Estimados/as colegas, lectores y visitantes, compartimos la información sobre el lanzamiento de la «Campaña de Donación de Objetos y Documentos – Tus recuerdos escolares en el Museo«, la cual se realizará con el objetivo de ampliar la colección de materiales, objetos y fondos documentales, y asimismo consolidar la memoria material del Museo Pedagógico Colombiano, la cual tendrá una duración de tiempo entre el 2 de mayo y el 10 de Junio de 2022.
Se recibirán: Manuales Escolares, Textos, Libros; Implementos antiguos de uso en la Enseñanza y Vida Escolar; Cuadernos; Material Científico; Juguetes; Material Didáctico; Fotografías antiguas; Documentos y Elementos relacionados con la Memoria e Historia del antiguo Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas y la Universidad Pedagógica Nacional, los cuales abarcaran un marco de tiempo a partir del siglo XIX y hasta 1965.
La recepción de los elementos se hará entre 8:00 a.m. y 5:00 p.m., en las instalaciones del Museo Pedagógico Colombiano, ubicado en Calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) Centro Cultural ‘Paulo Freire’.
Estimados/as colegas y visitantes, compartimos la programación académica y cultural del Año María Montessori UPN – En conmemoración a los 70 años de su fallecimiento.
Estimados/as colegas y visitantes, la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) informa a toda la comunidad universitaria que el año 2022 se declara el año de María Montessori, en conmemoración de los 70 años de su fallecimiento.
Próximamente, se dará a conocer la agenda académica para el desarrollo de este importante evento.
En el marco de la conmemoración del Año Montessori UPN, hemos elegido como pieza del mes, el conjunto de Tablas de Séguin de la colección de material didáctico Montessori del Museo Pedagógico Colombiano –MPC–. Elemento donado por la recordada profesora Nelly Mendoza Zárate en el año 2015, el cual fue utilizado entre 1970 y 1980 en la sección de básica primaria del Instituto Pedagógico Nacional –IPN–. Herramienta muy representativa del trabajo, legado y enfoque pedagógico realizado por la médica italiana con formación en biología y antropología María Tecla Artemisia Montessori (1870–1952), que, a partir de sus trabajos de psicología experimental con niños denominados en la época como “anormales” y de los estudios médicos aplicados a esta población –catalogada en ese entonces como “retrasada” o “deficiente”–, fundamentó un método de enseñanza para todos los infantes, que se consolidó como un verdadero método pedagógico de vanguardia; y de quién al respecto, en el 2022 se conmemoran 70 años de su fallecimiento.
A través de la experiencia educativa desarrollada desde 1907 en las ‘Casas dei Bambini’ o ‘Casas para niños’, Montessori revolucionó los parámetros educativos existentes hasta esa época, situando a los Niños como los auténticos protagonistas de todo el proceso educativo. El comienzo del siglo XX marcaría para siempre a la sociedad transformando radicalmente las maneras en que se aplicaba la Educación Infantil, y en esta ‘revolución’ tuvo mucha incidencia su trabajo, porque creó una serie de materiales –aún vigentes en muchas escuelas– que favorecerían los procesos de autoaprendizaje; y también porque, les dio un vuelco total a las escuelas, sus actividades y su misión. Poner la Escuela al alcance y al tamaño del Niño, significó que ésta se adaptara al mundo infantil, y desde ese momento la infancia –a pesar de ser universal y atemporal– se convirtió en el centro del sistema escolar.
Su método de enseñanza se fundamenta en tres principios:
“El ambiente adecuado, el maestro humilde y el material científico” (Montessori, 1950, p. 15).
Al respecto, el Ambiente hace referencia a un espacio adecuado por el adulto para que el niño crezca y se descubra a sí mismo en medio de su mundo, en consecuencia, los maestros deben conocer y respetar la personalidad de cada niño y su grado de desarrollo. Referente al material, este, debe ser sensorialmente atractivo y puede tener un poder de atracción, reclamando la actividad del niño para que desarrolle habilidades mediante su manipulación, uso adecuado y ‘vivencia’ educativa. Es por ello que resaltaba la experiencia de las Casas dei Bambini con dichos objetos:
“Al mismo tiempo, hice fabricar un material científico exactamente igual al que yo usaba en una institución de niños con discapacidad mental, el cual por haber sido utilizado para ese objeto nadie pensó que pudiera llegar a ser un material escolar. No hay que imaginar que el “ambiente” de la primera Casa de los niños fuera amable y gracioso como el que presentan en la actualidad estos colegios” (Montessori, 1907, p.1).
Así, su método, hace referencia a un conjunto de materiales de enseñanza que corresponden a cinco áreas de aprendizaje: Sensorial, Matemáticas, Lenguaje, Cultura y Vida Práctica, y cada una sirve para que el niño desarrolle de diferentes habilidades, como lo son: percepción y desarrollo de los sentidos, desarrollo el lenguaje escrito y verbal, aptitudes en matemáticas, descubrimiento y comprensión del mundo y el universo, discriminación visual, motricidad, desarrollo de las relaciones sociales, cuidado del ambiente y vida cotidiana (higiene y cuidado de sí mismo), entre otras.
En ese orden de ideas, nuestro ejemplar hace parte del área de Matemáticas, la cual busca desarrollar el reconocimiento de números y cantidades; y los materiales didácticos para este campo, tienen diferentes grados de dificultad a las que el niño accede progresivamente a medida que adquiere dichas habilidades. Pero, para entender la historia de las Tablas de Séguin, debemos rememorar una parte de la historia de vida del médico y psiquiatra francés Édouard Séguin (1812–1880), quien a la vez de María Montessori tuvo un acercamiento al mundo pedagógico a través de la medicina, el trabajo con niños, y de la creación de diferentes establecimientos educativos (gracias a la autorización del Real Consejo de Instrucción Pública de Francia en 1840, y posteriormente en los Estados Unidos desde 1849), escuelas que se dedicaron a la educación y entrenamiento de niños “retrasados” con necesidades especiales, y deficiencias o discapacidades mentales.
Producto del trabajo con esta clase de infantes, publicaría desde 1839 una serie de textos científicos sobre sus experiencias, entre estos uno muy importante aún reconocido como el primer tratado y uno muy fundamental sobre el análisis de las necesidades especiales de niños con discapacidades mentales, que en su primera edición de 1846, se publicaría en idioma francés titulado: “Traitement moral, hygiène et éducation des idiots”,(«The Moral Treatment, Hygiene, and Education of Idiots and Other Backward Children”), traducido al español como “El trato moral, la higiene y la educación de los idiotas y otros niños atrasados”.
En sus investigaciones, él enfatizaba que la condición de «idiotez» era un problema de índole educativo, que consideraba una enfermedad del sistema nervioso, la cual afectaba el funcionamiento de los órganos, el buen control y la voluntad, por lo que desde el punto de vista médico eran necesarias acciones fisiológicas básicas para adquirir control muscular, e intentar corregir la incapacidad intelectual. Además, de proponer el fomento de las buenas condiciones de higiene, alimentación, vestido y un régimen de vida personalizado; los conceptos que acercaron su obra a los trabajos que más adelante desarrollaría Montessori, tenían que ver con la percepción, en cuanto a la temperatura del ambiente, la consistencia, el volumen y la dimensión de las cosas; el entrenamiento de la visión y la observación; la sensibilidad a los sonidos de los instrumentos musicales y algunos métodos para entrenar el gusto y el olfato.
Así, por medio de la experiencia, es que los niños desarrollan su inteligencia por medio de una serie de actividades. En sus aportes, encontramos que Séguin le daba importancia fundamental a la imitación, a las actividades relacionadas con el juego, y a las oportunidades de experimentar lo que ellos habían aprendido; esto con el objetivo de despertar y estimular la capacidad de conocer las cosas y acercarlas a sus vivencias, lo que, además posibilitaba el desarrollo de la voluntad. Resultado de sus intereses y pasión con la educación de aquellos infantes, creó un Método educativo que comenzaba por el adiestramiento de los sentidos para luego, pasar al desarrollo de ideas y conceptos abstractos, es decir, guiar a los niños desde el reconocimiento de los conceptos más simples a los más complejos.
Con su método, primero enseñaba a los niños a estar quietos y en silencio, y seguidamente a moverse de modo coordinado. Entonces, dicha experimentación sumada a su entusiasmo y creatividad, le llevo a elaborar una serie de materiales que servían para desarrollar la motricidad, por ejemplo: orientar los pies en los primeros pasos, aprender a levantarse y sentarse, educar el movimiento de los brazos, entre otros. De esta forma, hacía trabajar a los niños con su cuerpo y su cerebro, en su concepto “moverse entre tantas dificultades era pensar”.
Después de lograr el control del cuerpo, –Séguin, estaba convencido de que las manos son las mejores ayudantes, y las mejores traductoras del pensamiento del hombre– el método, pasaba a actividades manuales para percibir la temperatura con plumas sumergidas en líquidos calientes y fríos; y posteriormente, vendándoles los ojos a los niños, trabajaba el sentido del tacto con bolsas llenas de harina, canicas, conchas, semillas, etc., para que ellos con sus manos fueran reconociendo diferentes texturas, formas y tamaños. Además, les hacía manipular piezas geométricas, varillas de varias dimensiones, torres de cubos, letras móviles, entre otros artefactos, para los fines mismos que su método educativo establecía, el cual también propuso se aplicara a los niños normales o sin discapacidades.
Tomando en cuenta la reseña anterior, comprendemos el impacto que la vida, el legado y los estudios de Édouard Séguin con discapacitados mentales, tuvo para la doctora, psiquiatra, filósofa y pedagoga María Montessori, quién rescató y retomó el trabajo de las experiencias del médico francés, ya que, los materiales estaban olvidados en unos almacenes. De esta manera, resultado de su revisión, estudio e investigación, elaboró la «pedagogía científica«, que más tarde derivó en el Método Montessori.
Respecto a las características físicas de las Tablas de Séguin, en total son cuatro y cada una tiene unas dimensiones de 39 cm x 9,5 cm, en ese orden de ideas la primera contiene el número 10 cuatro veces; mientras que la segunda lo tiene cinco veces, estas dos tablas se acompañan de nueve tarjetas de madera numeradas del 1 al 9; en la tercera encontramos los números de 10 en 10, así: 10, 20, 30, 40 y 50; y en la cuarta asimismo los encontramos de 10 en 10, pero en el siguiente orden: 60, 70, 80 y 90, a su vez estas dos tablas, se acompañan de nueve tarjetas de madera nuevamente numeradas del 1 al 9.
En relación con el uso y función pedagógica del material didáctico que comprende nuestra pieza del mes (Tablas que ella incorporó a su Método Pedagógico –por eso mantuvieron el nombre de Séguin–), estas se utilizan para asimilar conceptos del área de las matemáticas, y en específico en la enseñanza de las decenas del 10 al 99, y en el aprendizaje y conteo de los números del 11 al 99. Con este material los niños de entre 3 y 6 años van observando la formación y estructura de los números, y al activar cada una de ellas junto con las tarjetas, los infantes aprenden los conceptos relacionados con la suma.
Además, las Tablas se complementan con otra serie de materiales didácticos de la pedagogía Montessoriana el Material Multibase (referenciado en la pieza del mes del Museo de mayo de 2021), concretamente las perlas doradas con las que se puede asociar el concepto de símbolo con la cantidad de cada número, y para que de una forma muy visual el niño manipule las Tablas, y entienda que los números de dos cifras están conformados por unidades y decenas. En el siguiente enlace podemos observar un ejemplo claro de cómo se utilizan las Tablas de Séguin para la enseñanza de las matemáticas integradas con los materiales Multibase: https://www.youtube.com/watch?v=lLJRafNhtXw
Resaltamos la importancia y vigencia del trabajo realizado por María Montessori y desde luego de los diferentes materiales que se diseñaron y crearon a partir de sus postulados, no solo por revolucionar el enfoque de la Escuela, sino también por visibilizar y revalorar la importancia de la infancia y de su proceso de aprendizaje a nivel mundial. Así mismo recordamos que en 1933 con la construcción de la ‘casita Montessori’ –hoy “Casa de la Vida”–, y el año siguiente con la puesta en marcha del grado de Kindergarten (Jardín Infantil) su legado hizo parte activa de los fundamentos, prácticas, ambientes y espacios arquitectónicos de la Universidad Pedagógica Nacional, otrora Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas.
Para conocer el conjunto de Tablas de Séguin, la colección de otros Materiales Didácticos Montessori –únicos objetos originales de la colección del Museo que permitimos manipular–, otros objetos e implementos escolares de la historia, la memoria y la práctica educativa y pedagógica; y los archivos, textos y manuales pertenecientes a los fondos documentales que salvaguardamos y exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 5:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Palabras clave: Tablas de Séguin; María Montessori; Édouard Séguin; Material Didáctico; Escuela Activa; Aritmética; Matemáticas; Infancia; Maestros; Educación; Museo Pedagógico Colombiano.
Referencias
Catálogo general del Museo Pedagógico Colombiano. (2017). Sin publicar
Estimados/as visitantes y lectores, compartimos el Vol. 8, No. 2 de laRivista Di Storia Dell’Educazione publicada por el Centro Italiano de Historia de la Educación, ejemplar que propone una reflexión crítica e histórica sobre las múltiples variables que caracterizan los logros prácticos y teóricos de la pedagogía y el movimiento de María Montessori desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, destacando las relaciones humanas, profesionales y culturales entre ella, su pensamiento y algunas instituciones, educadores y pensadores significativos en Italia y en el extranjero.
María Montessori, sus teorías, su método y sus escuelas siempre han estado en el centro de un amplio debate que involucra tanto elementos educativos, como aspectos históricos, culturales o políticos.
Producto del trabajo conjunto entre el equipo del Museo Pedagógico Colombiano y el grupo de práctica de la Licenciatura de Artes Visuales 2021-1, ponemos a disposición de nuestros visitantes el Libro Virtual: «Orbis Sensualium Pictus, los Juguetes Antiguos en Imágenes«.
Dicho trabajo, retoma y reinterpreta visual y pedagógicamente el trabajo desarrollado por el ‘Padre de la Pedagogía’ Juan Amós Comenio en su libro «Orbis Sensualium Pictus» de 1658, también conocido como «El Mundo en Imágenes», se planteó como una enciclopedia ilustrada que posibilitara la enseñanza del latín a través de imágenes con descripciones que daban cuenta de las cosas fundamentales del mundo y de las actividades de la vida. Se trata entonces de la primera enciclopedia visual e ilustrada realizada para niños, convirtiéndose en una obra fundamental e influyente dentro de la historia de la pedagogía universal.
Al respecto, a partir de la reinterpretación de la obra de Comenio, nace la propuesta del «Orbis Sensualium Pictus, los Juguetes Antiguos en Imágenes«, la cual, relaciona en orden alfabético y pone en diálogo pedagógico y didáctico diferentes objetos de la colección de juguetes del Museo Pedagógico Colombiano, a través de fotografías, ilustraciones diseñadas por el grupo de practicantes y emociones sensoriales vinculadas a cada una de las piezas. Además, incluye la descripción, la definición poética y un juego de palabras para cada uno de los elementos incluidos en la publicación.
Para consultar el libro virtual dar click en el siguiente enlace:
Como pieza del mes, hemos seleccionado la Muñeca de trapo que data del siglo XIX de la colección de juegos y juguetes del Museo Pedagógico Colombiano. Se trata de un objeto de manufactura artesanal, es decir elaborado a mano, pero este en especial se fabricaba al interior de la cotidianidad de los hogares siendo fiel representante de la tradición de un pueblo ya que se caracteriza por tener colores y figuras típicas de un país o región. Este tipo de juguetes fueron construidos a base de materiales como madera, tela o trapo generalmente, por lo que también son conocidos como juguetes tradicionales o populares.
En general los juguetes son objetos constitutivos de la humanidad, que potencialmente son capaces de simbolizar el pensamiento de una época y los rasgos de una cultura. Desde el inicio de los tiempos los juguetes han estado presente en la vida de los niños, en investigaciones realizadas, se han encontrado diversas clases de muñecos en tumbas primitivas, y algunos historiadores relatan en sus escritos como en la Prehistoria los niños hacían uso de juguetes de madera, arcilla o hueso. El más antiguo data de hace 4000 años, y se trata de un sonajero hecho en terracota descubierto en Turquía. En el imperio Romano y Egipto también existieron juguetes en forma de estatuillas que representaban humanos o animales.
Sin embargo, a pesar de la existencia de registros de la antigüedad sobre juguetes como objetos de vida cotidiana, es en la modernidad con el concepto de infancia, cuando este tipo de artefactos constituyeron de manera central la “cultura material utilizada por los niños” (Cárdenas, 2012, p. 31), cultura de la que es posible identificar distinciones de clases sociales y género en la producción y distribución del juguete.
En el contexto latinoamericano, como, por ejemplo, en el Perú, se fabricaban juguetes con fique y cuero de animal en las formas en que su contexto cultural ofrecía o requería, a pesar de ello, no quería decir que, para ser propiamente un juguete, el objeto debía tener una forma específica, pues los niños y niñas que no tenían acceso a juguetes muy elaborados jugaban con cosas que podían encontrar a su alrededor como piedras, hojas, cajas, semillas y otros tantos elementos. Aun así, la dupla niño-juguete no estuvo siempre de la mano pues en la antigüedad los juguetes estaban relacionados con los grupos aristocráticos y sus distintos pasatiempos, como marionetas y diferentes objetos en miniatura.
Referente a la industria del juguete, el historiador estadounidense Gary Cross, ubica sus inicios en el siglo XVI específicamente en diversas ciudades alemanas, así, hay registro de la fabricación de animales en hojalata y madera por los artesanos de la época. No obstante, aunque parece que los juguetes han existido desde el inicio de los tiempos, estos no tomaron tanta importancia sino hasta el siglo XVII cuando apareció la categoría de Infancia y se empezó a estudiar y crear teorías académicas alrededor de ella, a partir de allí es que el juguete comenzó a cobrar importancia, y es en ese momento que otros países como Inglaterra y Francia se integraron a los centros productores de juguetes.
En el contexto colombiano, esta industria, comenzó a cimentarse a través de la importación de juguetes desde países extranjeros, los cuales fueron traídos –en pequeña escala– a partir de 1929 por la Librería, Papelería y Comercializadora de juguetes Búffalo, empresa ubicada en Medellín, la cual comenzaría a fabricar sus propios juguetes a mediados de la década de los 1940, dando origen así a la Fábrica de Muñecas de Medellín, que funcionó aproximadamente cincos años, convirtiéndose desde entonces en Industrias Búffalo, que inició labores con la fabricación de juguetes en madera y metal. En ese orden de ideas, Búffalo fue la compañía insignia de la producción juguetera nacional de mediados del siglo XX.
Ahora bien, en nuestro país antes del siglo XVIII, y aún tiempo después, los niños se relacionaban más con el trabajo que con el juego, y que incluso con la educación, estos
“seguían siendo un grupo social no diferenciado, pues compartían las mismas condiciones que el resto de la población y, sobre todo, las mismas obligaciones en escenarios como el trabajo y la guerra” (Aristizábal, 2013, p. 19),
así, los niños eran vistos como sujetos de deberes que tenían a su cargo responsabilidades, y, por tanto, no podían ni debían dedicar tiempo al juego. En el siglo XIX con la llegada de las ideas de Pestalozzi a Colombia, se estableció también un nuevo imaginario sobre el juego y los beneficios para los niños, no obstante, estas ideas aún no fueron bien vistas por las instituciones que organizaban la Instrucción y la Educación del país, quienes, en la época, recurrentemente hacían recomendaciones frente al juego y como este podía despertar otros vicios en el niño.
En este sentido, los juguetes debían animar las buenas cualidades del hombre, y el juguete se empezó a ver como
“un objeto sobre todo instructivo, una especie de manual del trabajo hecho objeto. Era la vía para entrenarse en los oficios futuros” (Aristizábal, 2013, p. 27),
es decir, la carga simbólica del juguete debía mantener los roles sociales impuestos en el momento, y asimismo las representaciones de las formas de vida que los niños debían interiorizar para llevarlas a la práctica durante su vida adulta. De esta manera, para los niños los juguetes eran martillos, piedras, objetos que en últimas evocaran su oficio y su rol social, mientras que para las niñas eran cocinas, ollas y muñecas, tal como las que se encuentran en la colección del Museo.
Las muñecas podrían considerarse el juguete más antiguo de todos, sin embargo, su origen no se dio en la categoría de juguete, sino que se enmarcó en un contexto en el cual, eran entregadas a las niñas como un objeto divino que les permitía introducirse en el mundo espiritual, y como parte de ritos funerarios antiguos. En cuanto a sus características materiales y formales, al inicio las muñecas eran elementos rígidos sin ninguna clase movimiento, y talladas en algún material como marfil, madera, yeso o cera y otros de origen vegetal, que hacían parte de la cultura de cada lugar, no fue sino hasta el siglo XV y con los avances en el descubrimiento de nuevos materiales que estas se comercializaron, por lo que también fueron adquiriendo movimientos en sus extremidades e incluso se crearon algunas parlantes que reproducían sonidos.
Uno de los materiales con los que se fabricaron las muñecas fue el trapo, este último la RAE lo define como un pedazo de tela desechable o algún paño de uso doméstico. No obstante, en América Latina, el trapo adquirió otro significado, en el pasado las tribus indígenas y las familias campesinas hacían uso de los distintos materiales y fibras vegetales que cultivaban para hacer juguetes, de esta forma, fueron las abuelas, quienes por medio de hojas de maíz, el fique, la enea, y otras plantas elaboraron las muñecas de la mano con sus nietas, no a modo de regalo, sino como un instrumento que les pudiera dar bases sobre el rol que desempeñarían más adelante, y así prepararlas para la vida cotidiana y sus oficios en el hogar y el desarrollo de sus instintos maternales.
Las muñecas y su confección en el contexto familiar, además les permitían seguir en contacto con la madre tierra, con sus raíces, con la naturaleza, con los elementos, con sus dioses, y hasta con su cultura, pues era una costumbre que las muñecas estuvieran vestidas con la ropa tradicional de cada cultura, e incluso desde temprana edad se les enseñaba a las niñas a confeccionar los atuendos para que les dieran una identidad propia a sus muñecas. Al respecto, mientras que las muñecas de las niñas indígenas estaban hechas con materiales recogidos de la naturaleza, las muñecas europeas, eran vestidas con telas y bordados finos que emulaban la aristocracia, lo que da muestra una vez más de la influencia cultural que soportaron este tipo de juguetes.
Con todo lo anterior, es notorio como las muñecas de trapo estaban vinculadas a las artes y oficios manuales, pero también a una herencia cultural en la cual se transmitieron creencias, prácticas y costumbres, que además buscaban despertar en las niñas algunos instintos que se creía nacían con ellas como, por ejemplo, la maternidad.
Para concluir, queremos recordar dos referentes interesantes sobre los juguetes, en este orden de ideas, en la década de 1930 el filósofo alemán Walter Benjamin, los entendía como producciones activas de la cultura; mientras que en 1914, el poeta francés Charles Baudelaire, los comprendía como representaciones o copias materiales de múltiples formas de vida de acuerdo con tiempos y contextos específicos, según él los juguetes eran una reproducción de la vida real en miniatura, y entenderlos integralmente, implicaba comprender ¿Cómo eran? y explorar no solo sus características físicas, sino también sus usos y relaciones; de manera que así podemos identificar y comprender diversos aspectos de una cultura, conductas de un grupo social determinado o una época concreta. Para Baudelaire, “los juguetes son generadores de costumbres y definidores de gustos”.
¿Y, ustedes con cuáles juguetes jugaron?, ¿Cómo estos definieron su identidad?, y ¿En el aula de clases, de cuáles se apoyan para ayudar a mejorar la capacidades y habilidades perceptivas, imaginativas, creativas, motoras; y también contar la historia de la humanidad a los niños?
Para conocer la Muñeca de trapo, la colección de otros juegos y juguetes de diferentes materiales y periodos históricos, otros objetos de la historia y la práctica pedagógica, y los archivos pertenecientes a los fondos documentales que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las nuevas instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Aristizábal, D. (2015). Juguetes e infancias. La consolidación de una sensibilidad moderna sobre los niños en Colombia (1840 – 1950). Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia: Facultad de ciencias sociales.
Cárdenas, Y. (2012). Infancia, juegos y juguetes: contribuciones a un análisis histórico cultural de la educación en Colombia (1930 – 1960). Pedagogía y saberes, (37), 25 – 36.
Jiménez, A. (2008). Historia de la infancia en Colombia: crianza, juego y socialización, 1968-1984. Anuario colombiano de historia social y de la cultura, (35),155-188.
Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23a ed.).
Escucha nuestro Pódcast sobre los Manuales de Lecciones de Cosas, realizado por estudiantes de Práctica del Museo Pedagógico Colombiano del programa en Pedagogía 2021-2 de la Universidad Pedagógica Nacional:
Como pieza del mes, hemos elegido los tres tomos de los manuales escolares conocidos como Lecciones de Cosas escritos por el dibujante, artista gráfico y diseñador editorial catalán Carles Barral i Nualart (1879–1936), que hacen parte de la colección de Libros de Escuela, Manuales y Cartillas que pertenecen al Fondo Documental Bibliográfico del Museo Pedagógico Colombiano, los cuales fueron escritos en 1921 y corresponden a la octava edición del texto.
Los tres volúmenes son de carácter instructivo y didáctico, y cuentan con dibujos e ilustraciones a blanco y negro, realizados por el mismo autor y otros tantos pertenecientes a la plantilla de ilustradores de la Editorial Seix y Barral Hermanos, en cuyos talleres litográficos se imprimieron, por ejemplo, carteles, cromos y todo tipo de material gráfico de artistas reconocidos españoles como Apeles Mestres, Ramón Casas, Francisco de Cidón, Joaquim Renart, Cayetano Cornet o Pere Montanyà, entre otros.
La Industria Editorial y Gráfica Seix y Barral Hermanos, fue fundada en Barcelona (España) en 1911, como una empresa de artes gráficas, publicidad y litografía de carteles; aunque sus primeras obras fueron sobre historia y literatura juvenil; también fueron proveedores de catálogos de juguetes para niños, mapas, ejercicios, figuras geométricas, etc. para los estudiantes de la época, a quienes también se dirigió la publicación de libros de texto y numerosas colecciones y obras, de carácter pedagógico del ámbito español.
Los Manuales escolares sirvieron como objeto de la enseñanza del siglo XVII, constituyéndose como la exposición de una disciplina escolar de manera ordenada y secuencial, estos estaban dirigidos exclusivamente a los maestros, pues una de sus funciones se fundaba en regular las prácticas de enseñanza y los saberes que circulaban por la escuela, pero también cumplían la tarea de:
“simplificar las escrituras y los lenguajes que existían […]. Este modo de simplificación era concebido como un arte, dado su carácter de reducción de la proliferación de signos y significaciones. El manual debía decir en forma simple lo que era complejo y que los tratados o estudios eruditos no hacían, pues eran dirigidos a un público especializado” (Quiceno, 2001, p. 53).
Con el inicio de la Escuela Nueva a finales del siglo XIX y su consolidación a inicios del siglo XX, que buscaba superar el modelo Lancasteriano propuesto desde la ‘Escuela Tradicional’ ligada a la Iglesia Católica, en el que la memorización de los contenidos era la estrategia central para la transmisión de los conocimientos o información, nació la implementación de nuevos métodos para la enseñanza, e incluso se modificaron ciertas dinámicas escolares tradicionales, como la centralidad de la educación basada en el profesor.
En este contexto asociado a una propuesta para un nuevo planteamiento de Escuela, tuvo gran influencia la experiencia y aportes del pedagogo suizo Enrique Pestalozzi (1746–1827), pues según su biografía, de acuerdo con una vivencia propia como educador, la enseñanza ocurría de manera oral debido a la falta de textos, valiéndose así de diversos materiales que pudieran despertar la curiosidad del niño.
Entonces, mientras él se encontraba explicando a sus alumnos sobre una escalera portátil, las láminas de apoyo de las que hacía uso no se encontraban disponibles, al darse cuenta, un niño le señaló una escalera que se encontraba en el patio junto a la puerta, y de la cual podía hacer uso para continuar con su labor de enseñanza; a partir de dicha experiencia, Pestalozzi tuvo la idea de que este proceso escolar podía transcurrir de otra manera, a través de la intuición del niño.
Tomando en cuenta la experiencia de la escalera, en adelante Pestalozzi enseñó solo por medio de objetos verdaderos, así, los muebles y los demás elementos de la clase, los animales, las plantas, el cuerpo humano, todo cuanto tenía a su alcance, fue el material de que se valió en los ejercicios de intuición, conformando de este modo la base del “método intuitivo” que tanta fama le diera. Trabajando desde entonces lo que se conoce como la pedagogía “intuitiva” u “objetiva”, en la que define la intuición como:
“fundamento absoluto de todo conocimiento, o, con otras palabras, que todo conocimiento parte de la intuición y a ella tiene que poder ser remitido” (Pestalozzi citado en Klaus Runge, 2008, p.44).
De esta manera, la intuición sería el fundamento general de todo conocimiento, desde donde puede distinguirse un aspecto externo, y uno interno. Lo externo como todo aquello que puede recibirse del exterior con la ayuda de los sentidos; y lo interno, como los juicios que se crean a partir de esas impresiones que se han recibido de afuera. La infancia nació allí como un concepto que puede pensarse entonces a partir de la subjetividad.
En Colombia la apropiación de la pedagogía Pestalozziana se desarrolló por primera vez entre los años de 1845 y 1930, como una manera de dejar atrás el método Lancasteriano. Con el apoyo del presidente Mariano Ospina Rodríguez (fundador del Partido Conservador), fue don José María Triana escritor de manuales para métodos de enseñanza primaria del país –como, por ejemplo, el Manual de enseñanza mutua para las escuelas de primeras letras de 1845–, reconocido como uno de los primeros pedagogos colombianos y fundador del Instituto Normal, quien la introdujo en nuestro país, como un recurso para mejorar la enseñanza en las clases de gramática y aritmética.
Sin embargo, los conservadores no fueron los únicos en poner en marcha la “Pedagogía Objetiva”, pues treinta años después en 1872, bajo el gobierno liberal del Olimpo radical esta perspectiva empezó a difundirse por las normales de las capitales todo el país, de la mano de la Primera Misión Alemana que trajo consigo a los “12 maestros protestantes”, asumiéndose como un sistema pedagógico que debía implementarse en el marco del Primer Proyecto Nacional de Educación laica, gratuita, obligatoria y pública.
“Esta vez, ya no se trataba de un procedimiento auxiliar: fue asumida en su integridad, como un método universal, teórico y práctico, como el sistema pedagógico “más moderno para la reforma de la mente de la niñez colombiana”, frente a la pedagogía llamada tradicional: memorista, verbalista y punitiva, asociada por demás a la Iglesia Católica y a los regímenes conservadores y al sistema de enseñanza mutua utilizado durante los dos primeros tercios del siglo XIX” (Saldarriaga, 2001, p. 46).
Al igual que otras apuestas pedagógicas que buscaban formar un ideal de hombre y ciudadano, la perspectiva propuesta por Pestalozzi implementada en Colombia pretendía participar en la configuración de un nuevo “Hombre moderno; práctico, observador del mundo, positivo y, en lo posible, laico” (Saldarriaga, 2001, p. 46), y por esto mismo, de la estructuración de una nueva sociedad, ya que en esta visión no se trataba de la formación del hombre y sus acciones para un bien individual, sino de que sus acciones y que el resultado de estas tuvieran repercusión colectiva y social. Aun cuando se logró implementar en el país, por desacuerdos con la Iglesia Católica, y el partido de oposición se le puso fin a este proyecto, no obstante, el método de enseñanza se siguió impartiendo durante los dos gobiernos siguientes en los períodos de la Regeneración y la República Conservadora entre 1886 y 1930.
Como resultado de este proceso, se dio la inserción y uso masivo de diferentes manuales y cartillas escolares escritos durante todo el siglo XIX, como materiales de apoyo a la enseñanza, entre los cuales se encontraban los Manuales de las “Lecciones de Cosas” que buscaban aproximar a los estudiantes a las palabras a través de los objetos, y que fueron importados a finales del siglo XIX a precios económicos por la Librería Americana de Bogotá de quien era dueño Miguel Antonio Caro. Además, es de gran relevancia resaltar que la mayoría de los manuales usados para seguir el método de Pestalozzi fueron escritos por pedagogos protestantes pestalozzianos.
Basados en el método Pestalozzi, las ‘Lecciones de Cosas’ fueron manuales que les permitieron a los profesores organizar las cosas para poder dirigir la percepción del niño, de lo singular a lo general y de lo visible a lo abstracto. Aquí el estudiante era un sujeto activo que se involucraba en la enseñanza tanto en su pensamiento, como en las experiencias físicas y sensoriales.
En este sentido, los textos de Lecciones de Cosas inspirados en la apropiación y metodología de Pestalozzi volcaron la mirada hacia la infancia, significando una verdadera evolución de las técnicas de enseñanza en la Escuela “Moderna”. Desde allí la Pedagogía ‘Pestalozziana’ estaría basada en un principio esencial a partir del cual, la enseñanza debería suceder de la cosa a la palabra, y de la palabra a la idea, es decir aproximar a los alumnos a las palabras mediante los objetos. Además, el texto recurrió a la imagen y los dibujos, surgiendo el reino de la imagen en la Pedagogía, por lo tanto, nuestra pieza del mes, entro al sistema escolar gracias a la lectura extensiva y con el objetivo de valorar las experiencias y cultivar la curiosidad por lo nuevo.
Sobre las características físicas de los tomos, su tamaño es de 14,5 x 18,5 cm, su extensión varía entre las 150 y 200 páginas y fueron impresos a blanco y negro. Y aunque cada editorial publicaba un solo libro, al respecto, Seix & Barral Hnos. publicó una colección, en la que los formatos gráficos y editoriales de los tres ejemplares eran los mismos, pero que fueron aumentando en especificidad y actualidad de lecciones sobre todo en aquello que tenía que ver con aspectos científicos o técnicos. De esta manera, los manuales fueron aptos para la enseñanza de la Zoología, la Botánica, las Ciencias Naturales, entre otras. Temáticas que se representaron de forma gráfica, con numerosas ilustraciones realistas muy específicas, y descripciones escritas bien detalladas que permitieron acercar al niño al objeto de conocimiento, al entorno real que muestran las lecturas y lógicamente despertar su curiosidad natural por aprender.
Para este propósito, los manuales de Lecciones de Cosas no contenían temas al azar, sino que trabajaban lecciones articuladas y organizadas mediante una secuencia lógica que le permita a los estudiantes acercarse al conocimiento de las cosas, pero que además abría la posibilidad de conocer aspectos de la vida del hombre social para irse formando como tal. Así, los temas más comunes que incluyeron estos manuales eran:
“1. Cosas de la naturaleza, sobre todo las que se pueden considerar de mucha utilidad o imprescindibles para la vida del hombre como: agua, árbol, vino, arcilla, conejo, raíces, caballo.
2. Cosas útiles e indispensables para la vida: Vestidos, trabajo, higiene, esponjas, zapatos…
3. Materias primas: el carbón, el petróleo, piedras, metales…
4. Factores y elementos del progreso y desarrollo del hombre: tren, barco, motor de explosión, telegrama…” (Sánchez, 2014, p.12).
Para finalizar, exponemos la intención descrita por el autor en el prólogo de cada uno de los tomos:
“Las LECCIONES DE COSAS responden a la necesidad de procurar a los maestros padres y en general a todos los que tienen a su cargo la educación de los niños, una amena, variada e instructiva serie de temas para dialogar con sus hijos o alumnos, mezclando lo útil con lo agradable, despertando en los espíritus juveniles un vivo interés y ejercitándoles en los rudimentos de las ciencias, las artes y las industrias” (Nualart, 1921, p.5).
Para concluir, en la parte final del mismo prólogo, el autor también pretendía:
“Inculcar al niño la afición al estudio de los principales conocimientos humanos, sería un magnífico triunfo. Y nuestras LECCIONES DE COSAS sólo aspiran a ayudar al maestro en esta admirable empresa de iniciación espiritual” (Nualart, 1921, p.6).
Así, resaltamos el legado histórico de este conjunto de Manuales Escolares, por su impacto en la evolución e historia de los modelos pedagógicos y las reformas educativas que se implantaron en el país dentro del naciente “sistema escolar colombiano” de finales del siglo XIX y la puesta en marcha y consolidación de la Escuela Nueva durante el siglo XX en Colombia, ya que la introducción de las ideas pedagógicas del modelo Pestalozziano coadyuvaron a transformación de las mentes de los estudiantes, y a la modernización de las Escuelas y la Educación del país, en lo referido a las metodologías y prácticas que enmarcaron el proceso de enseñanza y aprendizaje, ya que acercó los conocimientos del mundo, la vida y la comprensión del contexto a la infancia a través del desarrollo de la intuición por medio de sus experiencias, y especialmente, desde los objetos del mundo real hacia las palabras y las ideas que aprenderían.
Para conocer y consultar los Manuales de Lecciones de Cosas, otros textos, manuales de alfabetización y demás archivos pertenecientes al fondo documental; y también los objetos e implementos escolares de la historia y la práctica pedagógica que salvaguardamos y exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las nuevas instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Quiceno, H. (2001). «El Manual Escolar: Pedagogía y Formas Narrativas». En: Revista Educación y Pedagogía. Medellín: Facultad de Educación. Vol. XIII, No. 29-30, (enero-septiembre), pp. 53–67. Recuperado de: https://www.academia.edu/11799932/EL_MANUAL_ESCOLAR_PEDAGOGÍA_Y
centromanes.org (2021). Los Manuales de Lecciones de Cosas – CENTRO MANES. Fecha de consulta: Noviembre 12 de 2021. Desde: http://www.centromanes.org/?page_id=756
Klaus, A. (2008). Las dimensiones de la intuición y del arte de la intuición en Johann Heinrich Pestalozzi: acercamientos antropológico-pedagógicos. Pedagogía y Saberes. 28, p 43–53.
Offir, N. (2015). Las pedagogías de la lectura en Colombia: Una revisión de estudios que se enfocan en el texto escolar durante la primera mitad del siglo XX. Lenguaje, p. 85 –110.
Como pieza del mes, hemos seleccionado el texto “Enseñanza Simultánea de Lectura y Escritura”, más conocida como ‘Cartilla Charry’ de la colección de Manuales Escolares que pertenece al Fondo Documental del Museo Pedagógico Colombiano. La cual, además de ser un importante texto escolar para la historia de la enseñanza y los procesos de escolarización de nuestro país, fue una herramienta cuyo objetivo fue avanzar respecto a los métodos tradicionales utilizados en la época, convirtiéndose en otro símbolo nacional de trascendencia para la historia de la educación del país que utilizó las palabras comunes como base de conocimiento. Desde finales de la década de 1910, fue el texto de lectura y aprendizaje de buena escritura con la que aprendieron a leer y escribir más de tres generaciones de colombianos en todas las escuelas del país.
Para recordar, desde el siglo XIX las primeras escuelas públicas y las ramas que orientaban las mismas, habían institucionalizado, –a partir de temas católicos y morales, que lentamente incluyeron temas científicos como parte del reconocimiento de la realidad del estudiante–, los ejercicios de la lectura y la escritura, como dos procesos básicos y esenciales para la instrucción académica y la formación del carácter de cualquier ciudadano. Se establecía entonces, que educar era civilizar, y el correcto desarrollo de competenticas en estas habilidades, era muestra de la organización mental y la actitud social para el cumplimiento de los deberes que la sociedad exigía. En tal sentido, la esencia enunciada por la Cartilla Charry estaba en la aspiración de instruir, enseñar, reglar, normalizar y elevar las condiciones de los sujetos enseñados; por lo tanto, en el saber de la lectura y la escritura como materia de enseñanza, también estaban las “bases necesarias para la vida”.
Aunque ambos procesos, han estado presentes en diferentes periodos y contextos históricos y culturales de la humanidad; solo es entre la segunda mitad del siglo XIX y el XX, cuando gradualmente estos saberes y distintos procesos de formación, se volvieron accesibles para un mayor grupo de personas en nuestro país, y por ejemplo, la creación de materiales como manuales, textos escolares y cartillas de primeras letras, silabarios y catón, como la Cartilla Charry, influyeron en el proceso de consolidación de la lectura y la escritura como conocimientos de alcance colectivo.
Su autor Justo Víctor Charry Charry, nacido en 1863 en el municipio de Villavieja (Huila), fue un destacado docente y director de escuela con formación pedagógica en La Normal Estatal de Institutores del Tolima con sede en Neiva –fundada por la primer Misión Pedagógica Alemana (1872–1878)–, quien, gracias a su inquietud por innovar los métodos de enseñanza de las primeras letras en las escuelas, obtuvo en 1917 el primer premio nacional por su cartilla, en una exposición organizada por la Academia Colombiana de Historia; y posteriormente la obra, ocupó el primer puesto en un proceso de selección –propuesto en 1917 por el Primer Congreso Pedagógico Nacional– para la elección de una cartilla de lectura y escritura de uso masivo en todo el país, el cual se realizó en 1918 por el Ministerio de Instrucción Pública –hoy Ministerio de Educación Nacional–.
Tal como consta en la contraportada, la cartilla y la formación de Justo V. Charry, seguía el sistema Pestalozziano, que se aplicó en un momento de la historia del país conocido como el “Olimpo Radical”, que en materia educativa tuvo el propósito de cambiar la enseñanza de modelo ‘memorístico tradicional’ por uno donde los pensamientos, el entendimiento del mundo y la observación y exploración del contexto estuvieran por encima de la memoria, lo cual favorecía el método intuitivo y sensorial propuesto por el pedagogo suizo Johann Heinrich Pestalozzi, que se adoptó en nuestro país en aquella época, según este último:
“La vida es la que educa; (…) La fuente de toda nuestra enseñanza se halla en la observación”. (Piaton, 1989, p. 5).
En relación con su contenido y valor educativo, su autor quiso poner en práctica, la enseñanza a partir una palabra normal, es decir una palabra común y corriente, por lo tanto, la aplicación de este método en nuestro país significó toda una “vanguardia” pedagógica en la enseñanza simultanea de la lectura y la escritura a través de las ‘palabras normales’, que fueron la principal característica de la obra. Para la presentación de las letras, a partir del uso de estas palabras, la cartilla, tomó como punto de partida las vocales y luego, cada una de las consonantes acompañadas de una palabra y su ilustración gráfica, destacando visualmente con colores llamativos la letra objeto del aprendizaje. En este sentido, la cartilla tuvo una intencionalidad estética por el número de grabados por cada lección (que superaba a cartillas anteriores), la cual marcó una nueva época en términos de imagen para la infancia, que, además, visibilizó a niños y niñas desde nuevos roles según los entornos educativos y también mostrando una sociedad en acción; los diseños de las ilustraciones de la cartilla establecían relaciones más complejas que evidenciaban una correspondencia frente al conocimiento con escenas de salones de clase, para el caso, muchas de estas hacían hincapié en los contextos más que en las lecciones mismas, para así familiarizar al niño con su alrededor.
De acuerdo con investigadores de la historia de la educación en Colombia como Javier Sáenz, Óscar Saldarriaga y Armado Ospina, posteriormente se presentaba la combinación de la letra con cada una de las vocales y luego palabras en las que se usaba la letra de la lección específica, y finalmente otras palabras de uso común que incluyeran las consonantes de la primera palabra. El procedimiento indicado en la cartilla se realizaba combinando la pronunciación y la escritura, y los ejercicios de lectura y escritura estaban determinados por la complejidad de las sílabas que componían las palabras.
Según el análisis anterior, la cartilla retomó parte del método silábico, sin embargo, junto con las ilustraciones se conjugaban palabras, frases, e ideas que comenzaban a inferir relaciones con el papel y el deber de los infantes, y su cotidianidad.
En este marco el texto, propuso un método innovador, que dio un salto de la tradicional lectura silábica hacía uno que reunió varios elementos, como, el sistema ecléctico –de aprendizaje más rápido– basado en la comprensión integral de historias (representadas con su respectiva imagen), que usaban un lenguaje cuidadoso, y se apoyaban visualmente en ilustraciones que tenían fines didácticos para ejemplificar los párrafos y cuentos cortos, y en el uso de la tradicional letra manuscrita en cursiva (según el método Palmer de caligrafía) utilizada en las escuelas de la época. Lo que permitía a los estudiantes progresar en sus procesos de comprensión y escritura.
Respecto a la realidad política, a inicios del siglo XX, el comienzo de la ‘Hegemonía Conservadora’ y su proyecto educativo centrado en las normas morales para formar buenos ciudadanos en derechos y patriotas, a través de la búsqueda de una identidad nacional, tuvo como intención unificar y moralizar; y con la introducción de las ciencias naturales y experimentales, se planteó también el debate sobre el método de enseñanza de la lectura; polémica pedagógica centrada por el contraste entre el método del deletreo, el método fónico y el método silábico, frente a este panorama surgió en 1917 la cartilla del profesor Charry, como un texto que posibilitó superar las limitaciones de los métodos considerados “tradicionales”, y que por su método innovador y extensa vigencia en la memoria educativa del país se constituyó como modelo para las cartillas de enseñanza de la lectura y escritura hasta nuestros días.
A pesar del impacto de la cartilla, su distribución se realizó de manera muy precaria, entonces, su autor cedió los derechos de reproducción al Estado para imprimir 35 mil ejemplares en 1919, que dos años después lograría una distribución mayor, esta vez por 800 mil ejemplares en todas las escuelas del país. Antes de fallecer en 1946, a la edad de 85 años, le hizo prometer a su hija Cecilia Charry Lara que continuara trabajando por la difusión de la obra. Ella también se dedicó profesionalmente a la docencia y su formación la recibió en el Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas –IPN–, donde además aprendió ortografía con el método de memoria visual de la mano de Franzisca Radke (pedagoga alemana que lideró la segunda Misión Pedagógica de este país en Colombia, y también primera directora del IPN).
Fiel a su promesa, la cartilla fue actualizada, y como el concepto de la enseñanza había cambiado fue necesario renovar el sistema de sílabas separadas (silabeo), y hacer que los estudiantes repitieran las palabras completas para facilitar la lectura de corrido. Además de actualizar algunas palabras del texto original, tuvo que reformar los textos de la cartilla, conservando su estructura pedagógica esencial. Finalmente se editaron tres tomos, el primero en 1918 para aprender a leer y escribir con ejercicios para la escritura y la buena letra; el segundo aproximadamente en los años cuarenta, para aprender lectura comprensiva; y el tercero, en los años setenta, como una reedición del segundo tomo, reformada y actualizada bajo el título de “Nueva Cartilla Charry”, suscrita al método ideo-visual o global. Cecilia Charry mantuvo vigente la popular cartilla de su padre hasta 1982, cuando dejó de ser editada.
Este año, se cumplen 103 años de haberse expedido la resolución 190 del 10 de julio de 1918 del Ministerio de Instrucción Pública, que adoptó como texto de lectura y escritura simultáneo para todas las escuelas del país, la Cartilla Charry, de autoría del huilense Justo V. Charry, obra de carrera extensa y una de las publicaciones más usadas para la enseñanza de la lectura, que en sus páginas brindó la evolución del proceso de lectura y escritura desde las reglas básicas para dirigir por parte del maestro las ideas más elementales como objetos, animales y frases sencillas, hasta narraciones cada vez más extensas y complejas. Por tal razón, dentro de los libros infaltables en la escuela de la segunda década del siglo XX, se encontraba la Cartilla Charry, en compañía de otros, como el Catecismo del padre Astete, la Historia Sagrada, la Historia Patria, la Alegría de Leer y el periódico El Campesino.
Tan importante fue la cartilla, que colegas, referentes y estudiosos de la pedagogía, la han destacado de diferentes formas, por ejemplo, el Doctor en Educación y Sociedad, Fernando Vásquez Rodríguez, narraba lo siguiente:
“Guardo, como una joya, mi cartilla “Charry”. Si está así de maltratada es porque me ha acompañado por más de 50 años. En este texto mi padre y mi madre me enseñaron a leer, allá, en la casa de “La Laguna”. Lo hacían por las tardes. Mi papá era el maestro severo que me enseñaba y me tomaba las lecciones, y mi mamá la tutora de esas primeras tareas. Recuerdo que me gustaban las imágenes, especialmente el indio, la iglesia, el águila, el mico tití, la zorra y el león. Tal vez por lo cercano al ambiente de la vereda donde me crie me aprendí rápido aquella frase de “la mula va al molino”. Y se me quedó grabada para siempre otra frase: “quiero que me diga, el gato come queso?” (Vásquez, 2012).
Además, su método de enseñanza fue tan efectivo, que, en 1928, cuando su autor tenía 65 años, demostró que en 39 horas un grupo de adultos podía aprender a leer y escribir. Experiencia que quedó consignada en un Acta del 10 de marzo de 1938, firmada por el alcalde de Bogotá de aquel entonces, Gustavo Santos.
Destacamos el legado de este emblema de la literatura educativa colombiana, no solo como un instrumento para la transmisión de saberes y la enseñanza elemental durante tres décadas del siglo XX, y un medio para la formación de valores, a través del amor a la escuela, a la religión, a la patria y a las buenas costumbres; sino también como un testimonio de recordación para la memoria colectiva de nuestro país, ya que muchos colombianos mayores de 40 años recuerdan con nostalgia las primeras letras que leyeron y escribieron en su Cartilla Charry.
Para conocer y consultar la Cartilla Charry, otros textos, manuales escolares, cartillas de alfabetización y demás archivos pertenecientes al fondo documental; y también los objetos de la historia y la práctica pedagógica que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las nuevas instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Palabras clave: Cartilla Charry; Lectura; Escritura; Textos Escolares; Manual Escolar; Pedagogía; Historia de la Educación; Maestros; Museo Pedagógico Colombiano.
García Vera, N., & Rojas Prieto, S. (2015). La enseñanza de la lectura en Colombia: Enfoques pedagógicos, métodos, políticas y textos escolares en las tres últimas décadas del siglo XX. Pedagogía Y Saberes, 1(70), 43-60. Fecha de consulta: 14 Jul. 2021. Desde: https://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/PYS/article/view/3685/3304
Sáenz, J., Saldarriaga, O. y Ospina, A. (1997). Mirar la infancia. pedagogía, moral y modernidad en Colombia, 1903–1946. Medellín: Ediciones Foro Nacional por Colombia, Ediciones Uniandes, Editorial Universidad de Antioquia.
El método Palmer de caligrafía comercial, desarrollado y promovido por Austin Norman Palmer a finales del siglo XIX y principios del XX, se convirtió en el sistema de escritura más popular en los Estados Unidos y otros países donde se implantó, fue desarrollado alrededor de 1888 y se introdujo en el libro «Palmer’s Guide to Business Writing» (Guía de Palmer de escritura para negocios) publicado en 1894. En este método a los estudiantes se les enseñaba a adoptar un sistema uniforme de escritura cursiva con movimientos rítmicos.