Esta subordinación y encierro de la pedagogía tiene graves consecuencias para los procesos de conocimiento ya que tiende un cerco disciplinario en torno a los procedimientos pedagógicos que ocurren en el interior del aula y que han sido reducidos a una existencia básicamente operativa. Dichos mecanismos disciplinarios son la clase (proceso instruccional), el programa (currículo) y el examen (evaluación instruccional). La clase en tanto que se convierte en un espacio de apropiación que tiene como única finalidad el consumo, la repetición y la verificación del saber; además, la clase es el único criterio de medición del tiempo de los saberes que son enseñados y, por lo tanto, se establece como una cuadrícula que limita los sentidos y el pensamiento del maestro, es decir, no le permite ver el movimiento real de los procesos de conocimiento.

El programa (currículo) también reduce y limita en tanto aleja al maestro de la cultura escrita, en particular del libro, a partir de la selección de lo enseñado con base en criterios e intereses sociológicos y económicos, no derivados ni del saber específico enseñado, ni de la didáctica correspondiente. El examen (evaluación curricular) es ante todo una forma jurídica, casi procesal, que indaga sobre los objetos terminales definidos desde el currículo y que hace que el saber se circunscriba a la relación medio-fin.

Estos elementos, clase, programa, examen, a los que ha sido reducida la acción de la pedagogía, van a ser reforzados desde ciertas teorías que obstaculizan pensar la pedagogía en función y relación al conocimiento, la sociedad y la cultura. Tal es el caso de la pareja enseñanza-aprendizaje, que encadena la articulación entre maestro y alumno al aprendizaje, y no a los procesos que se desarrollan en la interioridad de los conocimientos científicos, ya que su función es asegurar la vigilancia e inspección de las tareas de interacción entre maestro y alumno y para ello pone en juego las nociones de objetivos, contenidos parcelados e indicadores de evaluación. En síntesis, el currículo obstaculiza la pedagogía porque la priva de su relación con otras disciplinas y ciencias. Aún más, la pareja enseñanza-aprendizaje, derivada de la psicologización de los procedimientos de enseñanza en el aula, al tener sólo en cuenta como conducta, expresada en términos de habilidades, destrezas y comportamientos, hace omisión del discurso pedagógico y de los procesos de conocimiento que se llevan a cabo en los saberes específicos.

La subordinación de la pedagogía, por parte de las ciencias de la educación, se acentúa aún más en tanto el saber pedagógico es despojado de la posibilidad de pensar el eje maestro-escuela-sociedad- Estado-cultura. La escuela es mirada sólo como prolongación del Estado, bloqueando su ubicación en el espacio de lo público, de la sociedad civil, impidiendo una relación directa entre pedagogía y sociedad, pues el eje que la suplanta corresponde más bien a una empresa que busca acoplar la escuela a los designios e intereses del Estado.

Tomado del libro Pedagogía y epistemología. Autor: Olga Lucía Zuluaga G. p.p. 24-26

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Pieza del mes de abril de 2019: Proyector de Filminas

Como pieza del mes de abril hemos seleccionado el Proyector de Filminas de la colección de objetos audiovisuales del Museo Pedagógico Colombiano (MPC). Objeto ‘fabricado’ por la empresa Brumberger Co. INC, en la década de los cincuenta.

La empresa estadounidense Brumberger Camera Incorporated, con sede en Brooklyn, Nueva York, se fundó en 1904 y hasta la década de 1960 fue una empresa minorista, distribuidora e importadora de equipos fotográficos, equipos de proyección y suministros fotográficos de la época, como películas, carretes, cámaras oscuras, equipos de almacenamiento y archivo (tipo diapositivas) y otros productos asociados como visores. Aunque los equipos en su gran mayoría eran importados desde Europa y Japón, la empresa, también volvió a etiquetar algunos de estos equipos para venderlos bajo su marca.

Sobre el Proyector que hace parte de nuestra colección y sus características materiales, tenemos cuatro elementos principales: Una bombilla de luz intensa (enfriada con ventilador), un reflector, un aparato para colocar y cambiar las placas de plástico que sostienen a las filminas y dos clases de lentes, unos que dirigen la luz hacia la diapositiva y otros de enfoque para mejorar la nitidez de la imagen. Respecto a las filminas, éstas eran un recurso multimedia de imagen fija creado para presentar y comunicar información, que venía guardada en un rollo de 35 mm de película fotográfica, con un contenido promedio de treinta a cincuenta imágenes, dispuestas en orden secuencial, por lo que se convertía en una ayuda para el maestro, quien iba mostrando las imágenes de la filmina, a medida que avanzaba en la explicación. Las filminas ofrecían una alternativa fácil y económica, ya que requerían poco espacio de almacenamiento, se rebobinaban rápidamente para el siguiente uso y tenían gran resistencia a la rotura.

Sobre el funcionamiento técnico de nuestra pieza, primero, era necesario tener cierto grado de oscuridad en el salón de clase. Ya con las condiciones lumínicas adecuadas para llevar a cabo el desarrollo de cualquier asignatura, el rollo de filminas se colocaba sobre el soporte que cambia cada imagen , y éste se insertaba horizontalmente en la abertura frontal del proyector, luego la luz de la bombilla pasaba a través de las filminas y los lentes, y la imagen resultante, entonces se agrandaba y proyectaba, tratándose entonces, de un dispositivo óptico-mecánico que servía para ver imágenes grabadas en diapositivas de formato pequeño, y  proyectarlas sobre una superficie lisa, como una pared.

Como dispositivo de proyección de imágenes y contenido escolar, fue de uso común por profesores y alumnos para el dictado de clases, conferencias y exposiciones, desde la década de los 50 y hasta mediados de la del 90 en colegios y universidades de Colombia, y también para realizar presentaciones y proyecciones audiovisuales.

Nuestro Proyector de Filminas da cuenta de las varias tecnologías y recursos educativos que facilitaron la práctica pedagógica del maestro, y también, de la evolución de las dinámicas de los procesos de enseñanza y aprendizaje en las aulas a través de herramientas modernas en su época, ya que los proyectores de este tipo, en ocasiones substituyeron el uso de la pizarra o tablero y permitió avanzar rápidamente en clase, pues se ahorraba el tiempo «perdido» en escribir en el pizarrón; además la proyección ampliada de diapositivas en colores constituyó uno de los apoyos técnicos más útiles y prácticos en la historia de la didáctica pedagógica, tanto en Colombia, como en otros países donde proyectores similares fueron utilizados.

Para conocer el Proyector de Filminas, otros objetos de la historia, la práctica y la memoria pedagógica, y los archivos pertenecientes al fondo documental que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 127 Nº 11–20, en el Instituto Pedagógico Nacional. 

También los invitamos a seguirnos en nuestras redes sociales https://www.facebook.com/museopedagogicocolombiano/ y a explorar nuestra página web http://museopedagogico.pedagogica.edu.co/ para visualizar y compartir nuestros contenidos.

Palabras clave: Proyección de Imágenes; Enseñanza; Audiovisual; Filminas; Enseñanza; Museo Pedagógico Colombiano. 

Pieza del mes de octubre de 2018: Visor Estereoscópico con Láminas de Geografía

Como pieza del mes de octubre se ha seleccionado el visor estereoscópico fabricado por la empresa alemana Zeiss Ikon en la década de los años veinte junto con un juego de fotografías estereoscópicas sobre paisajes del mundo, poblaciones y mapas que hacen parte de la colección enseñanza de la geografía del Museo Pedagógico Colombiano-MPC.

La empresa alemana Zeiss Ikon con sede en Stuttgart se fundó el 1 de octubre 1926 tras la fusión de la Carl Zeiss en Jena con varios de los grandes productores del momento: Heinrich Ernemann, la C.P. Goerz AG de Berlín y la Contessa-Nettel AG de Stuttgart, convirtiéndose así en el mayor productor de cámaras fotográficas y visores fotográficos europeos de la época.

Se presume que el visor estereoscópico para visualizar fotografías de 8×10 cm que hace parte de la colección enseñanza de la geografía del Museo Pedagógico fue elaborado en la década de los años veinte, según el registro de un catálogo de novedades de 1928 donde se evidencian las características del modelo del ejemplar del museo: cuerpo de madera maciza de roble, oculares de baquelita negra y metal. En la parte superior del visor portezuela de madera fijada al cuerpo del artículo con bisagras de metal cromado, el visor conserva también la placa de vidrio ahumado diseñado para dejar pasar la luz natural y así poder contemplar las imágenes impresas en las diapositivas que se insertan por una ranura lateral.

Las  fotografías estereoscópicas proyectadas con visores  han sido utilizadas en instituciones de enseñanza en Europa a finales del siglo XIX, cuando aparecen los primeros visores manuales, y en las primeras décadas del XX según registros como el de “Instituto Goya de Zaragoza y otros institutos de la época, en los que han sobrevivido estereoscopios y tarjetas que servían para la enseñanza de la geografía y de paso asombraban a los alumnos con su efecto tridimensional que se alcanzaba al visionar los pares de imágenes a través del visor” (Frutos, 2008 p.265). La fotografías estereoscópicas y el visor  del Museo Pedagógico hicieron parte de un conjunto de materiales de enseñanza traído por la segunda Misión Pedagógica Alemana al Instituto Pedagógico Nacional-IPN en la década de los años treinta, institución que donó recientemente este material al MPC.

  

 

Las fotografías estereoscópicas también conocidas como placas de linterna (lichtbilderverlag) del fabricante alemán Th. Benzinger son imágenes formadas por dos hojas finas de vidrio, unidas por papel adhesivo. La cara interna de uno de ellos guarda la emulsión fotográfica (gelatina con haluros de plata) sobre la que está impresa una fotografía. 

Los ejemplares de placas de linterna del Museo tienen imágenes alusivas a paisajes, ciudades, mapas y poblaciones de varios lugares del mundo empleadas en el área de geografía en el Instituto Pedagógico Nacional que según el pensum de la década de los años treinta se dividía en geografía física de Colombia y el mundo y en Antropogeografía relacionada con “diferencia de caracteres físicos y de las lenguas. Asimilación de las razas a los climas. Las formas y grados diferentes de la cultura y su extensión respectiva sobre la tierra” (Ministerio de Educación Nacional, 1932 p.44). Además de las clases de geografía el IPN desarrollo una serie de excursiones de las estudiantes por gran parte el país, actividad  que tenía como propósito ampliar el horizonte conceptual y geográfico de las estudiantes con acercamientos reales a las características de las diferentes regiones de Colombia como complemento del recurso  las imágenes del mundo proyectadas con el visor estereoscópico. 

   

Para conocer el visor estereoscópico y la colección de más de 60 láminas de linterna con imágenes de diferentes lugares del mundo visite las instalaciones del Museo Pedagógico Colombiano. 

Referencias

Catálogo Zeiss Ikon de 1928. Recuperado de: http://www.camarassinfronteras.com/historia/zeiss_ikon/zeiss_ikon.html

Ministerio de Educación Nacional. (1932). Pensum-programa y reglamento del Instituto Pedagógico Nacional para señoritas. Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana.

Frutos, E; Francisco J. (2008). El análisis de contenido y la organización de repertorios culturales: El caso de las placas de linterna mágica», en Revista Latina de Comunicación Social, 63, páginas 265 a 276. La Laguna (Tenerife): Universidad de La Laguna. Recuperado de: http://www.ull.es/publicaciones/latina/_2008/21_30_Salamanca/Francisco_Javier_Frutos.html

 

Pieza del mes de julio de 2018: Fotografía del Edificio Escolar IPN

Como pieza del mes  se ha seleccionado una fotografía de la década de los años treinta de la construcción antigua del Instituto Pedagógico Nacional para señoritas (IPN) ubicada en Chapinero entre la calle 72 y calle 73. En la fotografía se ve bajo los cerros orientales: patio principal, a la izquierda capilla, fondo (izquierda) laboratorios, primer piso comedor y cocina, segundo piso salones de clase; y tercer piso, dormitorio de estudiantes y profesoras.  

La construcción arquitectónica del IPN estuvo determinada en sus inicios por lo que Castro (2009) denominó el modelo de la Unidad homogénea, que consistió en la articulación de diferentes niveles y procesos de formación que tenían un mismo propósito: la formación de maestras idóneas para todos los niveles de enseñanza. El Instituto Pedagógico Nacional fue concebido como institución modelo para la formación de maestras colombianas desde el primer Congreso Pedagógico celebrado en Colombia en 1917, evento en el  que se decretó mediante la Ley 25 de 1917 la creación en la capital de la republica de “un instituto pedagógico para institutores y otro para institutoras” (Congreso de Colombia, 1917), para este fin el gobierno conservador contrató en 1926 una Misión Pedagógica Alemana, la segunda en Colombia, para dirigir y organizar los dos institutos y además definió que:

Para la organización y buen funcionamiento de los institutos pedagógicos […] el gobierno procederá a construir en la capital de la republica dos edificios que, por su capacidad y condiciones, corresponden a las exigencias técnicas y a los adelantos de la ciencia pedagógica moderna (Artículo 2. De 1917).

En el caso del Instituto para señoritas, como parte de los compromisos del gobierno nacional, se inauguró en 1926 la construcción del edificio escolar para el Instituto conocido en la época como el palacio de la Avenida Chile. El edificio escolar fue diseñado por el arquitecto Pablo de la Cruz quien “siguió las referencias de los pedagogos europeos y norteamericanos de modo que lo proyectó como un colegio campestre ajustado técnica y estéticamente a los requerimientos de un establecimiento moderno” (Corporación La Candelaria, 2006, p.75), el resultado fue un Instituto con  amplias zonas verdes, habitaciones de internado y otras características modernas para la época como la biblioteca y las pistas deportivas. El instituto Pedagógico abrió sus puertas a las jóvenes estudiantes de los departamentos del país el 9 de marzo de 1927 con un complejo arquitectónico que constaba de:

La casa principal, capilla, biblioteca, museo, gabinete de física, 16 salones de clase,  colecciones, administración, 13 dormitorios; 11 habitaciones de empleadas y profesoras internas; 27 baños de regadera; una piscina; 26 servicios higiénicos,  cocina (…), biblioteca de las alumnas, enfermería y dentistería (Radke, 1936,p. 9)

Además del espacio para la formación de institutoras, se construyeron y adecuaron entre 1929 y 1955 una serie de edificaciones para los otros niveles de formación que complementaban la formación de las institutoras: Escuela Anexa (1926), Kindergarten (1933) y la primera edificación de la Universidad Pedagógica Nacional Femenina (1955) edificio A. Gran parte de la antigua construcción del Instituto Pedagógico Nacional inaugurada en 1926 tuvo que ser demolida a causa del sismo de 1967 que dejo la estructura en lamentables condiciones por lo cual en 1968 el Instituto Pedagógico se trasladó para el predio de la calle 127. En el mismo año empezaron las construcciones en la calle 72 de los otros edificios para la Universidad Pedagógica Nacional.

La pieza del mes a la que se hizo referencia en este texto y otras fotografías antiguas del IPN son exhibidas en las instalaciones del Museo Pedagógico Colombiano, también se pueden apreciar algunas de ellas en la exposición virtual IPN Patrimonio Pedagógico.

 

Referencias

Castro, J. (2009). Memoria institucional y acontecer pedagógico. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional.

Corporación La Candelaria. (2006). Atlas histórico de Bogotá 1911-1948. Bogotá: Editorial Planeta.

Radke, F. (1936). Historia del Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas desde 1927 hasta 1935. Bogotá: editorial el gráfico.

 

 

 

Pieza del mes de abril de 2018: Mobiliario Escolar Antiguo

 

Colección mobiliario escolar Museo Pedagógico Colombiano UPN.

Con mobiliario escolar se hace referencia comúnmente a varios de los objetos de los salones de clases (estantes, bibliotecas, mesas auxiliares), sin embargo en los tratados sobre higiene del siglo XIX y XX este concepto se encuentra referido a los muebles, o cuerpos de carpintería, destinados al uso de los estudiantes, es decir a las mesas y los bancos que sirven a los alumnos para los ejercicios de escritura principalmente (Alcántara, 1912). En las escuelas de habla hispana, a estos muebles se le conoce como pupitre palabra que proviene del latín pulpitum, referida al púlpito, lugar utilizado en las iglesias para leer las Sagradas Escrituras y llevar a cabo la predicación.

Solo a mediados del siglo XIX en Europa, se empiezan a construir modelos uniformes de muebles para las escuelas y en América hasta la primera década del siglo XX. Uno de los primeros documentos en España que se relaciona con mobiliario o menaje escolar es el Reglamento de las Escuelas Públicas de 1838 en donde se señala que:

Las mesas de escribir [deben] ser largas y estrechas (de 16 a 18 pulgadas de anchura), con la conveniente inclinación para que puedan trabajar los niños con comodidad […] y a distancias proporcionadas sobre la parte superior de las mesas, se fijaran tinteros de modo que uno de ellos pueda servir para los discípulos (Reglamento de los Escuelas Públicas de España, 1838, Art. 6. Citado por Juárez, 1999, p. 61).

Algunas escuelas del siglo XIX en Europa, incluso hasta el siglo XX en América, el banco de madera destinado para los estudiantes conservaba el mismo diseño de los bancos de madera de la iglesia. El diseño de estos bancos no incluía espaldar, tenía espacio para tres o más niños y su disposición en el aula era también similar al del templo, a excepción de los lugares destinado para las niñas en la periferia del salón como se observa en la pintura de Anker de 1849.

Escuela de pueblo en 1848. Óleo de Albert Anker (1831-1910) Museo de Arte de Berna.

Otro modelo de pupitre similar al de la iglesia era empleado en las escuelas de enseñanza mutua o lancasterianas (1845), los escritorios eran comunes para toda la fila y medían aproximadamente de 2,5 metros y estaban ubicados a un metro de distancia unos de otros. Cada alumno tenía entonces cerca de 30 cm de escritorio a su disposición. Los asientos eran banquitos con un tope superior de 20 X 15 Centímetros.

El diseño de mobiliario escolar en Colombia empieza a ser regulado por el discurso de la higiene, como es posible identificarlo en la tesis de Aldana (1921) en donde señala que “el mobiliario escolar decide el porvenir físico del niño y por consiguiente debe ponerse cuidado especial en su construcción” (p: 14), postura que determina la implementación de especificaciones precisas para su diseño, más allá de criterios estéticos y prácticos con que se elaboraban en las carpinterías, los cuales empezaron a suscitar una serie de críticas:

La actual mesa de nuestras escuelas es demasiado larga; permite la acumulación de muchos niños, los cuales se apiñan unos contra otros haciendo demasiado difícil la escritura. El banco está muy separado del asiento en la generalidad de los casos, lo que obliga a los alumnos a sentarse en la orilla, con el cuerpo inclinado hacia delante; de esto resulta una curvatura dorsal, la compresión de los órganos abdominales perturbando la circulación y el trabajo intelectual (p: 14-15).

 

Otra crítica que predominó durante varios años fue que el mobiliario escolar de las escuelas rurales, no contaban con las condiciones necesarias como se afirma: “la mayor parte sólo cuenta con un tablero mal construido y sin barniz, los niños permanecen la mayor parte del día encerrados en un cuarto reducido y oscuro y sentados sobre un adobe o sobre un tarima” (Cély, 1925). De otro lado, este mobiliario era insuficiente para la cantidad de estudiantes que asistían a las escuelas rurales, al respecto se declara “conozco una escuela rural con veinte a veinticinco alumnos de asistencia media, donde todo el mobiliario consiste en una banca-mesa […], una casi-mesa y el taburete de la maestra” (Jácome, 1935)

Como resultado de las críticas al mobiliario escolar, se establecieron una serie de reglas básicas que debían tener en cuenta la anatomía del niño para su fabricación. En este sentido, el mobiliario debía posibilitar que: “la cabeza esté derecha y bien equilibrado sobre la columna vertebral, la frente ligeramente inclinada y los ojos separados del libro por lo menos 35 centímetros; los omoplatos a la misma altura en línea horizontal […]” (p:15). Situación que produjo la implementación de pupitres unipersonales como los que se utilizan en la actualidad.