Pieza del mes de agosto de 2020: Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para Uso de la Juventud de Ambos Sexos

Imagen de referencia tomada de: http://libreriasdeocasion.com.mx/otros/educacion-buenas-costumbres/manual-de-urbanidad-y-buenas-maneras-para-uso-de-la-juventud-de-ambos-sexos.html

Como pieza del mes, hemos seleccionado el Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para Uso de la Juventud de Ambos Sexos de la colección de Manuales Escolares que pertenece al Fondo Documental del Museo Pedagógico Colombiano. Comúnmente conocido como “Urbanidad de Carreño” –esto por el apellido de su autor a quién reseñaremos posteriormente–, es un manual para la práctica de buenos modales que tuvo gran repercusión a nivel mundial especialmente en el mundo hispanohablante, el cual se inspiró en textos franceses e ingleses de carácter similar, y cuyo origen se remonta a mediados del siglo XIX, específicamente para 1853; sin embargo, la edición que exhibimos en el Museo fue publicada para 1868 en Nueva York por la editorial estadounidense D. Appleton & Company.

De acuerdo con su extenso título: “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para Uso de la Juventud de Ambos Sexos; en el cual se encuentran las Principales Reglas de Civilidad y Etiqueta que deben Observarse en las Diversas Situaciones Sociales”, el objetivo principal de éste fue corregir o “blanquear” el comportamiento de la sociedad de su tiempo –especialmente de quienes no eran considerados cortesanos y cultos– a través de una reglas basadas en la moral cristiana para la formación de ciudadanos con entendimiento de sus deberes, y la capacidad de educarse para imitar o poner práctica un conjunto de conductas (consideradas dignas) fundamentadas en los buenos modales y costumbres para relacionarse con otras personas según diferentes situaciones, contextos y espacios, que abarcaban la vida como individuos y desde luego la vida colectiva en sociedad en paz, respeto, orden, felicidad y virtud; al respecto con el enfoque de este manual, quizás se podría reflexionar de forma crítica a nuestro tiempo sobre el siguiente supuesto: que la condición de pobreza no es motivo para no ser digno, para no ser honesto y para no ser un ciudadano decente, cívico y con modales.

Pero por este mismo motivo, se convirtió rápidamente en una lectura obligatoria para la gente de la época, quienes en general trataban de guiarse y adiestrarse por sus preceptos, al punto que no hubo hogar (por humilde que fuera) donde padres y madres no invocaran las enseñanzas de Carreño a la hora de educar y orientar la formación de sus hijos. Por ejemplo, en la estructura de sus capítulos y secciones, se trataban asuntos como los deberes morales de los hombres con Dios, con la sociedad, con sus padres, con la patria y consigo mismos; se explicaban las normas para el comportamiento a seguir dentro de la casa, en la calle, en la iglesia, en la escuela, en el trabajo; también se dedicaban apartados enteros en la descripción de normas para el comportamiento en la vida familiar, para la correcta higiene personal y el aseo en general, para el desarrollo de conversaciones, y para el comportamiento en la mesa, el modo de actuar en visitas, reuniones, honras fúnebres, bailes, festines, entre otros; e incluso abordaba temas sobre el traje, la correcta vestimenta y la presentación personal, entre otros contenidos, como eran la vida en comunidad, la hospitalidad, el fomento de algunos valores morales y lo que hoy llamaríamos tener ‘don de gente’.

Sobre el concepto de urbanidad, entendido como la expresión e imitación de las virtudes y del conjunto de normas para tener una buena actitud social, las cuales nos ayudarán para la vida en convivencia, éste nace en la Europa del siglo XVIII (a pesar de tener algunos precedentes más antiguos) y en el siguiente contexto histórico que probablemente tiene una perspectiva de exclusión y al parecer posterior ‘inclusión social’, ya que anteriormente lo que hoy conocemos como urbanidad era una manera de proceder que solo la practicaban (y a la que solo podían acceder) un grupo pequeño de personas, evidentemente las que pertenecían a la nobleza o grupos de la alta sociedad, por lo tanto copiar aquellos modales nobles, permitía a los considerados humildes o pobres, ser ‘aceptados’ en las altas esferas de la sociedad. Por lo tanto, así como en América Latina, tuvimos el Manual de Carreño, de forma paralela y con muchos contenidos en común, se publicó un poco antes en 1836 un libro sobre leyes de etiqueta y reglas de buena conducta en sociedad, en Norte América, conocido como: «The Laws of Etiquette or Short Rules and Reflections for Conduct in Society«.

En relación al autor de nuestra pieza del mes, fue escrita por el músico, pedagogo y diplomático venezolano, Manuel Antonio Carreño que nació en Caracas en 1812 y falleció exiliado en Francia en 1874; y quién a nivel pedagógico no solo se destacó –y pasaría a la historia– por escribir el Manual de Urbanidad y Buenas Maneras (que hoy reconocemos con su apellido); ya que también fundó instituciones educativas en su país, y tradujo al castellano obras para la educación como catecismos y métodos para el estudio de la lengua latina. Como dato curioso, Carreño era sobrino del educador Simón Rodríguez que además de haber sido el insigne maestro del Libertador Simón Bolívar; fue una figura fundamental para el pensamiento ilustrado y pedagógico latinoamericano del siglo XIX, pues planteó el fin social de las escuelas y la educación, como fundamentos del saber e instrumentos a través de los cuales todos los pueblos y sus ciudadanos sin exclusión alguna, alcanzarían la modernización, el progreso, la formación para el trabajo y la adquisición de nuevos hábitos para la consolidación de las nacientes repúblicas americanas.

Respecto a los manuales escolares, son obras que tienen como objeto la enseñanza, por lo cual, constituyen una exposición ordenada y secuencial de una disciplina escolar. Las principales particularidades del manual escolar son:

“Intencionalidad por parte del autor, sistematicidad en la exposición de los contenidos, secuencialidad, adecuación para el trabajo pedagógico, estilo textual expositivo, combinación de texto e ilustraciones [en la mayoría de ellos], reglamento de los contenidos, de su extensión y del tratamiento de
los mismos e intervención estatal administrativa y política”
(Varela, 2010, p. 99).

Otra característica fundamental de los manuales escolares empleados desde el siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XX es que, a diferencia de los libros de texto (producidos a partir de la segunda mitad de siglo XX), estos estaban dirigidos exclusivamente a los maestros ya que una de sus funciones era regular las prácticas de enseñanza y los saberes que circulaban en la Escuela.

Según el centro de investigación MANES y varios autores, los manuales escolares se clasifican, en cuatro principales grupos: Textos de primeras letras [cartillas de lectura, catones, silabarios y citolegias (métodos de lectura rápidos)]; Catecismos (religiosos y laicos); Manuales específicos para disciplinas escolares (matemáticas, historia natural, geografía, historia, entre otras); y como nuestra pieza del mes –en una categoría aparte, pues no estaban destinados únicamente a la Escuela sino, además, a la Familia–, tenemos los Manuales de urbanidad.

Resaltamos el legado de esta joya de la urbanidad hispanoamericana que coadyuvo a corregir muchas conductas y armonizó las relaciones entre sujetos y la vida de la sociedad latinoamericana de ese momento, y que ciertamente fue uno de los pilares documentales para la enseñanza del civismo y los buenos principios sin distinción de género; inclusive para muchos de nuestros abuelos su autor fue considerado ‘la biblia de los buenos modales’, y ¿Cómo no exaltar la memoria de Carreño y los contenidos de este Manual?, si el mismo fue capaz de moldear una sociedad diferente desde mediados del siglo XIX y buena parte del siglo XX, también fue un instrumento clave para la difusión masiva de las buenas costumbres y los comportamientos considerados ‘ideales’ que se transmitieron de generación en generación; y aunque todavía el Manual de Carreño, se sigue publicando, ya no es muy usual su consulta ya que los conceptos de ciudadanía y sociedad han cambiado –y continuarán transformándose– y algunas de sus posturas son descontextualizadas y hasta resultan algo radicales para la actual sociedad; aunque por supuesto, debemos resaltar que temas como los que trataba el manual no pierden vigencia, por lo tanto, muchas de sus normas siguen vigentes, por ejemplo: respetar a los padres, asearse antes de salir de casa, tener buenos modales en la mesa, caminar sobre la acera y saludar.

Para conocer y consultar el Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para Uso de la Juventud de Ambos Sexos, otros textos, manuales de alfabetización y demás archivos pertenecientes al fondo documental; y también los objetos de la historia y la práctica pedagógica que exhibimos, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 127 Nº 11–20, en el Instituto Pedagógico Nacional.

Igualmente los invitamos a seguirnos en nuestras redes sociales https://www.facebook.com/museopedagogicocolombiano/ y a explorar nuestra página web http://museopedagogico.pedagogica.edu.co/ para visualizar y compartir nuestros contenidos.

 

Palabras clave: Manual de Urbanidad; Buenas Maneras; Civismo; Manual Escolar; Familia; Educación; Moral; Museo Pedagógico Colombiano.

 

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Referencias

Catálogo general del Museo Pedagógico Colombiano. (2017). Sin publicar

Varela, M. (2010). Sobre los manuales escolares.
En: Revista Escuela abierta. N. 13. pp. 97-114

Carreño, M. A. (1868). Manual de urbanidad y buenas maneras para la juventud de ambos sexos. New York: Appleton & Company. 

Manual de Carreño. (2020, 3 de mayo).  Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: Agosto 11 de 2020. Desde: https://es.wikipedia.org/wiki/Manual_de_Carreño#:~:text=El%20Manual%20de%20urbanidad%20y,Carreño%20en%20Venezuela%2C%20en%201853.

Manual Antonio Carreño. (2020, 28 de julio).  Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: Agosto 12 de 2020. Desde: https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Antonio_Carreño 

Sites.google.com. 2020. Que Es La Urbanidad? – Trabajo Informática. Fecha de consulta: Agosto 12 de 2020. Desde: https://sites.google.com/site/turbanidad/que-es-la-urbanidad

Sites.google.com. 2020. Historia de la Urbanidad – Informatik… 1002. Fecha de consulta: Agosto 13 de 2020. Desde: https://sites.google.com/site/informatik1002/home/urbanismo/historia-de-la-urbanidad

BBC News Mundo. 2020. Manuel Carreño, el Venezolano que le enseñó buenos modales a América Latina (y a España). Fecha de consulta: Agosto 14 de 2020. Desde: https://www.bbc.com/mundo/noticias-46039565

Editorial, p., 2020. La Urbanidad de Carreño. Protocolo y Etiqueta. Fecha de consulta: Agosto 14 de 2020. Desde: https://www.protocolo.org/social/etiqueta-social/la-urbanidad-de-carreno.html

Pieza del mes de abril de 2020: Libro de texto ‘Alegría de Leer’

Como pieza del mes, hemos seleccionado el libro Alegría de Leer (Método Ecléctico de Lectura y Escritura Simultáneas) de la colección de Manuales Escolares que pertenece al Fondo Documental del Museo Pedagógico Colombiano. Más que un importante texto escolar, fue una técnica de enseñanza –novedosa en su tiempo por su método– empleada para la formación escolar en el campo de la lectura y la escritura desde la década de 1930 en Colombia, y como reseñan estudiosos de la historia de la educación, se convirtió en uno de los primeros textos literarios exitosos en ventas y con el que aprendieron generaciones enteras de colombianos desde 1931 hasta 1965.

Como ya hemos reseñado en otras publicaciones, leer y escribir, son dos procesos básicos y esenciales para la instrucción académica y la formación del carácter de cualquier ciudadano. En este sentido las primeras Escuelas Públicas se orientaron al desarrollo de los rudimentos de la triada “Contar, Leer y Escribir”, que se incluyó en las ramas de Instrucción Pública que se institucionalizaron en el S. XIX en Colombia, no en vano los campos de la educación fueron la Lectura, la Escritura, la Aritmética -y junto a ellas la Religión-. En consecuencia, si una persona no era capaz de desarrollar estas habilidades, no podía ser un ciudadano organizado mentalmente y activo socialmente para cumplir los deberes que una sociedad en constitución y consolidación como la nuestra exigía.

Aunque ambos procesos, han estado presentes en diferentes periodos y contextos históricos y socioculturales de la humanidad, debemos tener en cuenta que los seres humanos sabían hablar desde mucho antes de que empezaran a desarrollar –al menos de forma básica– los primeros sistemas de escritura. En la historia humana primero fue lo oral y después vino lo escrito. En ese orden de ideas, la lectura es un medio oral para la compresión de información y conocimientos; y en el S. XIX, en el país se procuró la alfabetización de la población a través de la religión, y el mejor instrumento (y más efectivo) para este proyecto en cuanto a la enseñanza de la lectura se refiere, fue la Biblia, porque la Escuela Tradicional consideraba que los ciudadanos debían conocer a Dios para ser buenos cristianos. Mientras que la escritura como instrumento de comunicación –mediante un soporte físico, y signos o letras–, fue restringido en el periodo colonial americano cuando el único que desarrollaba esta labor era el escribano; más adelante otros grupos sociales, accedieron a este saber, cómo lo fueron los de familias adineradas.

Posteriormente la paulatina descentralización del dominio religioso sobre la educación, la existencia de una mayor presencia del Estado en el S. XVIII, el surgimiento de la Escuela Pública y la posterior expansión de ésta durante entre la segunda mitad del S. XIX y el S. XX, hicieron gradualmente masivo el acceso a distintos procesos de formación a un mayor número de personas, por lo tanto se empiezan a crear materiales, elementos básicos para la práctica y enseñanza de diferentes aptitudes y destrezas escolares, y por supuesto manuales y textos escolares “modernos”; y para el caso cartillas de primeras letras, silabarios y catón, como nuestra pieza del mes, que tuvo como objetivo la enseñanza de la lectura y la escritura para los colombianos, así ambas prácticas, se consolidaron como dos saberes de alcance colectivo.

Retomando la historia de Alegría de Leer, su autoría oficial está en entredicho, puesto que la historia incluso involucra un plagio de los textos originales. El “autor” que registra en el ejemplar que exhibimos en el Museo, fue Evangelista Quintana Rentería, inspector escolar del departamento del Valle del Cauca, que poseía influencia en el campo pedagógico, –y de acuerdo con estudios de historiadores y literatos– conoció a mediados de la década de 1920 en un viaje entre Popayán y Cali al verdadero autor, el educador nariñense Manuel Agustín Ordóñez Bolaños; quién había intentado publicar su obra infructuosamente, y en aquel viaje, conoció a Evangelista Quintana, este último le solicitó sus manuscritos, los cuales ojeó y leyó detenidamente durante el recorrido, con la promesa de utilizar sus influencias y amistad con el director de Educación, para hacerlos publicar.

No obstante, la realidad fue muy distinta, porque la obra efectivamente apareció publicada en 1930, pero con Evangelista Quintana y su esposa como “autor” y “coautora” respectivamente. Desde luego el nombre del “escritor” adquirió reconocimiento y así pasó a la historia bibliográfica de Colombia; de esta manera el plagio literario estuvo realizado, y hasta el 1931, el verdadero autor se entera de esto, cuando un colega suyo le revela, que: “Evangelista Quintana ha publicado unos libros de lectura, que son la misma cosa que los suyos”.

Para tener en cuenta, Alegría de Leer, no fue el primer texto para la enseñanza de la lectura escrito en Colombia, le antecedieron en 1888 la ‘Guía para la enseñanza de la lectura combinada con la escritura’ de César B. Baquero; y en 1917 la ‘Cartilla de Charry’; sin embargo, desplazó los anteriores, por varias razones, por un lado, el contexto político coyuntural por el cambio de gobierno y por otro el equilibrio de los contenidos que el texto incorporó.

Sobre la realidad política, el final de la década de 1930 representó la última etapa de la hegemonía conservadora, nos encontramos con un país que avanzaba hacia la expansión de la educación primaria y donde la idea sobre que todos los colombianos tenían que aprender a leer lograba aceptación. Luego el cambio a los gobiernos liberales significó un paso hacia la modernización del panorama nacional en diferentes campos; en el educativo, la Escuela Pública era parte esencial del proyecto y la concepción de nación liberal, y saberes como la lectura y la escritura fueron el centro de esta escuela; asimismo se buscaba la transformación de nuestra sociedad (que por mucho tiempo se fundó sobre jerarquías tradicionales y familiares) para reemplazarla por una en el que el saber y el trabajo, pudieran convertirse en riqueza, y fueran los principios oficiales del progreso social.

Referente a los contenidos del texto, éstos se alejaban del bipartidismo político que tanto daño había hecho –y seguiría haciendo– en la sociedad colombiana; y aunque eran comunes y habituales reflejaban una nueva visión de escuela y de país, ya que algunos exaltaban la religión y los valores de la familia, dos asuntos fundamentales para los conservadores; entre tanto, cuestiones como defender la tolerancia, y la igualdad moral y legal de las libertades de todos los ciudadanos, acercaban los temas del texto al liberalismo. Bajo este espíritu, Colombia estaba lista para un texto masivo y moderno, que además resultó novedoso y original en muchos sentidos; y a la luz de hoy lo concebimos como un documento de interés patrimonial en el ámbito sociohistórico.

En relación con su valor educativo y pedagógico, Alegría de Leer, propuso un método innovador, que dio un salto de la tradicional lectura silábica hacía un sistema ecléctico –de aprendizaje más rápido– basado en la comprensión integral de las frases (que se leían en un solo tiempo), las cuales usaban un lenguaje correcto y cuidadoso, y se apoyaban visualmente en extensas y coloridas ilustraciones que tenían fines didácticos; diferentes elementos que hicieron triunfar el texto, los cuales se aprovecharon para la enseñanza de la lectura elemental, el interés por despertar en los alumnos al aprecio por la literatura y que en general, daban muestra de los rasgos de la enseñanza activa y la Escuela Activa que se proclamaba desde la misma portada:

La cartilla Alegría de Leer trajo a Colombia la Escuela Activa; lo hizo de forma tergiversada, para ajustarse a los requerimientos católicos sobre la educación. Una escuela activa se caracteriza por que los maestros son acompañantes de los niños en su proceso de aprendizaje, respetando su ritmo e intereses, por lo tanto, una educación activa propicia en cada niño el desarrollo de sus capacidades personales al máximo, para entregarle a la sociedad y aportar lo valioso de su individualidad, para transformarla. La Escuela Activa es la escuela de la acción, del trabajo de los alumnos guiados por el maestro. Ellos investigan y procesan la información, se responsabilizan conjuntamente en el proceso enseñanza – aprendizaje. En la Escuela Activa, sus aulas son alegres, dinámicas y bulliciosas, como consecuencia del trabajo creativo y productivo, en el que los alumnos tienen tanta participación como el maestro”. (Muñoz, 2013, p. 132).

1932, La Alegría de Leer. Indicaciones a los Maestros, pág. 13–14 (2020). Fuente: https://issuu.com/aniquilo/docs/1932_-_la_alegria__de_leer

Tan destacada fue esta propuesta, que colegas, referentes de la pedagogía a nivel mundial y personalidades de la política nacional, lo destacaron de la siguiente forma. El educador Tomás Maya, en el artículo “La caja de Lectura del maestro Ordoñez” publicado en junio de 1927, resaltaba sobre el trabajo del autor:

El maestro Ordóñez, es el primero que realiza el verdadero sistema de lectura por palabras normales, lo que da por resultado necesario la lectura ideológica, única sensata para satisfacer lo dispuesto en el Artículo 53 del Decreto 491 de 1904, que dice: “El objeto esencial de la enseñanza primaria es el desarrollo en el niño del conjunto de sus facultades mentales. Las materias del programa deben enseñarse de manera que tiendan a perfeccionar dichas facultades y a procurar insensatamente en los niños la espontaneidad del pensamiento” … Ordóñez forma en el cerebro del niño, primero las imágenes (ejercicios de dibujo), enseña los objetos (ejercicio de percepción), con hábiles lecciones objetivas (caudal de ideas), y ofrece en seguida los signos integrales con los que hace la cámara la reconstrucción de las ideas para formar luego el juicio…” (Muñoz, 2013, p. 125).

El orador José Manuel Saavedra Galindo, por medio de una carta de 1928, indicaba:

Tengo guardados su equipo de letras en cubos y su método de enseñanza a leer, para que por ellos aprenda a leer mi tercera niña –Alba– la ahijada del poeta Valencia. Me parece que es el mejor elogio que le puedo hacer a su obra creadora de maestro. Concuerda ella con los preceptos de los grandes genios de la instrucción primaria, con Pestalozzi, que solo enseña a aprender; con María Montessori, que enseña jugando con el niño; con Decroly, que concentra en una las nociones fácilmente convergentes…” (Muñoz, 2013, p. 125).

Ovide Decroly, importante pedagogo y profesor belga, tuvo la oportunidad de conocer el trabajo del maestro Ordoñez, en la visita que hizo en 1925 a Bogotá, y en el diploma de Ordoñez Bolaños consigno de su puño y letra, el siguiente testimonio:

Yo admiro el método inteligente empleado por el Sr Manuel Agustín para enseñar la lectura. El procedimiento puede perfectamente asociarse al sistema ideovisual o globa que yo preconizo” (Muñoz, 2013, p. 127).

Mientras que, a nivel político, la obra también tuvo resonancia, y al respecto Agustín Nieto Caballero, fundador del Gimnasio Moderno y precursor de la llegada al país de la Escuela Activa, escribió en el diploma de Ordoñez:

Me asocio con especial agrado a lo dicho sobre el sistema de lectura del Sr. Ordóñez por mi maestro y amigo el Dr. Decroly.”  (Muñoz, 2013, p. 127).

1932, La Alegría de Leer. Indicaciones a los Maestros, pág. 13–14 (2020). Fuente: https://issuu.com/aniquilo/docs/1932_-_la_alegria__de_leer

Resaltamos el legado de esta joya de la literatura educativa colombiana, no solo como un instrumento para la enseñanza de la lectura y la escritura elemental durante buena parte del S. XX, es decir una herramienta para la transmisión de saberes; sino también, como un objeto de recordación y ‘detonante’ de la memoria colectiva de una generación de colombianos… un ‘movilizador’ de identidad nacional. Incluso pensamos que ayudo a cimentar la mentalidad del ciudadano colombiano desde la infancia, porque no solo se trataba de enseñar las primeras letras a los niños; el aprendizaje a través del texto les insinuaba que siempre leer además ocasionaría alegría, es decir, fundamentó un sentido amable y constructivo de la vida en le época.

Para conocer y consultar el libro Alegría de Leer, otros textos, manuales de alfabetización y demás archivos pertenecientes al fondo documental; y también los objetos de la historia y la práctica pedagógica que exhibimos, convocamos a la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, estudiantes, egresados, investigadores, docentes, administrativos y miembros externos de la comunidad académica, colectivos pedagógicos y a todas las personas interesadas en conocernos, apoyarnos y difundir nuestras labores, a visitarnos de lunes a viernes entre 8:00 a.m. y 4:00 p.m. en las instalaciones del Museo ubicadas en Bogotá en la calle 127 Nº 11–20, en el Instituto Pedagógico Nacional.

Igualmente los invitamos a seguirnos en nuestras redes sociales https://www.facebook.com/museopedagogicocolombiano/ y a explorar nuestra página web http://museopedagogico.pedagogica.edu.co/ para visualizar y compartir nuestros contenidos.

 

Palabras clave: Lectura; Escritura; Textos Escolares; Manual Escolar; Pedagogía; Educación; Maestros; Método; Escuela Activa; Museo Pedagógico Colombiano.

 

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Referencias

Pérez Silva, Vicente. Ventura y desventura de un educador. Bogotá: Ediciones Amigo Sol. Corporación La Cruz del Mayo, 2001.

Muñoz Bravo, José. (2013). La alegría de leer. Técnica original del educador Manuel Agustín Ordóñez bolaños. Revista Historia De La Educación Colombiana, 16(16), 119-139. Recuperado a partir de https://revistas.udenar.edu.co/index.php/rhec/article/view/1742

Botero, Mary Luz. (2014) La “Alegría de leer”: cartilla escolar con estatus patrimonial. Conservación y nuevos modos de circulación de un lugar de memoria. Revista Interamericana de Bibliotecología, vol. 37, n° 3, pp. 251-262. Recuperado a partir de: http://www.scielo.org.co/pdf/rib/v37n3/v37n3a5.pdf

1932, La Alegría de Leer. (2020). Fecha de consulta: 14 Abr. 2020. Desde: https://issuu.com/aniquilo/docs/1932_-_la_alegria__de_leer

El Tiempo. (1992). Clave 1930 – Lanzamiento Alegría de Leer. Fecha de consulta: 15 Abr. 2020. Desde: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-77026

Credencial Historia No. 110. (1999). Los 10 Libros del Siglo XX en Colombia – Alegría de leer. Fecha de consulta: 17 Abr. 2020. Desde: https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-110/alegria-de-leer

Páez Escobar, Gustavo. (2019). El verdadero autor de la Alegría de leer. Fecha de consulta: 13 Abr. 2020. Desde: https://www.eje21.com.co/2019/02/el-verdadero-autor-de-la-alegria-de-leer/

Centro virtual de Memoria en Educación y Pedagogía -IDEP- (2015). La Alegría de Leer. Fecha de consulta: 13 Abr. 2020. Desde: http://www.idep.edu.co/wp_centrovirtual/?p=3082