Estimados/as colegas y visitantes, en el marco del Proyecto internacional La memoria de las cosas y de las prácticas: la cultura material escolar y la vida cotidiana en la escuela argentina, chilena y colombiana, se va a desarrollar el próximo viernes 20 de agosto, el Panel: «El patrimonio escolar, su conservación y las investigaciones que se realizan en torno a la colección de museo«, a las 3:30 p.m. COL, 4:30 p.m. CL y 5:30 p.m. ARG.
Comenius, J. A. (2017). XCVII La Escuela. [Ilustración]. Fuente: Orbis Sensualium Pictus – ‘El Mundo en Imágenes’, p. 113.
Ciertas condiciones propias de la cultura le asignaron al maestro un conjunto de responsabilidades que lo hicieron apóstol, pedagogo y funcionario.
Se había creado la necesidad de la instrucción de la juventud para construir la patria civilizada y próspera que el mundo reclamaba para las naciones, pero este requerimiento social, había que asignárselo a aquellas personas que reunieran las condiciones necesarias.
Se trataba pues de un encargo de la sociedad; todos los retos a los que se enfrentaba la nación estaban hablando de los deberes que tenía aquel sujeto. No fue solamente un mandato divino, también fue un encargo de los hombres. Al principio no había que definir reglamentariamente sus funciones pues era el espíritu de la época el que reclamaba un hombre con cualidades de apóstol y pedagogo, cualidades que por demás dejaban ver los valores vigentes de aquel siglo.
Pero la vocación no bastaba. No bastaba la buena voluntad y la intachable conducta, no bastaba la paciencia, la tolerancia y la fortaleza de carácter, era necesaria además del cúmulo de conocimientos, una destreza y una capacitación especial en el arte de enseñar.
En cuanto encargo, debía entender su labor como un destino, pues el camino estaría trazado y no habría lugar a desviaciones. Él mismo era parte de ese destino, su vida debía “reglarse” de acuerdo con las pautas de conducta que se le impusieron. Además de ser un hombre capaz y de madura edad, debía ser de muy arreglada conducta y honrados procederes: paciente, constante, perseverante y de buena familia. Su vida: ejemplar y virtuosa, hombre recto, buen súbdito y excelente padre de familia. Su abnegación y absoluta consagración a la patria eran imprescindibles. Se recomendaba que fuera casado y mayor de 18 años y no podía padecer enfermedad crónica o contagiosa.
Con todo, éste debía ser un oficio para ejercer por vocación. Quien no le tuviera amor a la profesión debía abandonar su puesto. Evidentemente se reconocía que era una ardua labor. De allí que se necesitaran apóstoles, hombres que con singular y decidido empeño emprendieran tan ingrata y difícil misión.
“El Director de la Escuela, por la importancia de las funciones que ejerce, es uno de los primeros funcionarios del Distrito y tiene el deber de arreglar su conducta de manera que en su vida pública y privada sirva de tipo a todos los ciudadanos […] debe estar sostenido y animado por un profundo sentimiento de la importancia moral de sus funciones y fundar su principal recompensa en la satisfacción de servir a los demás hombres, y de contribuir al bien público […]. Se hará amar y respetar, no solo de sus discípulos, sino de toda la sociedad en que viva; será pundoroso y leal en sus relaciones, benévolo y afable en su trato, cumplido en sus maneras; pero deberá mostrar en todas ocasiones firmeza de carácter, para hacerse obedecer y respetar […] las faltas graves contra la moral, así en su vida pública, como en su vida privada, serán castigadas en un Maestro de Escuela con la destitución del empleo […] le está severamenmte prohibido el roce con personas reputadas como de mala conducta en el lugar, y la entrada a tabernas y casas de juego […]. Las autoridades dispensarán a los Directores de escuela una consideración especial una deferencia respetuosa, en atención al augusto ministerio que desempeña […] no podrá, sin el permiso de la Inspección local, aumentar sus medios de subsistencia con el ejercicio de funciones accesorias, o de una profesión u oficio cualquiera y este permiso se rehusará siempre que el oficio o profesión comprometa la dignidad o moralidad del Institutor, o lo distraiga de sus funciones principales […]”
“Señores maestros, la suerte de la Patria ha quedado depositada en vuestras manos […]”
Obviamente no podía ser menos que ingrata aquella misión y solamente apta para quienes estuvieran dispuestos a sacrificar su vida en servicio a los demás: Un apóstol. A él y al cura -mentores de la moral- se les había confiado el sagrado propósito de velar por el bien.
Pero la vocación no bastaba. No bastaba la buena voluntad y la intachable conducta, no bastaba la paciencia, la tolerancia y la fortaleza de carácter, era necesaria además del cúmulo de conocimientos, una destreza y una capacitación especial en el arte de enseñar.
Al principio era poco lo que se exigía a este nivel:
“[…] pericia en leer y escribir, tintura de aritmética y capacidad para imbuir a los jóvenes máximas sanas de moral cristiana y política”.
Pero poco a poco los requerimientos fueron mayores; entonces se hizo necesario atender la cuestión a través del método. Este sería un procedimiento fácil de aprender por el cual la enseñanza se haría efectiva y útil. No era más, ciertamente, pero había que estudiarlo: con el método lancasteriano se ensayó la Escuela Mutua, aquélla donde el maestro perito, a través de monitores, enseñaba el procedimiento a seguir en cada caso.
Algunas de estas escuelas se constituyeron en las primeras Normales cuando expidieron certificados que acreditaban haberse instruido en el método, tener buena conducta en lo político y moral y desempeñarse en su destino, de una forma exacta y cabal.
Referencias:
Decreto Número 595 de 1886, por el cual se organiza la Instrucción Pública Primaria. El Boyacense. Tunja, Diciembre 21de 1886, No. 11, pág. 83.
Decreto del Inspector General. El Boyacense. Tunja, Octubre 5 de 1888, No. 145, pág. 1159.65
Estimados/as colegas y visitantes, el Semillero del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Humanidades la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia, convocan al Primer Coloquio de Historia Cultural, Historia Pública y Enseñanza de la Historia, que se llevará a cabo de forma virtual del 27 al 29 de octubre de 2021.
El libro está dividido en dos partes. La primera da cuenta de la transición conceptual de la educación femenina de la colonia a la república. Partiendo de las ideas y prácticas educativas del siglo XVIII, la autora se adentra en el replanteamiento que trajo la independencia, hasta llegar al siglo XIX republicano, en que surge otra representación de la mujer con un rol para “una nueva familia para una nueva nación”. Estudia el paradigma de la “moralización” y el rol que cumple la educación de las mujeres en la sociedad. Luego enfrenta la caracterización del “bello sexo” como la limitación que conllevaba, para centrarse en el paradigma de la madre y de lo que no deben ser las mujeres. La segunda parte se dedica a destacar la importancia de educar e instruir a las mujeres. Para ello plantea ver la creación y ampliación de escuelas de niñas en el marco de los nacientes proyectos nacionales. Estudia detenidamente el funcionamiento de los establecimientos y el papel de docentes y alumnas, el entrenamiento para la vida doméstica y la formación de normales femeninos. Analiza dos proyectos contrapuestos, el radicalismo liberal y el confesionalismo conservador en Colombia y Ecuador. Tomado de: https://repositorio.uasb.edu.ec/handle/10644/7180?fbclid=IwAR2XnCA9O1diFYBqv1baG8XtyL0V0XYTKVWxDbJ33M1PkpdIhr7Q1Ejum8U
Este artículo desarrolla algunas ideas y resultados del proyecto de investigación “Saberes y disciplinas escolares en Colombia”, que se trazó como objetivo: analizar históricamente desde la relación pedagogía-ciencias-saberes, el proceso de configuración del campo de las disciplinas y saberes escolares en Colombia, con el objeto de hacer visibles las formas de apropiación de las ciencias y los saberes en los diversos niveles de la enseñanza en Colombia.
En sus apartados despliega las orientaciones conceptuales y teóricas del proyecto de investigación, a través de las reflexiones que surgieron en torno a las nociones de saber escolar y disciplina escolar. Continúa con el desarrollo y la descripción de las herramientas metodológicas utilizadas en la investigación, para cerrar con algunas reflexiones que buscan mostrar los desafíos que implica hacer historia de la enseñanza desde la perspectiva de los saberes y las disciplinas escolares. Tomado de: https://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/PYS/article/view/3682/3314?fbclid=IwAR1gRvO1mXE3hW6ZtaMylEIfXvXy208SnzoKBZPCy0UUL7ujach6TcZwSV0
Este artículo presenta los principales resultados de una investigación sobre la configuración de las matemáticas escolares en Colombia durante la segunda mitad del siglo XIX. La perspectiva metodológica usada fue la arqueología y la genealogía de Michel Foucault y, en particular, algunas apropiaciones realizadas por el Grupo de Historia de la Práctica Pedagógica. El texto se organiza en cuatro apartados. El primero es de carácter introductorio. En el segundo se abordan aspectos teóricos y metodológicos a través de la noción de ‘saber escolar’. En el tercero se hace una descripción de la constitución de las matemáticas escolares en el periodo comprendido entre 1845 y 1906 que evidencia la estrecha articulación de contenidos y métodos de enseñanza con asuntos formativos de orden ético, estético y político. En el último apartado, se señalan conclusiones y proyecciones del ejercicio investigativo, estas últimas relacionadas con algunas críticas y demandas a la escuela contemporánea sobre la enseñanza de las matemáticas. Tomado de: https://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/PYS/article/view/3685
Estimados/as colegas y visitantes, se acaba de publicar el libro electrónico Revolución, Modernidad y Memoria, que contiene los textos completos de las comunicaciones presentadas al XIV Congreso Iberoamericano de Historia de la Educación (CIHELA). Este libro contiene una parte sustancial de los textos completos de las conferencias, intervenciones en mesa redonda, trabajos incluidos en paneles y trabajos individuales presentados en el XIV Congreso celebrado entre el 20 y el 23 de julio de 2021.
Los Congresos Iberoamericanos de Historia de la Educación (CIHELA) son un evento académico que reúne a comunidades de historiadores de la educación de los países de Centro y Sudamérica y también de la Península Ibérica, y se desarrollan desde 1992.
Agradecemos su ayuda en su difusión.
En el siguiente enlace pueden consultar el libro de actas completo: Libro de Actas CIHELA
El artículo tiene el propósito de dar a conocer la vida de Jorge Buendía Narváez, uno de los pensadores y pedagogos más sobresalientes del sur de Colombia, personaje que impulsó la Escuela Activa. Para este trabajo, se realizó un estudio monográfico y descriptivo de la vida y obra de este pensador, a través de sus discursos, que permitieron identificar la esencia de los aportes realizados a la educación en Nariño, a partir de la implementación de la Escuela Activa. En el texto, se describe cómo fue su vida y la influencia de la corriente pedagógica de este educador en la región, así como los aportes que hizo en diferentes campos —además de la educación—, en la historia y en la cultura del sur del país. Al final, se destaca la importancia de este pedagogo en la educación nariñense, al ser considerado determinante en la región en las últimas décadas del siglo XX. Tomado de: http://sired.udenar.edu.co/6654/
Como pieza del mes, hemos seleccionado el texto “Enseñanza Simultánea de Lectura y Escritura”, más conocida como ‘Cartilla Charry’ de la colección de Manuales Escolares que pertenece al Fondo Documental del Museo Pedagógico Colombiano. La cual, además de ser un importante texto escolar para la historia de la enseñanza y los procesos de escolarización de nuestro país, fue una herramienta cuyo objetivo fue avanzar respecto a los métodos tradicionales utilizados en la época, convirtiéndose en otro símbolo nacional de trascendencia para la historia de la educación del país que utilizó las palabras comunes como base de conocimiento. Desde finales de la década de 1910, fue el texto de lectura y aprendizaje de buena escritura con la que aprendieron a leer y escribir más de tres generaciones de colombianos en todas las escuelas del país.
Para recordar, desde el siglo XIX las primeras escuelas públicas y las ramas que orientaban las mismas, habían institucionalizado, –a partir de temas católicos y morales, que lentamente incluyeron temas científicos como parte del reconocimiento de la realidad del estudiante–, los ejercicios de la lectura y la escritura, como dos procesos básicos y esenciales para la instrucción académica y la formación del carácter de cualquier ciudadano. Se establecía entonces, que educar era civilizar, y el correcto desarrollo de competenticas en estas habilidades, era muestra de la organización mental y la actitud social para el cumplimiento de los deberes que la sociedad exigía. En tal sentido, la esencia enunciada por la Cartilla Charry estaba en la aspiración de instruir, enseñar, reglar, normalizar y elevar las condiciones de los sujetos enseñados; por lo tanto, en el saber de la lectura y la escritura como materia de enseñanza, también estaban las “bases necesarias para la vida”.
Aunque ambos procesos, han estado presentes en diferentes periodos y contextos históricos y culturales de la humanidad; solo es entre la segunda mitad del siglo XIX y el XX, cuando gradualmente estos saberes y distintos procesos de formación, se volvieron accesibles para un mayor grupo de personas en nuestro país, y por ejemplo, la creación de materiales como manuales, textos escolares y cartillas de primeras letras, silabarios y catón, como la Cartilla Charry, influyeron en el proceso de consolidación de la lectura y la escritura como conocimientos de alcance colectivo.
Su autor Justo Víctor Charry Charry, nacido en 1863 en el municipio de Villavieja (Huila), fue un destacado docente y director de escuela con formación pedagógica en La Normal Estatal de Institutores del Tolima con sede en Neiva –fundada por la primer Misión Pedagógica Alemana (1872–1878)–, quien, gracias a su inquietud por innovar los métodos de enseñanza de las primeras letras en las escuelas, obtuvo en 1917 el primer premio nacional por su cartilla, en una exposición organizada por la Academia Colombiana de Historia; y posteriormente la obra, ocupó el primer puesto en un proceso de selección –propuesto en 1917 por el Primer Congreso Pedagógico Nacional– para la elección de una cartilla de lectura y escritura de uso masivo en todo el país, el cual se realizó en 1918 por el Ministerio de Instrucción Pública –hoy Ministerio de Educación Nacional–.
Tal como consta en la contraportada, la cartilla y la formación de Justo V. Charry, seguía el sistema Pestalozziano, que se aplicó en un momento de la historia del país conocido como el “Olimpo Radical”, que en materia educativa tuvo el propósito de cambiar la enseñanza de modelo ‘memorístico tradicional’ por uno donde los pensamientos, el entendimiento del mundo y la observación y exploración del contexto estuvieran por encima de la memoria, lo cual favorecía el método intuitivo y sensorial propuesto por el pedagogo suizo Johann Heinrich Pestalozzi, que se adoptó en nuestro país en aquella época, según este último:
“La vida es la que educa; (…) La fuente de toda nuestra enseñanza se halla en la observación”. (Piaton, 1989, p. 5).
En relación con su contenido y valor educativo, su autor quiso poner en práctica, la enseñanza a partir una palabra normal, es decir una palabra común y corriente, por lo tanto, la aplicación de este método en nuestro país significó toda una “vanguardia” pedagógica en la enseñanza simultanea de la lectura y la escritura a través de las ‘palabras normales’, que fueron la principal característica de la obra. Para la presentación de las letras, a partir del uso de estas palabras, la cartilla, tomó como punto de partida las vocales y luego, cada una de las consonantes acompañadas de una palabra y su ilustración gráfica, destacando visualmente con colores llamativos la letra objeto del aprendizaje. En este sentido, la cartilla tuvo una intencionalidad estética por el número de grabados por cada lección (que superaba a cartillas anteriores), la cual marcó una nueva época en términos de imagen para la infancia, que, además, visibilizó a niños y niñas desde nuevos roles según los entornos educativos y también mostrando una sociedad en acción; los diseños de las ilustraciones de la cartilla establecían relaciones más complejas que evidenciaban una correspondencia frente al conocimiento con escenas de salones de clase, para el caso, muchas de estas hacían hincapié en los contextos más que en las lecciones mismas, para así familiarizar al niño con su alrededor.
De acuerdo con investigadores de la historia de la educación en Colombia como Javier Sáenz, Óscar Saldarriaga y Armado Ospina, posteriormente se presentaba la combinación de la letra con cada una de las vocales y luego palabras en las que se usaba la letra de la lección específica, y finalmente otras palabras de uso común que incluyeran las consonantes de la primera palabra. El procedimiento indicado en la cartilla se realizaba combinando la pronunciación y la escritura, y los ejercicios de lectura y escritura estaban determinados por la complejidad de las sílabas que componían las palabras.
Según el análisis anterior, la cartilla retomó parte del método silábico, sin embargo, junto con las ilustraciones se conjugaban palabras, frases, e ideas que comenzaban a inferir relaciones con el papel y el deber de los infantes, y su cotidianidad.
En este marco el texto, propuso un método innovador, que dio un salto de la tradicional lectura silábica hacía uno que reunió varios elementos, como, el sistema ecléctico –de aprendizaje más rápido– basado en la comprensión integral de historias (representadas con su respectiva imagen), que usaban un lenguaje cuidadoso, y se apoyaban visualmente en ilustraciones que tenían fines didácticos para ejemplificar los párrafos y cuentos cortos, y en el uso de la tradicional letra manuscrita en cursiva (según el método Palmer de caligrafía) utilizada en las escuelas de la época. Lo que permitía a los estudiantes progresar en sus procesos de comprensión y escritura.
Respecto a la realidad política, a inicios del siglo XX, el comienzo de la ‘Hegemonía Conservadora’ y su proyecto educativo centrado en las normas morales para formar buenos ciudadanos en derechos y patriotas, a través de la búsqueda de una identidad nacional, tuvo como intención unificar y moralizar; y con la introducción de las ciencias naturales y experimentales, se planteó también el debate sobre el método de enseñanza de la lectura; polémica pedagógica centrada por el contraste entre el método del deletreo, el método fónico y el método silábico, frente a este panorama surgió en 1917 la cartilla del profesor Charry, como un texto que posibilitó superar las limitaciones de los métodos considerados “tradicionales”, y que por su método innovador y extensa vigencia en la memoria educativa del país se constituyó como modelo para las cartillas de enseñanza de la lectura y escritura hasta nuestros días.
A pesar del impacto de la cartilla, su distribución se realizó de manera muy precaria, entonces, su autor cedió los derechos de reproducción al Estado para imprimir 35 mil ejemplares en 1919, que dos años después lograría una distribución mayor, esta vez por 800 mil ejemplares en todas las escuelas del país. Antes de fallecer en 1946, a la edad de 85 años, le hizo prometer a su hija Cecilia Charry Lara que continuara trabajando por la difusión de la obra. Ella también se dedicó profesionalmente a la docencia y su formación la recibió en el Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas –IPN–, donde además aprendió ortografía con el método de memoria visual de la mano de Franzisca Radke (pedagoga alemana que lideró la segunda Misión Pedagógica de este país en Colombia, y también primera directora del IPN).
Fiel a su promesa, la cartilla fue actualizada, y como el concepto de la enseñanza había cambiado fue necesario renovar el sistema de sílabas separadas (silabeo), y hacer que los estudiantes repitieran las palabras completas para facilitar la lectura de corrido. Además de actualizar algunas palabras del texto original, tuvo que reformar los textos de la cartilla, conservando su estructura pedagógica esencial. Finalmente se editaron tres tomos, el primero en 1918 para aprender a leer y escribir con ejercicios para la escritura y la buena letra; el segundo aproximadamente en los años cuarenta, para aprender lectura comprensiva; y el tercero, en los años setenta, como una reedición del segundo tomo, reformada y actualizada bajo el título de “Nueva Cartilla Charry”, suscrita al método ideo-visual o global. Cecilia Charry mantuvo vigente la popular cartilla de su padre hasta 1982, cuando dejó de ser editada.
Este año, se cumplen 103 años de haberse expedido la resolución 190 del 10 de julio de 1918 del Ministerio de Instrucción Pública, que adoptó como texto de lectura y escritura simultáneo para todas las escuelas del país, la Cartilla Charry, de autoría del huilense Justo V. Charry, obra de carrera extensa y una de las publicaciones más usadas para la enseñanza de la lectura, que en sus páginas brindó la evolución del proceso de lectura y escritura desde las reglas básicas para dirigir por parte del maestro las ideas más elementales como objetos, animales y frases sencillas, hasta narraciones cada vez más extensas y complejas. Por tal razón, dentro de los libros infaltables en la escuela de la segunda década del siglo XX, se encontraba la Cartilla Charry, en compañía de otros, como el Catecismo del padre Astete, la Historia Sagrada, la Historia Patria, la Alegría de Leer y el periódico El Campesino.
Tan importante fue la cartilla, que colegas, referentes y estudiosos de la pedagogía, la han destacado de diferentes formas, por ejemplo, el Doctor en Educación y Sociedad, Fernando Vásquez Rodríguez, narraba lo siguiente:
“Guardo, como una joya, mi cartilla “Charry”. Si está así de maltratada es porque me ha acompañado por más de 50 años. En este texto mi padre y mi madre me enseñaron a leer, allá, en la casa de “La Laguna”. Lo hacían por las tardes. Mi papá era el maestro severo que me enseñaba y me tomaba las lecciones, y mi mamá la tutora de esas primeras tareas. Recuerdo que me gustaban las imágenes, especialmente el indio, la iglesia, el águila, el mico tití, la zorra y el león. Tal vez por lo cercano al ambiente de la vereda donde me crie me aprendí rápido aquella frase de “la mula va al molino”. Y se me quedó grabada para siempre otra frase: “quiero que me diga, el gato come queso?” (Vásquez, 2012).
Además, su método de enseñanza fue tan efectivo, que, en 1928, cuando su autor tenía 65 años, demostró que en 39 horas un grupo de adultos podía aprender a leer y escribir. Experiencia que quedó consignada en un Acta del 10 de marzo de 1938, firmada por el alcalde de Bogotá de aquel entonces, Gustavo Santos.
Destacamos el legado de este emblema de la literatura educativa colombiana, no solo como un instrumento para la transmisión de saberes y la enseñanza elemental durante tres décadas del siglo XX, y un medio para la formación de valores, a través del amor a la escuela, a la religión, a la patria y a las buenas costumbres; sino también como un testimonio de recordación para la memoria colectiva de nuestro país, ya que muchos colombianos mayores de 40 años recuerdan con nostalgia las primeras letras que leyeron y escribieron en su Cartilla Charry.
Para conocer y consultar la Cartilla Charry, otros textos, manuales escolares, cartillas de alfabetización y demás archivos pertenecientes al fondo documental; y también los objetos de la historia y la práctica pedagógica que exhibimos en el Museo Pedagógico Colombiano, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las nuevas instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 72 N.º 11 – 86 (Edificio ‘E’) en el Centro Cultural ‘Paulo Freire’ de la Universidad Pedagógica Nacional.
Palabras clave: Cartilla Charry; Lectura; Escritura; Textos Escolares; Manual Escolar; Pedagogía; Historia de la Educación; Maestros; Museo Pedagógico Colombiano.
García Vera, N., & Rojas Prieto, S. (2015). La enseñanza de la lectura en Colombia: Enfoques pedagógicos, métodos, políticas y textos escolares en las tres últimas décadas del siglo XX. Pedagogía Y Saberes, 1(70), 43-60. Fecha de consulta: 14 Jul. 2021. Desde: https://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/PYS/article/view/3685/3304
Sáenz, J., Saldarriaga, O. y Ospina, A. (1997). Mirar la infancia. pedagogía, moral y modernidad en Colombia, 1903–1946. Medellín: Ediciones Foro Nacional por Colombia, Ediciones Uniandes, Editorial Universidad de Antioquia.
El método Palmer de caligrafía comercial, desarrollado y promovido por Austin Norman Palmer a finales del siglo XIX y principios del XX, se convirtió en el sistema de escritura más popular en los Estados Unidos y otros países donde se implantó, fue desarrollado alrededor de 1888 y se introdujo en el libro «Palmer’s Guide to Business Writing» (Guía de Palmer de escritura para negocios) publicado en 1894. En este método a los estudiantes se les enseñaba a adoptar un sistema uniforme de escritura cursiva con movimientos rítmicos.